Ramón Lobo: “En este país tenemos todos los héroes equivocados”
Por Carlos E. Martínez @CarlosMartnez90 Fotos: Verónica de la Calle
Ramón Lobo es la definición más acertada de periodista de raza. Podría enunciar de carrerilla las decenas de guerras que ha cubierto, como si fueran cicatrices que todavía supuran en su piel. Pero ahora, dejando el chaleco antiemociones aparcado y con los sentimientos a flor de piel, nos muestra su lado más personal y familiar en “Todos náufragos” (Ediciones B) donde realiza su propia transición, para poder firmar así la paz en una guerra interior eterna que arrastraba contra su padre.
¿Es la guerra su estado natural?
No sé. Ha sido mi trabajo durante 20 años y quizá una parte de mi vida, la guerra contra mi padre y contra todo lo que representaba.
¿Nacen sus ideas de un pulso echado a su padre, o de propias convicciones?
Nacen del pulso, de cuando quiero construirme contra él. Luego he ido confirmando que es así como pienso, me he ido buscando vínculos, no sólo con la realidad, sino también con una parte de mi familia.
Su familia, sobre la que pivota a lo largo de la novela, ha sido el reflejo perfecto de la España náufraga del SXX.
Sí. Sobre todo es como una parte brillante de la familia: mi bisabuelo, su hermano, y creo que también sus padres que eran progresistas, mi abuelo que era republicano… toda esa parte desaparece en la siguiente generación con tres hijos que van a la División Azul. La conclusión a la que llego en el libro es que la Guerra Civil, y después la dictadura, destrozan a la familia igual que al país. De ahí que juegue con estos dos planos. Creo que mi generación, la que hizo la Transición, ha heredado heridas de la Guerra Civil; somos una generación averiada.
Compara a la Transición con un tren que parte, dejando en el andén maletas llenas de recuerdos. ¿Qué nos dejamos en el camino?
La memoria histórica, no sólo los cadáveres de las personas desaparecidas, porque en la dignidad de esas familias está la dignidad de este país. Es escuchar a las víctimas, abrir el relato, comprender que todos hemos hecho cosas mal, profundizar en la educación, que en la Transición ha sido el gran fracaso. Todo eso nos ha impedido crear un país sano. Somos un país basado en silencios, cuando tendría que estar basado en voces. Un país que nos pintaron en negro, y en ese color nos hemos quedado. Creo que si hubiésemos trabajado más en la educación y en la memoria, y en que en una guerra civil todo el mundo comete errores, seríamos un país con un mayor sentido colectivo, con mayor intransigencia a la mentira y a la corrupción.
Sin embargo dice que Sudáfrica fue un modelo de transición…
La gente habló, se creó ese espacio. Y se ofreció amnistía para aquéllos que habían torturado y asesinado, pudieran contarlo. Recuerdo una escena muy bonita con Desmond Tutu de presidente del tribunal, cuando un policía explicaba cómo habían quemado a un joven, troceado y asesinado. La madre, que estaba allí, se puso de pie y le dio las gracias, porque ella sólo quería saber qué le había sucedido a su hijo. Al final el policía también lloró, Desmod Tutu… Ese tipo de catarsis no la hemos tenido, aquí todo está basado en silencios. En el libro me he dado cuenta de que en el bando de los vencedores, como mi familia, siempre ha habido un silencio. Quizá se ha hablado más en las familias de los vencidos, pero hacia dentro. Éste es un país que no ha salvado cosas. Me sorprende que políticos como Albert Rivera, que son políticos jóvenes, digan que la memoria histórica es abrir heridas. No es un problema de heridas, es un problema de higienizar este país. Gran parte de este país necesita una mirada distinta. Cuando hay un partido como el PP, que no considera una dictadura lo que sucedió aquí, es que algo está mal. O que esperanza Aguirre diga que el Franquismo no se impuso, que se aceptó. Que haya gente que pueda decir estas cosas me parece hiriente, y demuestra el nivel intelectual del país en general.
