Novela

Con el frío, de Alberto Torres Blandina

Por Ricardo Martínez Llorca.

Con el frío

Alberto Torres Blandina

Aristas Martínez

Badajoz, 2015

220 páginas

portadaconelfrio-webEl neoliberalismo económico (o el crecimiento o cualquier otra cháchara que revienta las tripas de la Tierra) ha roto las fronteras, los estados, la naturaleza y hasta lo fabricado por el hombre, de modo que se hace imperativo huir. El único lugar que no ha podido ser rodeado de alambres de espinos para evitar las intromisiones, es un indeterminado Polo Norte, envuelto en una niebla tan espesa como el fondo del mar y tan blanca como la leche. La salvación parece estar en lo más desconocido, en lo ignoto, en el norte, donde, curiosamente, no existe continente: debajo de las masas de hielo sólo hay un océano negro. Nada de lo que sabemos ha conseguido que el mundo sea habitable, ni siquiera esos juveniles viajes al sur para dorarnos los cuerpos. El norte es, en clave económica, la salvación hacia la que se dirigen hasta las serpientes y los impalas. Pero los únicos que tienen garantizado el acceso a la supuesta salvación son los navegantes de una especie de arca de Noé que pretenden resetear el planeta desde lo que sea que se encuentren. Porque la Tierra, Gaia, está suicidándose, y las distintas razas y etnias eligen representantes para protagonizar este episodio de salvación.

Y estas son, representadas por casos individuales, las protagonistas de esta novela de ciencia ficción, o de futuro ficción, dividida en tantos capítulos como lugares hay en el mundo: desde Australia a Valencia, desde Laos hasta Marruecos, desde Mali hasta Chile. Países que se han vaciado de animales. Torres Blandina podría haber escrito una novela compleja, demasiado metafórica, pero ha elegido, con acierto, la brevedad como norma de comunicación. Frases breves, párrafos o escenas breves, capítulos o episodios no demasiado largos, en un elogio a la limpieza como norma literaria. Sin embargo, la novela es mucho más compleja que eso. En cada episodio inventa una situación y unos personajes que la protagonizan con la imaginación echando humo. Pero detrás de cada una de ellas, en las que van cambiando las edades y las circunstancias, modos o desgracias de los protagonistas, cambian, así mismo, las complejas o sencillas relaciones humanas: pueden ser filiales o tratarse entre hermanos; pueden centrarse en la amistad o en la pareja o en el riguroso escalafón militar; puede estar tratando sobre los enfermos y su entorno o sobre dos personas que acaban de conocerse; tal vez se imponga la poligamia o la feligresía, el cosmopolitismo o la soledad, el racismo o la ignorancia social.

Aunque más difícil aún, y lo que da más mérito a esta novela, es la amplitud de la condición humana. Cada episodio versa sobre una reacción o emoción, sin que ninguna se repita. Así pues, nos encontramos frente a una extensa lista que abarca: la piedad, el miedo, la duda, la empatía, el amor, los celos, la solead, la rabia, la desesperación, el estupor, la curiosidad, la fe, el desconocimiento, la histeria, la fobia, la inmovilidad espiritual o las fantasías sexuales. En definitiva, Con el frío trata sobre la condición plural humana. Y esta se conoce llevando a la gente a altos grados de tensión. Eso, junto al éxodo, que es una forma de desahucio, es lo que representa el invierno permanente en esta novela tan extraña como fácil de entender, que es un malabarismo a la altura de los buenos escritores. Con el frío es una novela que al toparnos con ella en las librerías podríamos recordar aquella frase de Camus: “En mitad del invierno encontré en mí un verano invencible”.

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