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“Priscilla, reina del desierto”: una mágica explosión de energía

Por Paula Olvera Pérez

 

Un autobús de grandes dimensiones con luces y colores en el centro del escenario. No hay lugar para la confusión, nos encontramos en el musical “Priscilla, reina del desierto”, acompañando a tres protagonistas en su viaje por la libertad y la lucha por sus sueños. Esta producción, basada en la película homónima de 1994, llegó a la capital el pasado año para asentarse sobre las tablas del Teatro Nuevo Alcalá hasta el próximo 28 de febrero.

El éxito es abrumador, el público sale encantado con esta divertida mezcla de baile, interpretación y música, mucha música disco, entre la que no podía faltar uno de los mayores éxitos de Gloria Gaynor: I Will Survive. Los prejuicios se quedan en la entrada del teatro, este espectáculo es para dejarse llevar al son de los pasos de los tacones de las drag queens.

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Priscilla, reina del desierto es una explosión de energía. No importa en qué butaca del teatro se ubiquen los espectadores, todo el espacio queda inundado por la magia de este espectáculo musical. A finales de agosto del pasado año dio comienzo la segunda temporada de este show en el Teatro Nuevo Alcalá donde ya ha cosechado un gran éxito. Y no solo en datos de taquilla. Unos meses antes, en junio, fue galardonado como Mejor Musical de Madrid 2014 en los Premios de Teatro Musical y uno de sus protagonistas, Christian Escuredo, recibió el premio como Mejor Actor Revelación.

Priscilla también ganó el premio al Mejor Musical en los Broadway World 2015, junto a mejor vestuario, sonido, dirección musical y actor protagonista.

Está basado en la película australiana de 1994 Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, que llegó a ganar un Premio Oscar en la categoría de Mejor Diseño de Vestuario. Años después se llevó a las tablas en Sidney y de ahí ha girado por otras partes del mundo, hasta llegar a España. A pesar de que ha llovido mucho del estreno en salas de cine sigue calando en el corazón de los espectadores, sobre todo en la comunidad LGTB.

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La trama que tiene lugar sobre el escenario gira en torno a tres drag queens, Ralph, Mitzi y Felicia, que deciden emprender un largo viaje por el desierto australiano para realizar una actuación que puede suponer un antes y un después en sus vidas. Y es que en realidad Anthony (Mitzi) tiene un hijo y va en su busca, sin importarle las consecuencias negativas que le pueda deparar este encuentro. Pronto las tres estrellas del tacón toman posiciones sobre la palestra y se desarrolla una apoteósica función.

La versatilidad de los actores queda asegurada en esta representación que en la temporada pasada contó con la participación del televisivo Mariano Peña. El actor cambió totalmente el registro al que nos tenía acostumbrados, el de la serie de televisión “Aída” y por el que le sigue reconociendo la mayoría del público. Paradojas de la vida en este caso interpretaba a un dueño de bar homófobo. Ahora su papel de Bernardette (Ralph) es ejercido por José Luis Mosquera, alternando con Juan Bey. Además de los tres intérpretes principales, el resto del elenco brilla por su capacidad para transformar en una fiesta el escenario. Bailarines y cantantes inundan la escena con sus expresiones corporales y sus voces angelicales.

La música en directo es la protagonista indiscutible que guía la acción y que mantiene rítmicos a los espectadores. El repertorio de canciones está perfectamente seleccionado incluyendo temas muy pegadizos y de gran popularidad que consiguen que los asistentes se levanten de sus asientos al final de la representación moviendo sus caderas inconscientemente en varias ocasiones. Entre estos temas se pueden encontrar Go West o I will survive con el que se cerrará la primera parte del espectáculo.

“Priscilla” tiene una duración aproximada de dos horas y media con un descanso que se produce más o menos a la hora de la representación, aunque el tiempo se les pasa volando, porque cuando se está disfrutando con un show no se mira el reloj. Este breve intermedio sirve al público, entre otras tareas, para realizar fotografías en el photocall que se encuentra a la entrada del teatro. De igual manera, el espacio cuenta con varias barras habilitadas para el consumo de refrescos o palomitas, una iniciativa que es de agradecer porque se asemeja bastante a esa tradición que asociamos con el cine.

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Concluido el entreacto, los espectadores podrán ser testigos de un momento único e ilusionante para varias personas del público que tendrán el privilegio de subirse a las tablas. Y es que de principio a fin este musical tiene muy en cuenta a los presentes y la interacción con ellos, ya sea en forma de diálogo o de sorpresas que el elenco tiene preparadas y que solo se pueden descubrir en cada función.

La puesta en escena es grandiosa como también lo es el vestuario. Para los asiduos a los musicales en algún momento de esta representación pueden evocar a otro grande que se ha asentado sobre la Gran Vía madrileña y que, por el momento, parece que nadie lo mueve de ahí: El Rey León. Sin embargo, son múltiples las diferencias que los separan, más allá de la temática.

La representación del Nuevo Teatro Alcalá tiene su parte reflexiva ya que aborda de manera natural la llegada de familias que para nada son convencionales, pero no por ello peores. Precisamente la función nos redescubre que el mundo está cambiando y nosotros con él, lo importante es seguir los dictados del corazón y tener la cabeza bien alta, ya que ser diferente no significa ser inferior. Desafortunadamente, como en otros campos, en materia de comprensión de las diferencias sociales nos queda mucho recorrido por andar ya que la discriminación hacia los homosexuales y otros colectivos minoritarios siempre ha estado presente y ha sido objeto de burla; en esta función queda patente. Por ello, se lucha contra esta discriminación injustificada.

Prepararos para bailar con la mejor música dance de todos los tiempos. No os lo penséis más y pasad a formar parte del universo de “Priscilla” que os divertirá y emocionará a partes iguales. Dejaos embriagad por el derroche de pasión y sensualidad que desprenden los artistas que se suben a las plataformas antes de que cierre el telón el próximo 28 de febrero.

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