«Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente», de Ramón Andrés
Por Oriol Alonso Cano.
El suicidio se ha erigido en uno de los temas cruciales en la historia de la cultura. Desde que, en los albores de la civilización clásica, la tragedia griega pusiese el acto suicida como el eje central sobre el que gravitaban algunas de las obras más relevantes (El Áyax de Sófocles es un ejemplo paradigmático) o Platón expusiese la célebre concepción que aprender a filosofar no deja de ser otra cosa que aprender a morir, puesto que la muerte era el zócalo en el que descansaba toda la arquitectura vital del individuo, hasta alcanzar las propuestas contemporáneas de Heidegger, Blanchot o Cioran, por citar tres de las más representativas, el fenómeno de la muerte en general, y del acto suicida en particular, se ha convertido en uno de los aspectos nucleares que ha impregnado el pensamiento, la literatura y, en términos generales, el arte occidental.
A lo largo de los siglos, y desde diferentes vertientes artísticas, se ha intentado plasmar, explicar o exhumar la naturaleza intrínseca del suicidio. En el campo de la pintura, por citar un ejemplo, sólo cabe observar cómo, desde Giotto, con su fresco Desperatio, pasando por Botticelli, Cranach, Rubens, Poussin, Durero, Reni, Manet o Goya, entre otros muchos, el acto suicida se ha alzado como uno de los motivos principales de representación pictórica.
Y es precisamente bajo este pretexto en el que debe alojarse la lectura del último libro de Ramón Andrés, editado pulcramente por Acantilado bajo el título de Semper dolens. Una historia del suicidio en Occidente. La obra, que en gran medida es una reescritura de las premisas que ya planteó Andrés en la primera edición del libro en 2003, persigue establecer una reconstrucción genealógica del suicidio para extraer los diversos entresijos que lo constituyen.
Mediante una excavación en las creencias, prejuicios, consideraciones y puntos de vista de las diferentes culturas que han dominado la historia de occidente, Andrés expone crudamente, pero con una encomiable honestidad, los múltiples aspectos que caracterizan el fenómeno que pretende analizar, así como los momentos cruciales en los que se anatemizó tanto la conducta como la figura del suicida.
Con una vasta erudición y una capacidad analítica capaz de penetrar en los sólidos velos culturales, consigue adentrarse en los subsuelos del imaginario cultural de las diversas etapas históricas y extraer miedos, injusticias, arrebatos dogmáticos que han tejido los planteamientos occidentales acerca del suicidio.
Sin embargo, esta genealogía, lejos de caer en el abismo académico y presuntuoso, consigue transmitir diáfanamente al lector la vertiente poliédrica y multidimensional del fenómeno. Dicho en otras palabras, al adentrarse en las innumerables perspectivas en torno al suicidio, Ramón Andrés coloca al lector en las infinitas capas que componen todos los aspectos relacionados con el acto: desde las motivaciones iniciales que germinarán la conducta futura hasta observar la diáspora de consecuencias finales que acarreará el acto.
Y, a su vez, distanciándose de ser una elegía a la desesperación, el retrato genealógico del suicidio que ofrece Andrés es un canto que clama por la vida, un grito que apuesta por la vitalidad, que aborrece la servidumbre ideológica del presente y apuesta, en términos heideggerianos, por la propiedad y autenticidad de la persona.
—–
Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente
Ramón Andrés
Ed. Acantilado, 2015
512 pp. , 24’90 €