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Leer ficción incrementa la empatía

 

El ser humano, además de estar hecho de células, de tejido, de órganos, etc., está hecho fundamentalmente de lenguaje, y de manera notoria las palabras y las historias que nos decimos tienen profundos efectos en nuestra forma de ser, incluso a un nivel físico.

El diario británico The Guardian ha publicado una interesante nota sobre la “psicología de la ficción” y cómo leer novelas incrementa nuestra empatía —esa emoción definitiva del ser humano. La ficción tiene una insuperable capacidad de ponernos en el lugar del otro y eso es todo un universo en sí mismo.

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Buffalo en Nueva York midió el nivel de empatía en voluntarios que habían leído episodios de Harry Potter y Twilight. En una primera prueba se midió el nivel de identificación que se generaba en los lectores al interactuar con palabras relacionadas con un mago y con un vampiro, como es evidente —pero no por eso poco significativo— las personas que habían leído Harry Potter mostraron altos niveles de identificación con el universo-vocabulario de los magos, y lo mismo con el de los vampiros en el otro caso.

Luego se realizó otra prueba para medir la “escala de asimilación”, en la que los participantes contestaron preguntas como “¿Cuánto tiempo puedes pasar sin dormir”, “¿Qué tan filosos son tus dientes?” o “Si lo intentas con todas tus ganas, ¿crees que puedes mover un objeto usando solo el poder de tu mente?”.  Y luego se midieron su estado de ánimo, su satisfacción con la vida y su absorción de las historias.

El estudio halló que los participantes que habían leído Harry Potter se identificaron como “magos” y los que habían leído Twilight se identificaron como vampiros. Y “pertenecer” a estas comunidades de ficción proveyó el mismo estado de ánimo y satisfacción que las personas obtienen de afiliaciones con grupos en el mundo “real”. Los autores del estudio sugieren que leer provee un marco de conexión social como consecuencia de salirse del continuum del yo para entrar por un momento en una comunidad más grande.

Es de destacarse que la capacidad que tiene la lectura de borrar la frontera, supuestamente muy sólida, entre el mundo real y el mundo de ficción y afectar al organismo es similar a lo que ocurre con los sueños y la vigilia. El psicólogo de Stanford Stephen Laberge ha medido diferentes variables fisiológicas en personas que tienen sueños lúcidos, descubriendo que, por ejemplo, un orgasmo en un sueño detona las mismas respuestas fisiológicas que un orgasmo en el mundo de la vigilia. La psicobiología del ser humano determina que en el cerebro imaginar algo puede ser los mismo que experimentarlo.

El psicólogo Keith Oatley, de la Universidad de Toronto, realizó un estudio en el que le dio a leer a 166 participantes el cuento de Chéjov, La Dama del Perrito, o una versión reescrita en formato documental.  Las emociones y rasgos de personalidad de los voluntarios fueron medidos antes y después de la lectura. En los resultados obtenidos las personas que habían leído la versión íntegra de la historia reportaron mayores cambios en su personalidad, empatizando con los personajes y convirtiéndose  así un poco como ellos.

Esto es algo que seguramente muchos de nosotros hemos vivido cuando leemos una novela que nos permite internarnos por la psicogeografía de un escritor quien, como teoriza Aeolus Kephas en su ensayo Escritores en el Cielo de Hades, nos comparte fundamentalmente su estado cerebral, en una forma de telepatía literaria. Personalmente recuerdo haber leído Crimen y Castigo en la adolescencia y empatizar completamente con Raskólnikov (al punto de imaginar imitarlo en la vida real), el brillante estudiante que se consideraba un hombre superior y se pone a prueba realizando un asesinato. Es curioso que Raskólnikov buscaba consolidarse como un “hombre superior” siguiendo el esquema de héroe napoleónico, de manera similar a Julien Sorel en Rojo y Negro, en buena medida como resultado de sus lecturas. En un fractal de metaficción, la persona que lee sobre Raskólnikov a la vez se ve programado por los devaneos de este joven ruso ficticio. Es indudable que al entrar en la psique de Dostoievski-Raskólnikov el lector empatiza con el joven asesino y desea fervientemente que logre salirse con la suya: por un momento el lector verdaderamente se convierte, más allá de objeciones morales, en la ficción.

“En la ficción, también, podemos entender las acciones de un personaje desde su perspectiva interior, al entrar a sus situaciones y a su mente, en vez de la perspectiva exterior que generalmente tenemos. Y sucede que en la psicología hay una gran diferencia entre estos dos puntos de vista. Generalmente tomamos el punto de vista exterior de los demás, pero eso es demasaido limitado”, dice el profesor Oatley, quien cree que la ficción mejora nuestra capacidad de comprender la otredad y que podría ser importante para el bienestar social.

El poder de la ficción —y de la narrativa en general, pese al trabajo de filósofos como Wittgenstein o Derrida—  es subestimado en nuestra cultura, quizás porque revela que la realidad que vivimos no es más que una narrativa y el mundo una mera descripción —y no algo fijo, objetivo e inmutable, lo cual atenta contra nuestra seguridad. En el plano más básico podemos decir que todo lenguaje es programación y que por lo tanto todo lo que leemos y escuchamos transforma nuestro código. Esto se acentúa con la ficción o con otros textos que forman empatía, ya que no solo no ponemos resistencia a este lenguaje de programación, lo hacemos correr dentro de nuestra propia máquina, porque al momento de empatizar brevemente bajamos la guardia y abandonamos el capullo protector del yo, esa narrativa que casi nunca dejamos de contarnos, y la voz del autor y sus personajes pueden hablar dentro de nosotros. Esto es lo que en Hollywood llaman “la magia”, el proceso dirigido a través del cual el espectador suspende su juicio para disolverse en el flujo de una historia.

La programación que permite el lenguaje y las narrativas en ocasiones llegan a producir fanáticos religiosos, huéspedes del virus espacial del lenguaje, pero también puede usarse justamente como un acto de magia. Como reportamos anteriormente, articular narrativas puede incluso llegar a sanar enfermedades, y ser capaces de usar el lenguaje, de potencializarlo, de alquimizarlo para crear una nueva narrativa es quizás la forma más poderosa —y factible— de transformar el mundo.

“Through the corridors of metaphor
What else are we living
for if not to create
Fiction and rhyme?
My purpose is to make my soul
Rhyme with my
mind over matter
Minds create matter
minds create fiction
As a matter of fact
As if matter of fact
Matter is fact
So spirit must be fiction
Science fiction
Art fiction
Meta fiction”.

-Saul Williams.

[Guardian]

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