Las siete manías más raras de grandes escritores
El proceso de escritura de los grandes escritores se ha mitificado a lo largo del tiempo, como una especie de round secreto con su propia mente en el que se utiliza todo tipo de técnicas para colocarse en el estado de ánimo adecuado para que las palabras puedan fluir. Algunas de estas técnicas obedecen a una lógica de estímulos comunes para propiciar la creatividad, desde café, alcohol y drogas hasta música o caminatas. Otras, sin embargo, son más extrañas y parecen entrar dentro de una región cabalística o una peculiar mística, actos que podrían parecer “psicomágicos”.
Un artículo de The Guardian recupera los que considera son los hábitos más extraños que han empleado famosos escritores para entrar en el “flow” de la escritura. Traducimos aquí cinco de estos casos sui generis de extraños gestos de grandes escritores, y añadimos un par más para así hacer un cabalístico número siete.
T. S. Eliot
El gran poeta de The Waste Land se pintaba la cara de verde para escribir, en lo que parece ser el gesto más sorprendente, una especie de drag poético. Al parecer Eliot hacía esto para “no parecer un empleado de banco” y tomar el aire distinguido y extravagante de un poeta, siguiendo tal vez la imagen del dandi de Baudelaire. Pintar su cara de verde con un polvo también podría ser una forma de tomar una personalidad dramática.
Edgar Allan Poe
Poe, famoso por sus minuciosos cuentos detectivescos, escribía en pequeñas y angostas tiras que pegaba con cera, creando una especie de enorme pergamino. La escritura de Poe reflejaba una letra manuscrita obsesiva, literalmente minimalista. Al parecer, hacía esto para crear un efecto de continuidad en las hojas que de otra forma era difícil obtener.
F. Scott Fitzgerald
Fitzgerald vivió como nadie el sueño de bonanza de la era del jazz y los “roaring 20″, el exceso y el glamour. Muchos escritores escribían borrachos, pero Fitzgerald tenía la particularidad de hacerlo siempre con champagne. La frase: “Cualquier cosa en exceso es mala, pero demasiada champange es justamente buena”, se atribuye a Fitzgerald.
Ernest Hemingway
Aunque popularmente se asocia a Hemingway con el alcohol e incluso tenía a Fitzgerald como su compañero de juerga, al parecer Hemingway escribía sobrio. Sobrio, de pie (sin riesgo de caer) y con una vestimenta ritual de mocasines y una piel de antílope. La postura corporal, según The Guardian, debido a una lesión de guerra en la pierna. Tal vez Hemingway intuía que la vida sedentaria era terrible para la espalda. Otros escritores como Lewis Carroll y Thomas Wolfe también implementaron esta medida.
George Bernard Shaw
El escritor George Bernard Shaw construyó un cobertizo montado sobre un mecanismo giratorio que le permitía escribir siguiendo el curso del Sol todo el día, en una estupenda práctica heliográfica. Su cabaña también tenía el propósito de aislarse de la civilización, algo que compartía con muchos escritores. “La gente me molesta”, escribió Shaw, “vengo aquí a esconderme de ellos”. En este cobertizo Shaw escribió algunas de sus obras maestras, como Pigmalión.
Hunter S. Thompson
Este era el ritual diario del famoso periodista gonzo, empezando por un Chivas Regal a los 5 minutos de levantarse, para sentar la tónica:
Friedrich Schiller
Quizá el hábito más extraño es el del escritor alemán Friedrich Schiller. Según relata su amigo, el aún más famoso Johann Wolfang von Goethe, Schiller mantenía unas manzanas podridas en su escritorio, ya que este olor le producía una explicable inspiración y se había vuelto adicto al mismo.
Y las mujeres? Cómo escriben las mujeres escritoras. De Isabel Allende, leí una vez que escribía en el suelo, tirada sobre plumones, con el teclado al alcance de la mano.
Excelente e interesante articulo.
Gracias me hsn dejado con profundas reflexiones e inquietudes