Hace poco salía un profesor de la ESO criticando en Internet unos libros en los que se decía que Azaña “pasado un tiempo fue a Francia donde murió” y que Lorca murió en Granada…
Sí. Es un ejemplo muy claro. Si vamos a los colegios, la historia de España acaba en Alfonso XIII. No se estudia ni la Guerra civil ni el Franquismo. La educación no es algo que sea un relato cerrado, hay que provocar, despertar un interés en los niños. Cómo vamos a comprender el hoy si se acaba todo en Alfonso XIII. No sé cómo se estudiará hoy el SXIX, pero cuando yo lo estudié no valía para nada. En este país no hemos entendido que ha habido siempre una lucha entre el progreso, y la resistencia a éste. A finales del SXVIII la Iglesia consideraba pecaminoso el liberalismo, que los obreros pidieran derechos… todo eso se tuvo que pelear y conseguir. Aquí la historia se enseña muy plana, sin puntos de vista, no hay un relieve.
La escala cromática en este país, se ha reducido a blancos y negros.
Es un país que ha estado en blanco y negro muchos años. Me recuerda mucho a Serbia, país con el que juego mucho en el libro. A mi traductora le decía siempre: este es un país en blanco y negro, y cuando empezó a despertar, le decía: mira, ese edificio tiene color, esa mujer, ese coche… Eso se puede aplicar aquí. Actualmente somos un país en color, eso es innegable, pero se nos ha olvidado que venimos del blanco y negro hace dos días, y que ha requerido un gran esfuerzo. Cito en el libro a Petros Márkaris, que es un gran escritor griego, que decía sobre Grecia, cita atribuible a nosotros, que hemos pasado de la cultura de la pobreza a la de la riqueza, sin pasar por la del esfuerzo. La economía funciona por el pelotazo y los amiguetes. Es un país enfermo, y todo procede de la falta de una Transición sana, que hay que completar. No digo que todo esté mal. Como dice Soledad Gallego-Díaz, se hizo lo que se debió, pero ya se nos ha quedado pequeña. Este libro es eso, una segunda transición. Mi padre murió en el 83, yo hice un apaño como el que hicimos aquí y ahora he hecho una transición mucho más generosa, y menos ideológica. El resultado para mí es mucho más gratificante.
¿Supuso este conflicto con su padre una huida hacia las guerras?
Un periodista inteligente va una vez a una guerra y no vuelve. Los que volvemos varias veces es que algo no funciona bien en nuestra cabeza. Las guerras eran una extensión de la vivencia interior que tenía. Después me he dado cuenta de que cuando hablo de mi familia de aquí, siempre hay guerras, hecho que no encuentro en la parte de mi familia extranjera. Es curioso, quizá sí, la guerra era mi estado natural.
¿El periodismo nos salva?
Sí, a mí desde luego me ha salvado. Si no hubiera sido periodista, habría sido un imbécil total, no parcial como ahora. (risas). Este oficio me ha permitido vivir otro tipo de vida. La conclusión a la que llego después de 60 años es que ha merecido la pena.
Pedro Simón dice que se tiene la impresión de que el reportero es una figura que llega al protagonista, lo abre, saca sus entrañas al sol, lo cierra y se va…
Si lo haces bien no tiene por qué ser así. Al hablar con la gente, tienes que conseguir empatizar con ellos, poner tu emoción, exponerte a ti. Si lo consigues, la otra persona se abrirá. Además, hay que encontrar una conexión entre esa historia pequeña, con una historia grande. Ese contexto se consigue con experiencia, con oficio y con jefes que te lo exijan. Recuerdo cuando estaba en Kosovo que escribí una historia de un hombre que tenía una funeraria, que se dedicaba a buscar cadáveres de serbios enterrados en el país que se iba a independizar. La historia no me la publicaron en seguida, me puse a leer un libro de política y mitos en los Balcanes, y me acordé de una frase de Karadžić, que fue un líder serbio en Bosnia, que decía algo así como “Serbia llega hasta donde llega la última de sus tumbas”. Llamé inmediatamente al periódico y cambié dos o tres cosas. Lo que se estaban llevando no eran las tumbas, sino la frontera. Eso es darle una perspectiva a una historia pequeña.
