Ocho apellidos catalanes (2015), de Emilio Martínez-Lázaro
Por Paula Olvera Pérez.
Segundas partes nunca fueron buenas. Ni segundas ni terceras partes. Hoy en día se pueden contar con los dedos de las manos las secuelas que enganchan a los espectadores y superan sus expectativas con respecto a la primera entrega. Ocho apellidos catalanes tenía todas las papeletas para convertirse en otro gran fenómeno social, pero por el momento parece que la crítica está siendo un tanto exigente. Y no es de extrañar ya que Ocho apellidos vascos dejó el listón muy alto, prueba de ello es que se convirtió en la película española más vista de la historia dentro de España así como la segunda con más recaudación en el territorio nacional.
El pasado 20 de noviembre por fin se estrenó esta segunda parte tan esperada por muchos que ha sido producida por Telecinco Cinema. En esta ocasión el guión de Borja Cobeaga y Diego San José gira de forma inesperada y los protagonistas de la primera cinta ahora continúan por diferentes caminos. Amaia ha abandonado su tierra para irse a Girona y casarse con Pau, un peculiar pintor, mientras que Rafa sobrevive como puede a este sinsabor de la vida en su Sevilla natal. Esta simbólica ruptura marca la trama y la suerte de la vasca que no en todo momento está de su lado. De cualquier manera, los espectadores no tienen de qué preocuparse en esta comedia romántica que nos demuestra que al final, de una u otra forma, siempre triunfa el amor.
A pesar del desarrollo plano del metraje, la diversión está asegurada gracias a los nuevos rostros que revolucionan el cartel. En esta ocasión, a las interpretaciones de Clara Lago, Dani Rovira, Carmen Machi y Karra Elejalde hay que sumar las de Berto Romero con su barba hipster, la de la veterana Rosa María Sardá y la de una increíble Belén Cuesta de la que se ha explotado poco su vis cómica como sí se consiguió a nivel teatral con su participación en La llamada. Es también destacable la aparición en escena de Alberto López y de Alfonso Sánchez en esta cinta donde se echa en falta una mayor profundidad en el tratamiento de los personajes.
No todo tiene que ser reinventarse o morir. Hay directores que evolucionan, otros que revolucionan con sus narraciones y otros que repiten procedimiento de forma exitosa. Emilio Martín-Lázaro se vuelve a poner al frente de esta historia en la que ha perdido tanto originalidad como frescura y de la que muchos consideran que se ha aprovechado al máximo su rentabilidad. Hace unos meses se subió a las tablas Más apellidos vascos, una obra que guarda ciertas señas de identidad con la película, como también se percibe de la serie de televisión Allí abajo que al parecer se concibió antes que el guión cinematográfico. Puede que finalmente no estén relacionadas, pero lo cierto es que la disparidad regional seduce al público y no es oportunista. ¿Acaso hay alguien que no se haya reído con los tópicos inocuos sobre vascos, andaluces o catalanes? En todas las producciones mencionadas se bromea desde el cariño, con chistes fáciles que divierten, pero no molestan. Y esta es quizás la fórmula del éxito, porque no hay que olvidar que el humor nos hace libres y es el mejor accesorio para caricaturizar.
Uno de los aciertos de la secuela es incorporar a Cataluña como escenario de la acción en una época en la que se encuentra en el ojo del huracán y es centro de todas las miradas. En esta película el futuro marido de Amaia hace creer a su abuela que los catalanes consiguieron la independencia y que su boda será la primera que albergue el nuevo país. No cabe duda que muchos se verán reflejados con los diversos personajes.
Gabilondo, Urdangarín, Zubizarreta, Arguiñano, Igartiburu, Erentxun, Otegi y Clemente fueron los apellidos de la primera entrega. Ahora los espectadores tienen la oportunidad de descubrir cuáles serán los de esta previsible secuela que está dedicada a los compañeros fallecidos Aitor Mazo y Manel Vicaria. Aunque las primeras impresiones sobre la cinta parece que no son muy alentadoras, los datos de taquilla la avalan. El despertar de la fuerza les acecha, pero por el momento cabe fantasear si habrá tercera parte y si se utilizará un nuevo formato para conseguir que el público disfrute y se lo pase en grande como ya se viene haciendo desde País Vasco a Andalucía, pasando por Cataluña. Que no te lo cuenten.