«El cínico»: Chevi Muraday baila donde se aloja la angustia

Por Horacio Otheguy Riveira

 

Tres músicos iluminan el periplo dramático de un hombre que se baila a sí mismo, procurando reconstruir lo que le queda de vida. Sucede entre despojos. Entre ropas viejas y sucias, un crucifijo alicaído, una lluvia que viene a depurar cuando menos se la espera… Chevi Muraday se arroja a los brazos de la desolación, abunda en la armonía de una plasticidad bellísima y acaba desnudo, en busca de palabras nuevas, de una nueva manera de abrazar y ser abrazado. 

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La morada donde se aloja la angustia está abarrotada de objetos empaquetados, de suciedad, de amores resquebrajados, de ansia de muerte que se resiste a borrarse del mapa, de sonidos, música, silencios: símbolos abiertos a que cada espectador se regocije o padezca su propio dolor, su propia soledad.

En una casa vieja, deteriorada —surgida del talento de Alessio Meloni (Danzad malditos)—, el cuerpo del hombre vencido busca respuestas desde el miedo y la necesidad de encierro, de aislamiento. Pero lo que podría ser agobiante y enfermizo adquiere estatura de fenómeno poético al convertir todo el engranaje filosófico (el cinismo como una actitud radical ante la sociedad, para redescubrir la existencia social y personal) en un entorno cuyo hiperrrealismo se funde con el lirismo: perfecta ambientación donde la luz solar lastima si aparece y espanta si nos abandona.

Y en medio, un hombre de teatro-danza que expresa variadas emociones y, más interesante todavía, expresa la búsqueda de las emociones perdidas como un poeta del espacio, de la danza contemporánea que habla consigo misma entre abrigos recogidos de la calle, entre voluptuosas cadencias en el cotidiano romance con la sensualidad del abandono, de la desesperación o la mera tristeza…

 

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Los músicos acompañan en escena, se introducen en la alegoría, entre todos forman un equipo de notable riqueza armónica en el que sólo sobran las palabras finales de un texto innecesario que rompe la atmósfera lograda por el conjunto, especialmente a través de todas las andanzas de Chevi Muraday, quien se funde con su personaje y expande conmovedores matices dentro y fuera de la casa, por el techo, y finalmente a través de la ventana por donde atravesará los límites de su desesperación, retomando su vida sin nada, sólo con su cuerpo y su abandono, su pedido de auxilio después de una valiente travesía por la vida y la muerte.

Un pedido de auxilio a sí mismo, el bailarín y el hombre, desde el preciso momento en que ya no cuenta más que consigo mismo y su voluntad de resistencia y redescubrimiento. Habla al público completamente desnudo. Son palabras obvias, que se caen de su boca para decir lo que ya sabíamos: que el comienzo habrá de escribirse sobre la piel en busca de palabras nuevas que atraviesen los lugares comunes de la costumbre y el regocijo en la tristeza…

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El cínico, de Chevi Muraday, una nueva aventura de un creador insólito en constante evolución. Un espectáculo muy diferente al estallido vitalista del último en Matadero (En el desierto), pero coherente con su incesante búsqueda de caminos y motivaciones para emprenderlos.

 

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Dirección artística y coreografía: Chevi Muraday

Dirección escena: David Picazo

Textos: Pablo Messiez

Música original: Bárbara Bañuelos, Mariano Marín, Pablo Martín Jones, Ricardo Miluy

Intérpretes: Chevi Muraday, bailarín; Bárbara Bañuelos, voz; Ricardo Miluy, guitarra y voz; Pablo Martín Jones/Martín Bruhn percusión y electrónica

Diseño de iluminación: David Picazo

Ambientación y atrezzo: Alessio Meloni

Producción: LOSDEDAE, Compañía de danza contemporánea.

Teatro Español. Sala Margarita Xirgu. Del 9 de diciembre 2015 al 10 de enero 2016

 

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