‘Familias de cereal’, de Tomás Sánchez Bellocchio
Por Ricardo Martínez Llorca
Familias de cereal
Tomás Sánchez Bellocchio
Candaya
Barcelona, 2015
190 páginas
Si alguien eligiera escribir la vida cotidiana, debería utilizar soportes actualizados, pero que estuvieran a mano en ese momento: desde la servilleta del bar al teléfono móvil, desde el papel higiénico hasta el ordenador portátil. La enumeración de los soportes daría fe de la autenticidad del relato. Tras la lectura de estos relatos que componen Familias de cereal, unas historias con la mecánica bien engrasada, uno tiene la impresión de que Tomás Sánchez Bellocchio (Buenos Aires, 1981) tomó los apuntes de las mismas en cualquier formato. Pero luego la sutileza de su oído los transformó en esta forma inequívoca que es tan argentina como universal. Sánchez Bellocchio está dotado del buen oído del idioma que se habla en su tierra, conoce las sutilezas del realismo del cine argentino y la seriedad efímera, al filo de lo creíble de autores como Carver. Domina la crónica, sin alardes lingüísticos pero con cimientos sintácticos de una precisión sólida, y domina la imaginación, sobre todo la que atañe a lo que mejor conoce, que es la supuesta clase media argentina. Esa en las que las familias están compuestas de cereal: necesitan levadura para fermentar en pan.
El libro se abre con el relato que da título al volumen, un cuento de iniciación en el que ser cámara y filmar ritualmente la vida, como si cualquier cosa pudiera ser un comercial, supone una historia de iniciación en una vida familiar que esconde el odio. Historia de la caca versa sobre el cuarto de baño, sobre el inodoro como tabla de náufrago y el espejo como instrumento de suicidio, y el baño, el agua, para salvar vidas. A continuación, en Animales del imperio, llamamos imperio al padre, y a partir de ahí va desgranando sinopsis de posibles relatos sobre los animales que pasaron por una vida, con tanta fantasía como poderío mitológico. Disco rígido es una delación de la curiosidad, a partir de la historia de unos padres que llaman a un hacker para que desvele los secretos que esconde el ordenador de su hijo, fallecido a causa de una enfermedad degenerativa. En Interrupción del servicio, se recoge el orden en que está organizado un hogar, para ir deshilvanando su significado, algo interiorizado por su habitante. Hacedor del dinero retoma el asunto de lo falsario, a partir del duelo que se organiza alrededor de un anciano millonario que, viendo venir la muerte, se refugia en la primera niñez. El trastorno obsesivo es el protagonista de Cuatro lunas; una familia con problemas de obesidad contrata a un entrenador personal, y a partir de ahí nos inmiscuimos en las relaciones familiares, en abandonos, engaños, estafas, desencuentros, juegos a ser el otro, la falta de autoestima y la duda de qué es lo que de verdad nos alimenta. Mitad de un hermano comienza con lo que aparenta ser el abandono de un padre, para regresar en el tiempo y narrar la relación con un hermano problemático, inayudable, desde el punto de vista de un hermano mayor que ignora qué debe sentir. Fidelidad de los perros versa sobre los celos entre los mejores amigos, una de esas emociones de las que renegamos y que no estaría de más reconocer. Para escribir Ciudad de cartón, Sánchez Bellocchio recurre por primera vez al contraste; ya no es sólo una familia media la protagonista, pues en su vida se incrusta una pequeña historia de desfavorecidos que pondrá todo patas arriba. Algo semejante sucede en La chica del norte, donde una adopción, o una acogida, provoca el choque, y nos lleva a cuestionarnos qué modalidad del cariño debemos sentir, y cuál mostrar.
El libro termina con el relato más largo, La nube y las muertas, en el que se recoge una historia sobre escalones generacionales. Un muchacho enseña a cuatro ancianas a manejarse en internet, en lo que parece una operación para sacar dinero. Pero, finalmente, como si respondiera al relato anterior, descubrirá que sólo existe una razón para sentir cariño, y que este siempre viene en la misma forma. Y es que Sánchez Bellocchio es de esos escritores poco frecuentes que conciben un libro de relatos como un proyecto único. Existe una línea de actuación y una continuidad de voz. Así es como Sánchez Bellocchio ha conseguido componer uno de los mejores libros de relatos del año.