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Otra vez, Buenafuente

 

Por IVÁN F. MULA

El retorno de Buenafuente a la franja del late night en una nueva cadena (y con ésta, ya hemos perdido la cuenta) es, para los amantes del formato, innegablemente una buena noticia. Momentáneamente integrado en Canal+ hasta que Movistar Plus cree definitivamente su canal #0, pocas son las novedades que podemos ver en la nueva propuesta del presentador catalán. En esta ocasión, ha sabido negociar bien y ha conseguido una franja horaria decente (las 23 horas), una banda en directo y un presupuesto más holgado con el que llevar a cabo sketches mucho más vistosos.

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Es una lástima que en este país, en comparación con Estados Unidos, no haya tradición de late night. Desde Pepe Navarro y Crónicas Marcianas, pocos se han atrevido, aparte de Andreu, a abordar un show nocturno de estas características. Para empezar porque los disparatados horarios televisivos en España (supuestamente, justificados por los hábitos de los espectadores) lo hacen prácticamente inviable. Si el prime time comienza a las 22:45 horas, ¿cuándo se supone que tiene que empezar el late? Tras la fragmentación y la crisis de presupuestos, los imperios mediáticos han optado por alargar sus programas estrella (incluso los que protagonizan los niños) hasta altas horas de la madrugada, ahorrándose, de esta manera, la necesidad de producir late-shows.

Así que es una alegría y una rareza, al fin y al cabo, que exista Buenafuente. Lo triste es que sea el único. En lo poco que llevamos de Late Motiv, el programa ha mostrado ciertos intentos de renovación: básicamente, con la colaboración de nuevas caras (David Broncano o David Suárez) y algo más de frescura e ideas más originales y gamberras que las de su etapa anterior con En el aire. Se agradece, además, que Silvia Abril y Berto Romero sigan como colaboradores puesto que suben el nivel del espectáculo, la mayoría de las veces, con más ingenio que su propio presentador.

En realidad, no hace falta una renovación de formato como tal, como piden muchos. Los shows americanos han usado la mesa y el skyline desde hace años y siguen en plena forma. Lo importante, en verdad, son los guiones. En ese sentido, desgraciadamente, Buenafuente sigue algo desgastado. Su monólogo inicial depende demasiado de su carisma y carece, muchas noches, de buenos chistes y de una gracia explosiva. De igual forma, sus entrevistas tienden más al colegueo que a extraer titulares o momentos televisivamente destacables. Sin embargo, pese a sus carencias y cierto acomodamiento, va a seguir siendo el late por excelencia y hay que rendirle pleitesía con todo lo que eso conlleva. Al menos, hasta que las cadenas se atrevan a apostar por un verdadero relevo.

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