Dislexia y otras anomalías en escritores (de Poe a Bolaño)

 

Dislexia

La dislexia es una anomalía que dificulta la lectura e imposibilita su comprensión correcta. Muchos personajes importantes ‒intelectuales, artistas, científicos o políticos‒ fueron disléxicos. Basta hacer una simple búsqueda para encontrar decenas de listas que repiten casi invariablemente los mismos nombres. Listas que, sin embargo, no son del todo fiables porque no están lo suficientemente constrastadas. Actualmente no siempre es fácil obtener un diagnóstico de dislexia, lo que demuestra la imprecisión de un diagnóstico que se hace sobre una persona que en el peor de los casos lleva fallecida varios siglos y que se monta sobre la base de testimonios. El término «dislexia», empleado por vez primera en 1887 por el doctor Rudolf Berlin para describir la lesión cerebral de una persona adulta que le causaba la pérdida de la capacidad de leer, es difícilmente aplicable a personas que murieron antes de que los síntomas fueran descritos.

 

Es lo que ocurre, por ejemplo, con Leonardo da Vinci, uno de los personajes que encabeza todas las listas. A da Vinci se le atribuye TDAH ‒Trastorno por déficit de atención con hiperactividad‒ porque era un personaje con una curiosidad insaciable y dislexia porque sus cuadernos de notas están llenos de una escritura aparentemente indescifrable, aunque hay que recordar que eran notas personales y que da Vinci nunca tuvo intención literaria ni interés por publicar. Otros conocidos disléxicos que no lo son serían Einstein y Churchill, según Chapman, Presidente de la International Academy for Research in Learning Disabilities.

 

   Pero eso no quita para que sí que existan verdaderamente muchas personas con dislexia que consiguieran triunfar en la vida. Especialmente son interesantes los casos de los escritores. El origen de sus dificultades fueron las letras, pero no solo consiguieron salir adelante sino que además decidieron entregar su vida por completo a ellas. Como si una persona con vértigo se hiciera acróbata. Y en algunos casos como si se lanzaran al vacío sin red.

William Butler Yeats

   Uno de los escritores disléxicos más célebres fue William Butler Yeats. Yeats no fue un buen estudiante, y debido al problema que tenía la literatura era lo que peor se le daba. Tuvo grandes problemas para aprender a leer y la severidad de su padre como tutor precisamente no ayudaba. Es famosa la anécdota que cuenta que su padre, cansado de los escasos progresos de su hijo, le acabó arrojando un libro a la cabeza. Aunque Eileen Simpson recuerda que cuando el padre de Yeats admitió que su hijo nunca aprendería a leer bien decidió leerle él mismo en voz alta, algo que estuvo haciendo entre los nueve y los dieciséis años. Yeats recordaría toda su vida las lecturas paternales de autores clásicos y se sentiría en deuda con ellas. Yeats mantuvo incorrecciones y faltas de ortografía durante toda su vida, lo cual no le impidió ganar el Premio Nobel de Literatura en 1923. Sobre la educación, que tanto le traía de cabeza, escribió: «La educación no es llenar un cubo, sino encender un fuego».

 

Agatha Christie

Agatha Christie tenía su problema bastante asumido y ya desde su niñez era considerada la lenta de la familia. Además de dislexia tenía disgrafía, por lo que tampoco podía escribir correctamente. No era simplemente una mala caligrafía: nadie podía entender su letra. La solución fue dictar siempre sus novelas a un asistente que las transcribía. Hay una curiosa anécdota en torno a su disgrafía. Tras la muerte de Agatha Christie aparecieron entre sus pertenencias en su residencia familiar de Greenway más de setenta cuadernos escritos a mano. Como nadie podía descrifrar su letra esos cuadernos fueron prácticamente ignorados durante mucho tiempo. Hasta que finalmente John Curran se atrevió a descrifrarlos y descubrió que en ellos había dos novelas inéditas de Hércules Poirot, publicadas por Suma de Letras como Los cuadernos secretos de Agatha Christie.

 

Roberto Bolaño

Como Yeats y como Agatha Christie, Roberto Bolaño también fue escritor disléxico. En su caso, sin embargo, fue algo más anecdótico que traumático. En una entrevista publicada en Playboy México, la última entrevista que concediera antes de su muerte, cuando la periodista Mónica Maristain le pregunta por su dislexia él responde con humor que no le causó ningún problema, que simplemente era zurdo para jugar al fútbol y masturbarse y diestro cuando escribía.

 

Hay escritores a los que se les ha diagnosticado TDAH, generalmente asociado a malos resultados académicos. Ocurre con Julio Verne, un espíritu inquieto que tiene grandes dificultades para concentrarse en una sola cosa; y también con George Bernard Shaw, que rechazaba abiertamente el sistema educativo. Sobre él dijo que los profesores eran carceleros y que las escuelas eran prisiones donde se mantenían a los niños para evitar que molestaran.

 

En el caso de determinados escritores el diagnóstico de dislexia se complica. Parece que Flaubert tenía problemas con la lectura, según afirma su sobrina Caroline Commanville. En el caso de F. Scott Fizgerald se debe a su pésima ortografía y a que era un mal estudiante. Pero aunque acabara abandonando la carrera, lo cierto es que consiguió llegar a la Universidad de Princeton. Muy dudoso en cualquier caso es el diagnóstico de dislexia de Hans Christian Andersen. Kihl, Gregersen y Sterum defedían que Andersen no tenía dislexia. A través de un estudio pormenorizado de sus manuscritos desde los veinte a los setenta años demostraron que el porcentaje de errores encontrados era insignificante. Principalmente eran errores fonológicos, admisibles en personas sin dislexia.

 

En muchas de las listas también se incluyen autores que evidentemente no tuvieron dislexia y que han acabado en ellas por errores de comunicación que hacen que Internet parezca el juego del teléfono. Edgar Allan Poe y Lewis Carroll no tuvieron dislexia, aunque sí epilepsia; tal vez el parecido entre las palabras haya llevado a perpetuar el error. Tampoco tuvo dislexia Ernest Hemingway, aunque sí su nieta Margaux Hemingway. Parece que alguien escribió alguna vez que Hemingway tenía dislexia y no comprobó de qué Hemingway se estaba hablando.

 

Como los escritores que tuvieron síndrome de Tourette y que sin embargo consiguieron triunfar en el mundo de las letras, los escritores con dislexia también son personas dignas de admiración por su capacidad de superación. Pero aunque su ejemplo pueda servir de inspiración a muchas personas, es preferible, en honor a la verdad, no meter en el saco a aquellos que no les corresponde. Es suficiente con los ejemplos verdaderos para demostrar que este problema no puede impedir llegar a nadie tan lejos como se proponga.

 

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