“AHORA SÉ KE VIVIRÉ SIEMPRE»

Veinteañeros

Silvi Orión

Ediciones AMARGORD

Por Miriam Baquero Leyva

12405246_10153217740371975_428808142_oAsí lleva por nombre la exposición de Silvi Orion que han reposado sus cuadros este pasado mes diciembre y se quedan un ratito más en enero, en el bar Diablos Azules (c/Apodaca 6, metro Tribunal o Bilbao, Madrid).  Con su primer poemario publicado, «Veinteañeros» (editorial Amargord), te la puedes encontrar rodando por rincones alegres aquí y allá con toda la pasión de quien pone su vida en el arte. Decía Hermann Hesse hablando de las obras de los artistas: «…se eleva por un momento tan alto sobre su propio destino, que su dicha luce como una estrella, y a todos aquellos que la ven, les parece algo eterno y como su propio sueño de felicidad.» Les quería hablar de la autenticidad de quien se vierte sin filtros en sus cuadros y en su poesía, investiga los límites de lo desconocido y se atreve a contárnoslo cargada de inocencia y sabiduría. Comprender las sombras humanas,  jugar con la inteligencia de la mente visionaria a crear otras opciones de realidad. Un canto al amor y la libertad con el impacto de toda la sinceridad con que Silvia pronuncia estas palabras dentro de su arte.

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Fotografía de Sara Baquero Leyva

Hay en sus cuadros un viaje por el flúor de la psicodelia trayendo cuentos de otras galaxias, nanas universales, la risa de los dinosaurios o la fiesta que quedó colgada de la cola de un cometa. Está el volcán del triángulo del equilibrio, está lo conceptual y experimental, está ante todo siempre presente la música. Un derramamiento de vino, tierra y la madera que aún no ha sido arrancada de los árboles. Piezas tan vivas como ventanas de verano en las que perder la mirada en una suerte de recorridos por el alma propia.

Su poemario, «Veinteañeros», se la juega llamándose así, como los años salvajes y dulces por excelencia, y lo logra. Con un espíritu propio haciéndose eco de estos años y a la vez el descubrimiento del meollo de la vida atemporal. Silbar tranquilo, entre el trigo verde, su poema «La vida manda». No se necesita saber mucho más. Va desgranándose  de una manera u otra el gran espectro de voces del mundo para fusionarse finalmente todas en una sensación de paz alegre. Un cariño como canción de cuna lo respira y el alma encuentra que se cuenta con ella y sobre ella con festejo. Un libro de girasoles y amapolas,  oníricas madrigueras y frescas ganas de la vida en estado puro.

Acertó Jaime Gil de Biedma al decir «Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde  -como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante.»  Bienvenidos a los mejores años de nuestra vida.

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