Novela

Y Dios irrumpió de buen rollo, de Román Piña Valls

Por Ricardo Martínez Llorca.

Y Dios irrumpió de buen rollo

Román Piña Valls

Sloper

Palma de Mallorca, 2015

246 páginas

portada y dios copia 2 (1)En el cuadro de Goya donde dos hombres intentan tumbarse a garrotazos, los detalles más llamativos no son, en realidad, los metafóricos, sino el hecho de que ambos tengan el as de bastos dispuesto a lanzar el golpe, y no sacudiendo, y que sus piernas estén hundidas en un fango que imposibilita la escapatoria. Esta situación es la del destino de la amenaza condenado no a repetirse, sino a perpetuarse. En buena medida, el cuadro repite el mito de Sísifo: cuando está a punto de alcanzar la luz de la cima, la piedra cae de forma que su ida y vuelta sea, también, una permanencia, y Sísifo esté citándose con la violencia que no llega a suceder: Sísifo suda, pero la piedra jamás le arrolla.

Ese estado de la historia condenada a repetirse es el de la humanidad cumpliendo una y otra vez idénticos paradigmas. Y de ellos no se puede salir ileso, aunque las torceduras en las articulaciones y los ardores de estómago tampoco impidan imaginar que existe una vida. Que en el caso de la propuesta de Román Piña Valls (Palma de Mallorca, 1966) en este Y Dios irrumpió de buen rollo, se centra en la vida social y en la articulación de la Polis; es decir, en el hecho inevitable de que cada acto que intenta modificar un trozo de la vida en común es política. La novela está escrita en este tiempo presente, cuando la irrupción de Podemos y el separatismo catalán supone la pérdida de los clásicos partidos entre el Real Madrid y el Barcelona. La presencia de lo propio de nuestros días, como los twits o las redes sociales tampoco impiden la universalización de esta obra. Aunque habrá que ver cómo resiste el paso del tiempo.

Por un lado, se trata de una novela de género: la actualidad. Y por otro no deja de representar algo que ha sucedido en más ocasiones a lo largo de la historia: durante los reinados de los borbones, por ejemplo, o al principio de los años ochenta. Los protagonistas son dos personajes antagónicos, una monja y un periodista que se confabulan para tratar de salvar los muebles de la patria. Si es que eso que aparece delimitado por líneas que llamamos fronteras en los mapas, es la patria. En medio de este naufragio, que es un lugar común desde antes de los tiempos de Goya, de vez en cuando aparecen escritores como Román Piña Valls, dispuestos a sentarse sobre su propia ironía para traducirnos el espectáculo del momento, ese que abre los telediarios. Esta novela es un órdago a tomarnos todo como una sátira seria y un relato de humor. Román Piña es de esos escritores capaces de descubrir en mitad de un bosque a una pareja de ratas grises encaramadas a las ramas para comer cerezas encendidas, y sabe que de ahí cabe sacar una novela que nos ayude a mirar con sonrisa cómo se apaga otro día.

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