Novela

Y tú no regresaste, de Marceline Loridan-Ivens

Por Marta Marne de Leer sin prisa.

Y tu no regresaste_129X205No sé si tan solo me pasa a mí. pero a veces siento que algunas de nuestras guerras más recientes sucedieron hace muchas generaciones. Y no, no es así. Quizá por eso resulta más escalofriante leer testimonios de personas que estuvieron allí y aún sobreviven. Una de esas personas es Marceline Loridan-Ivens. Es una de las 160 personas que aún viven de las 2.500 que lograron escapar o ser liberadas de un campo de concentración. De los 76.500 judíos de Francia que partieron hacia Auschwitz-Birkenau. De los seis millones y medio que murieron en los campos.

En “Y tú no regresaste” Marceline escribe una carta ficticia a su padre, que fue apresado y enviado a Auschwitz a la vez que ella a Birkenau. Una vez allí, hombres y mujeres eran separados en campos independientes, y tan solo se volvieron a ver un par de veces más. Ella consiguió salir con vida de allí, su padre no.

Marceline hace un repaso por su vida, rememorando la crudeza del campo de Birkenau y cómo el instinto de supervivencia era más fuerte que cualquier sensación de miedo o de derrota. Cómo cavaba zanjas en las que posteriormente enterrarían a sus compañeras, y no sabía si quizá ella terminaría allí. Cómo clasificaba la ropa de las muertas, ropa que les era reasignada, y que siempre era de mayor tamaño que su talla ya que mintió sobre su edad y a sus 16 años la asignaron a un campo de adultos. Cómo su única posesión era la cucharilla con la que comían y cómo debían esconderla entre los dobladillos de su ropa. Cómo los cuerpos dejaban de serlo para convertirse en pellejos que recubrían esqueletos, plagados de piojos.

Y a pesar de todo el dolor, de los olores de los cuerpos quemados, del hambre y el sufrimiento, quizá lo más duro de todo fuese la vuelta. Volver a una existencia que ya no tenía sentido, cargar toda su vida con el sentimiento de que debería haber sido su padre y no ella quien hubiera vuelto. Regresar al mundo de los vivos, cuando has estado tanto tiempo rodeada de muertos. Tratar de afrontar el día a día, vencer las ganas de poner fin a tu vida.

Lo más doloroso de todo ello es esa ausencia del padre, de no conocer cuál fue su destino, cómo finalizó sus días. Tan solo cinco años después el gobierno francés le dio por desaparecido, y con ello por muerto.  Pero no pudo dar sepultura a sus restos, no tiene una tumba en la que ir a llorar su dolor, no conoce la historia completa. ¿Sufrió? ¿Padeció torturas y dolor? ¿Murió en la cámara de gas? ¿De alguna de las cientos de enfermedades que les asolaban?

Y tú no regresaste” no es una novela. Tampoco es exactamente un ensayo, ya que la manera de estar relatada la historia es heredera de la novela. Es un modo también de que la digestión de lo que nos relata Loridan-Ivens se haga más fácil dentro de la dificultad de afrontar esta realidad; de aceptar hasta dónde puede llegar la crueldad humana, el fanatismo, la estrechez de miras, la falta de tolerancia hacia lo diferente, hacia lo desconocido. Una de esas historias que es necesario leer para no olvidar.

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