En el libro no habla mucho de tus años en El País, ¿Cómo recuerda esos 20 años?
Hablo poco porque no me gustan las cárceles, y vivir en el rencor es una cárcel. Primero porque no me apetece, segundo porque no es útil, y tercero porque tengo amigos ahí. El ir contra el periódico por el pequeño detalle de que me han echado me parece poco inteligente. Tengo mis opiniones, las expresé después del ERE. No hablo ni bien ni mal, estoy muy agradecido por esos años. Me he dado cuenta de que esa actividad es más puñetera para el periódico. Un periódico tiene derecho a despedir. Otra cosa fue si hicieron despidos inteligentes, si la lista era la correcta, si hicieron bien el ERE… Yo creo que se hizo mal, y seguramente si lo repitieran, no lo harían de la misma forma.
Ante la nueva coyuntura que está viviendo el periodismo, ¿Cómo ve la evolución?
El periodismo tiene muchos problemas porque hemos cultivado un tipo de lector que se cree que todo es gratis. Se han juntado varios problemas; por un lado la crisis económica, la crisis de un modelo, y una crisis de talento: hemos renunciado a nuestros principios periodísticos. En España es muy claro, nos creemos todo lo que dice el poder, cuando casi todo lo que dice suele ser mentira o medio verdad. Los periódicos se llenan de corta y pega, de periodismo recreativo, y faltan historias. Hemos trabajado para un lector que no lee periódicos, todo de manera muy audiovisual. No hemos sabido leer las ventajas de Internet. No se puede dar a las 10 de la noche el periódico del día siguiente, tienen que ser historias distintas o complementarias. El New York Times tiene 33 personas en infografía, mientras que en El País eran 5; con eso no puedes competir. Si los periódicos se consiguieran financiar por los lectores, serían totalmente independientes; si depende de los bancos, no va a ser así. A pesar de estos problemas, tendemos hacia un mundo mejor. Hemos superado el telégrafo, la radio, la televisión,… esto es sólo una crisis más. Hay que explorar nuevas vías de financiación. Otro defecto muy grande es no mirar al gran mercado que supone América Latina.
Después de todas las guerras que ha cubierto… ¿sirven de algo?
No sirven para nada. Son una distorsión absoluta, causan unos daños emocionales tremendos a la sociedad. En el libro hablo de tres generaciones dañadas por la guerra. Un amigo psicólogo que trabajó en Liberia habla de cinco. Para conseguir una reparación después de una guerra tienes que castigar a los asesinos y escuchar a las víctimas, a todas. Nunca va a haber una justicia absoluta. Además, este país tiene los héroes equivocados. En el libro pongo dos ejemplos muy claros: el conocido como Ángel Rojo de la CNT, que salvó muchas vidas de franquistas; mientras que el doctor Muñiz era un pistolero, un asesino. No hemos sabido rescatar a los héroes correctos. El Cid luchaba con el bando que le convenía, ya fuera moro, cristiano… Mientras que a Alfonso VI, que fue manchado por “El cantar del Mío Cid”, un libro de ficción, le tienen dedicada una calle pequeña en Madrid, un rey que cuando tomó Toledo se proclamó rey de las tres religiones, algo muy innovador para su época. Otra cosa que me he dado cuenta sobre la guerra civil es que no hay placas, no hay memoria… En Madrid estuvieron la cárcel modelo, el hotel Florida…Es como si no hubiera pasado la guerra por aquí..
¿Es la guerra de Siria una redundancia o una excepción?
