«Narcos»: Robin Hood no era colombiano
Por Alicia Louzao
Comentamos la primera temporada de la serie «Narcos» de Netflix que trata sobre el narcotraficante Pablo Escobar. A partir de aquí habrá Spoilers.
Narcos nos acerca a un mundo de selvas perdidas y clandestinas cocinas donde se prepara droga, bajo la vigilancia de hombres sudados e insectos. Los colombianos morenos de ojos grandes y tristes contrastan con el policía “gringo” que comienza en su nuevo puesto en la DEA viendo ahorcado a su gato como señal de amenaza. Y así él también se vuelve más oscuro, se contagia de la tristeza y del miedo que azota el país. Y las chicas tienen ojos profundos y piel tostada que reluce bajo el sol asfixiante de los pueblos perdidos.
En la curiosa mezcla de acentos que el oído del hablante de español puede detectar, Narcos se ha introducido en EEUU como un deslizante guante en la mano de una damisela de carruaje vestida de encajes. Sorprende entonces la aceptación del español en América. Un 70% de cualquier capítulo de Narcos se narra en español, con continuos subtítulos en inglés, por supuesto.
Otro dato relevante es la introducción que la serie hace al Realismo Mágico, esa corriente literaria iniciada en Colombia y cuyo máximo exponente es Gabriel García Márquez. En un país en donde los banquetes celebrados con los muertos, la carne de gallina negra y los fantasmas tendiendo sus propias sábanas son posibles, también lo es que un narcotraficante quiera llegar a controlar el mundo.
Y es que Pablo Escobar es el apodado Robin Hood de los pobres. Dona su dinero a aquellos más necesitados y en su actitud se puede entrever una chispa de brillo de esperanza por cambiar su país. Por hacer Historia:
-Sinceramente, yo quiero ayudar a los que lo necesitan, ¿tú me crees?
Entre barcos, aviones y múltiples casas con piscina cuesta considerar este deseo como un auténtico propósito. Pero lo lleva a cabo torpemente, intentando entrar en política y, consecuentemente, enfrentándose a las críticas de aquellos hombres más honestos como lo fue en su día Rodrigo Lara, Ministro de Justicia asesinado por Pablo Escobar. Y es ahí cuando Robin Hood se convierte en terrorista. La Historia ha dado un giro a golpe de matanzas a inocentes. Pablo está descontrolado.
En el momento en que Pablo entra en la importante reunión que se está celebrando entre los más altos cargos políticos, un chico le impide el paso porque no cumple la etiqueta apropiada. Debe lucir corbata. Pablo, relajado, extrae unos billetes de su cartera y le compra al muchacho la corbata azul que él lleva. “Esta corbata hará historia” le confiesa. Pero una vez dentro, Pablo Escobar es expulsado y menospreciado por Rodrigo Lara. Con los ojos empapados en un llanto contenido, Wagner Moura, el actor que da vida a este famoso narcotraficante, se levanta y mira amenazadoramente al Ministro de Justicia. Su sueño se ha quebrado. Y ese es el punto de inflexión. A partir de ese momento, Pablo será el villano de la serie. Wagner Moura está contenido, casi como un actor de cine mudo, su actuación se basa en gestos, en profundas miradas que ayudan al oído del hablante nativo de español a suplir las carencias que pueda percibir en su acento, ya que Wagner es en realidad brasileño.
El espectador entonces busca en otro rostro de ojos rasgados una mirada amiga: el agente de policía Javier Peña, personaje que cobra fuerza a medida que la trama se desarrolla.
Los creadores de la serie Chris Bracanto, Eric Newman y Carlo Bernard nos muestran a un antihéroe del estilo de Tony Soprano (aunque todavía sin la complejidad del desarrollo de los 86 episodios de la serie de los mafiosos italoamericanos, pues de momento se ha cumplido una primera temporada). Pablo Escobar menea la cabeza con disgusto ante el asesinato de un pastor alemán, se sorprende incrédulo con las frases ingeniosas de Hitler que le comenta uno de sus asociados y pide absoluto respeto por Tata, su esposa, a la mujer con la que mantiene relaciones sexuales extramatrimoniales. Y después sufre una metamorfosis que quizás siempre estuvo ahí.
La serie Narcos nos ofrece la biografía de un hombre complejo y peligroso así como de su mundo. A través de retales de periódicos e imágenes del pasado, los creadores de Narcos nos adoctrinan sobre la historia de un periodo lúgubre de continuas guerras y asesinatos. Porque no solo existen Chicago y New Jersey.
-Mira a Pablo convertido en santo.
-Pues claro…manda a la gente derechita al cielo.
Un excelente comentario de la serie, pues desde mi punto de vista cumple con lo profesional de quien la escribe. Personalmente me he negado constantemente a ver o leer estos temas en películas,series o en novelas escritas. Pienso que la realidad que se vive hoy en cualquier parte, sobre todo en países de Latinoamérica, es tan frondosamente cruel que no es a veces necesario seguir metíéndose también en la ficción a sufrir y ver sufrir gente que termina en la delincuencia y como en este caso, gente que sigue a héroes falsos e hipócritas que terminan mostrando «la hilacha» como decimos por acá.
No veo en este tipo de series que a nadie se le ocurra plantear proyectos para terminarlos o instituciones que puedan salvar a la juventud de este flagelo.
Se preguntarán porqué hacerlo si para eso están los gobiernos que deben cuidarnos. Es suficiente recordar que hubo una época en que el cine norteamericano obedeciendo a un proyecto de Estado dedicó todos sus esfuerzos a las series y películas de médicos y policías, porque necesitaban gente que siguiera esas carreras con voluntad y vocación de servicio. Lo que demuestra que es posible una transformación desde la Literatura pero sobre todo desde la cinematografía puesta al servicio del bien común y no para seguir haciéndole el juego a los mafiosos.
Debo repetir que tu artículo está excelentemente escrito y que cumple su función, pues luego de leerte he decidido ver la serie, por lo menos para conocer detalles y probabilidades de algún cambio, si es que eso todavía es posible.
Gracias y saludos.
Muchísimas gracias por tu comentario.
Creo de verdad que esta serie adoctrina, se podría presentar a un Pablo Escobar que ganase la simpatía del público, pero han elegido ceñirse a los hechos y realmente se acaba sintiendo repulsión por este hombre, que primero intentó hacer el bien y acabó convirtiéndose en asesino.
Hay un momento desgarrador en el que aparece un niño casi desnudo y sucio apuntando con una pistola al policía Javier Peña. Esa imagen es muy triste y genera una respuesta de náusea en el espectador, debido al mal que el abandono y la droga han causado en esos pueblos.
Creo que la alusión al realismo mágico (movimiento del que me declaro fan incondicional) es muy irónica en esta serie. Por un lado tenemos los maravillosos cuentos del realismo mágico del ahogado más hermoso o Eréndida, por el otro la imagen más ruda de Latinoamérica, la que se presenta aquí.
Espero que disfrutes mucho de la serie.