Remakes, reboots y continuaciones (Liberty Valance, La momia y Star Wars)
Por José Luis Ordóñez.
Hace un par de meses la revista Variety casi provoca un colapso en los cinéfilos del planeta: anunciaba en un llamativo titular que Paramount iba a producir un remake de El hombre que mató a Liberty Valance, película en blanco y negro de 1962, dirigida por John Ford e interpretada en sus principales papeles por James Stewart, John Wayne y Lee Marvin. No ayudaba a tranquilizar los ánimos que la acción fuera a trasladarse a la década de los ochenta (recordemos que la película original es un atípico western que, precisamente, muestra el fin del viejo Oeste, la transición de lo salvaje hacia lo civilizado) y que Terence Winter (Los Soprano, Boardwalk Empire) guionista asociado en un principio al proyecto, lo había abandonado definitivamente.
En cualquier caso, la pregunta obvia es: ¿qué necesidad hay de revisitar una película perfecta en cada uno de sus apartados, dirigida por uno de los grandes maestros de la historia del cine? ¿Tendría acaso algún sentido hacerlo con Casablanca? La respuesta obvia podría ser la inagotable necesidad de los estudios de extraer dinero continuamente a sus propiedades (un caso sangrante es el de John Carpenter, uno de los mejores directores norteamericanos del último cuarto del siglo XX, cuya carrera en activo prácticamente ha desaparecido, y de manera impúdica está siendo víctima de la fiebre de los remakes… algo que seguramente agradece la cuenta corriente del propio Carpenter). Sin embargo, mejor que lanzarse a la obvia atrocidad (¿acaso no lo sería rehacer de nuevo Las meninas de Velázquez o El Guernica de Picasso?) de perpetrar una nueva aproximación a esta obra de Ford, ¿no sería mejor, por ejemplo, reestrenar en salas comerciales la película para que así las nuevas generaciones tuvieran ocasión de contemplar la película por primera vez en pantalla grande? Supongo que los cerebros de los estudios habrán hecho el correspondiente estudio y comprobado que es más rentable la opción de hacer una obra nueva, en color (tal vez en el irritante 3D), con un reparto de estrellas contemporáneas, bien conocidas por el gran público.
Hay que decir que el remake no debe ser desestimado siempre: rodar de nuevo películas que no son perfectas es una manera de profundizar en elementos potentes de la historia que, quizá, en una reelaboración puedan dar lugar a una obra más interesante. De hecho, hay películas que, sistemáticamente, son adaptadas al cine a partir del sustrato literario y, quizá porque nunca han alcanzado el grado de perfección deseada (o porque todas constituyen un inevitable atractivo para los seguidores de la novela en que se basa), se persiste en la idea de aportar, siempre con un nuevo equipo técnico y artístico, una nueva visión. Ahí están por ejemplo las diferentes adaptaciones de I Am Legend, del escritor norteamericano Richard Matheson, con Vincent Price, Charlton Heston y Will Smith interpretando respectivamente a Robert Neville, el último hombre vivo sobre la tierra.
Regresando a la película de John Ford, rodada en exquisito blanco y negro y uniendo a dos actores y estrellas del momento como eran James Stewart y John Wayne, uno siente que el legado de esa obra y de ese equipo debería ser preservado, y que ninguna obra posterior osara llevar el mismo título, evitando así posibles confusiones entre el clásico y la (presumiblemente) obra inferior, producto de una maniobra comercial. Pero, entonces, ¿qué decir de estupendos remakes que aportan un nuevo enfoque derivado de la obra original? Si aplicáramos lo sugerido aquí, ¿se debería haber evitado el rodaje de Los siete magníficos, de John Sturges, derivada de Los siete samuráis de Akira Kurosawa? No parece que deba ser el caso. Siendo ambas obras que comparten (parte) del título, y de lógica inspiración la una de la otra, el contenido, ambientación y tono las identifican como películas muy diferentes, ambas igualmente magníficas (algo que habrá que ver si se prolonga en un nuevo anunciado remake, con dirección de Anthony Faqua, un guión en el que participa Nic Pizzolatto, y con un cast que incluye a la estrella de moda, Chris Patt, junto a Denzel Washington y Ethan Hawke).
Un caso parecido al remake es el reboot, un reinicio de la saga, con diferencias más sustanciales: ubicación temporal y espacial y diferentes aspectos que, claramente, indican una relectura que se aleja del pulso marcado por la película original, aunque mantenga elementos propios de la historia, si bien, la frontera entre ambos términos no está claramente definida y a veces lleva a confusión.
Una opción diferente, y probablemente más interesante, es la de ampliar la historia: en lugar de repetir los mismos acontecimientos, se opta por continuar en un mismo universo desarrollando más los personajes o, simplemente, prolongando las aventuras que se iniciaron en anteriores películas. Ese parece ser el camino elegido, por ejemplo, con Star Wars: El despertar de la fuerza, la nueva entrega de la saga Star Wars (¿a alguien en su sano juicio se le ocurriría hacer un remake de La guerra de las galaxias, la película original de 1977?). Independientemente del resultado final, parece un movimiento inteligente recuperar a los personajes de la trilogía original (Luke Skywalker, Han Solo y la princesa Leia) y unirlos a nuevos personajes que se moverán en ese mismo universo. Además de atraer a nuevas y viejas generaciones, es una manera de ampliar el universo y, si se realiza con la suficiente destreza y conocimiento, enriquecerlo.
En cualquier caso, ya sea remake, reboot (Tom Cruise parece encabezar ahora las apuestas para protagonizar el nuevo proyecto de La momia, ubicada en el momento actual, a diferencia de las protagonizadas por Peter Cushing o Brendan Fraser) o continuación, hay que estar abierto a nuevas visiones de películas ya hechas, porque quizá se centren en aspectos diferentes o aporten un estilo innovador o, tal vez, desarrollen un tema no explorado con suficiente profundidad en la película original. Pero, por favor, hagan lo que hagan, que no vuelvan a matar o disparar, como se indica en el título original, a Liberty Valance, o sobre cualquier otro clásico que, como tal, es perfecto y no tiene la necesidad de ser nuevamente hecho. Escuchen con atención a esos fotogramas que aúllan desde las viejas latas de cine: lo que tienen es la necesidad de ser exhibidos en pantalla grande, a ser posible en 35mm y en versión original subtitulada.