Las guerras lo único que hacen es aplazar las revanchas. Tiene que haber política, diplomacia, economía… No estoy en contra de que se bombardee al DAESH, no soy un pacifista de libro. De lo que sí que estoy en contra es que la primera reacción sea bombardear, no es una solución. Puede ser parte, pero también tiene que haber una guerra económica, una lucha contra el califato, terminar con la venta de armas,… Lo que no puedes es bombardear Raqqa. ¿Por qué no bombardeamos Molenbeek, que es el barrio de Bruselas de donde salen muchos de los radicales en Europa? Porque hay una mayoría inocente. Si tienes un plan, luego puedes bombardear. Pero hay otras realidades que tienes que aceptar, no se hacen lecturas complejas al respecto.
Se puede apreciar el mismo semblante en las fotografías de los refugiados se la Guerra Civil, de los que huyen del hambre, de los sirios… ¿No aprendemos?
En el fondo es siempre la misma imagen. Son terribles. Después se ha hecho mucha demagogia. Ellos huyen de un París diario. Evidentemente tienes que saber quién entra, hay que cumplir unos requisitos para ser refugiado. Esta crisis nos ha pillado de sorpresa, ya que la guerra comenzó a principios de 2011 y aquí hemos vivido en la inopia. Hemos firmado legislaciones internacionales que nos exigen acoger a las personas con derecho de asilo. El delito lo cometemos nosotros cuando no los acogemos, no ellos al romper las barreras. Ni todos pueden venir, ni podemos hacer oídos sordos. No buscamos la memoria. En los atentados de París hubo una historia muy inquietante. Uno de los atentados fue en “La pequeña Camboya”, restaurante seguramente regentado por antiguos vietnamitas. En los años 70 salieron cientos de miles de personas hacia Canadá, EEUU, Europa… huyendo de la guerra en barco. A día de hoy han incorporado a las sociedades perfectamente y esto ha producido un enriquecimiento también por nuestra parte. Generar el miedo no lleva a ningún sitio.
El discurso fácil cala en nuestra sociedad…
La población es generalmente muy inculta, y este problema viene de la educación, que está ideada para que la gente obedezca, no para que piensen por sí mismos. Los medios de comunicación no son brillantes, y los medios escritos son para una minoría. Si tú ves Tele5, da igual el momento, siempre están discutiendo; gente intrascendente sobre temas intrascendentes. Esas personas pueden decir chorradas, como Mariló Montero, que se cuelan en la sociedad, y como no hay nadie para llevarles la contraria, cala en la sociedad.
Dice Manuel Vicent en una columna dominical que la palabra tabú en Cataluña es Sarajevo.
No, no creo. Cataluña se está dirigiendo hacia un lugar peligroso. Se acercan más a la idea de Kosovo, de soberanismo, aunque no cuentan con el respaldo de un país importante para llevar a cabo este proceso unilateral. Quizá le apoye este país de los Balcanes, por rencor hacia España. Es un juego muy peligroso. Todo nace de la crisis económica y de la ficción de que independientes este panorama se acabará. En Cataluña hay gente como Mas que son oportunistas, gente de Convergencia a la que esta deriva les ha cogido de sorpresa, Esquerra y la CUP juegan en su campo y de manera seria respecto a sus ideas… No sé hacia dónde irá todo esto, pero tampoco veo un ejemplo en los Balcanes. La solución más lógica para mí es el referéndum. El único problema es que Mas no lo puede convocar, es necesario un pacto con el Gobierno central, hecho que no está dispuesto a aceptar el PP. Aún así yo creo que lo perderían los independentistas, por eso no quieren que se lleve a cabo.
¿Ha servido el libro como método de sanación personal?
Sí. En primer lugar para echar la vista atrás y agradecer lo que he vivido. Y en segundo lugar para ver que llevaba 32 años en un campo de batalla en el que no había ningún ejército. Ahora sí tengo esa sensación de paz. Incluso contra todo lo que representa mi padre. Acepto la autoridad, la jerarquía, pero si es democrática. El otro día fui a limpiar la tumba de mi padre, y a arreglar la de mi bisabuelo. Tengo que quitarme un poco de tripa, para que esta etapa dure un poco más.
Buen tipo,este Ramón Rojo.