‘La noche boca arriba’, de Julio Cortázar
Por Octavi Franch.
Aunque soy consciente de que ya se han publicado varias críticas sobre este relato, llevo muchísimos años, en concreto desde 1997, queriendo hablar sobre él. En esa época, cuando un servidor justo empezaba a aprender a escribir literariamente, tuve la suerte de descubrir a Cortázar y su obra por imposición, ya que uno de mis más célebres profesores, el ilustre escritor Isidre Grau, nos encargó su lectura y posterior crítica compartida con el resto de compañeros y él mismo.
Siempre he predicado que para mí es el mejor relato de todos los tiempos. Los motivos voy a intentar plasmarlos negro sobre blanco a continuación. Gracias a este cuento, yo descubrí la literatura como lector, como un lector que estaba a punto de convertirse en escritor. Pero comprender los mecanismos narrativos de un autor con el fin de conseguir su objetivo fue uno de los momentos más divinos de mi vida creativa con las palabras.
Como en cualquier obra literaria, el título no puede ser gratuito. Y aquí, evidentemente, tampoco lo es. La palabra “noche” aparece un sinfín de veces en el cuento y la expresión “boca arriba” yo he contado que hasta 6, y lo hace in crescendo a medida que nos vamos aproximando al clímax y, por ende, a la resolución del conflicto. También hay que parar mención a la cita del preámbulo, la cual forma parte del propio texto. Pero al tener ese tono histórico beligerante, uno puede llegar a pensar que ha sido obtenido de una enciclopedia o tratado indígena. Este relato consta de un doble planteamiento: el del supuesto presente, donde un chico tiene un accidente de motocicleta, y el del supuesto sueño, en que un moteca es apresado por unos aztecas. Aquí ya tenemos pues el primer engaño literario de Cortázar: habla de una tribu, los motecas, en honor a los motoristas, es decir el tipo de ciudadano urbano que es el propio protagonista de la historia. Durante este primer tercio del relato, el autor ya nos ofrece pistas sobre su farsa narrativa, como por ejemplo el largo zaguán del hotel, el reloj de la joyería, el Sol, la naturaleza en general y los pájaros en particular, las bromas de los espectadores del accidente, el dolor y la sangre, el señor con guardapolvo que le ofrece un trago, la extraña camisola de dormir, la lápida negra, el médico y algo que brilla.
Durante el resto del nudo, y con el sueño en primera instancia, podemos observar como hay cosas que no nos acaban de cuadrar, para bien del lector y a causa del excelente trabajo del escritor: soñar con olores, el pantano y las marismas y el hedor a guerra. Como colofón a la parte final del nudo, el vecino de nuestra víctima (el cual aporta una objetividad cuaternaria ideal para que el narrador nos vaya sacando y volviendo a meter en la historia supuestamente real y central), la sed por haber corrido tanto y el caldo de oro son los elementos diáfanos de que las cosas no van por donde tenían que ir.
En el preclímax del relato, se junta todo: el accidente, el sueño, el presente, el pasado y el viaje profético del supuesto moteca a un futuro más real y creíble imposible. También es necesario comentar el trabajo de los tempos de la narración, ya que el accidente va de presente a futuro, pero en cambio el sueño va de presente a pasado, cuando en realidad es un sueño en futuro estando en el presente y recordando hechos del pasado más inmediato.
En resumen, una obra maestra totalmente atemporal que a los relatistas ya nos hubiera gustado escribir, ya fuera en el pasado, presente o futuro.
Adoro a Cortázar desde siempre y para siempre.
Tu artículo me parece excelente. Has «destripado» el cuento metiéndote en sus entrañas.
Como lectora y aún como escritora coincido plenamente con tu estudio.No es fácil escribir en tan poco espacio sobre un cuento de Cortázar y acertar con el análisis.
Gracias. Comparto.
Saludos Norma Aristeguy