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Paulina (2015), de Santiago Mitre

 

Por Miguel Martín Maestro.

paulina cartelSegunda película y acierto pleno. Una de las películas más sugerentes del año, una película hecha para pensar y no para la mera contemplación, no hay belleza de por medio sino el relato crudo y descarnado de una mente humana sometida a un suceso inesperado y violento. No compartí el entusiasmo casi generalizado con la primera película de Mitre, El estudiante, la historia del origen de un trepa político desde el ámbito del mundo universitario. La historia plagada de recursos, muchos, de cara a la galería, forzamientos de guión para llegar a un resultado de denuncia que iba perdiendo verosimilitud por el camino, contenía apuntes esperanzadores para un futuro, pero el progreso ha sido extraordinario. En ese sentido el cine argentino actual se caracteriza por tres modelos, al menos, muy definidos: el cine comercial y de consumo masivo, desde la comedia bobalicona al drama romántico, un cine de masas con actores normalmente muy solventes, sería el cine tipo Darín, Grandinetti, Peretti, Campanella; el cine que quiere ser de autor pero cuyo remate opta más por lo trillado y, hasta incluso, superficial, como puede ser el ejemplo de Marcelo Piñeyro y Pablo Trapero; o las propuestas radicales de Lisandro Alonso o José Campusano, sin ánimo de ser exhaustivo. Agradezco enormemente que Mitre, en su segunda película haya optado más por acercarse a estos últimos que por situarse en la corriente que le acercaba a Trapero con su El estudiante.

La sinopsis es muy simple, los resultados y consecuencias, las preguntas y las no respuestas, no tanto, de hecho son el sustrato de la película y su verdadera fuerza, las lagunas, los silencios, las no respuestas. Una joven abogada, con todos los contactos necesarios para prosperar bajo el ala de un padre juez y bien relacionado, decide abandonar esa profesión para trabajar como cooperante en una escuela rural. A los pocos días de llegar a una de esas zonas del planeta donde las fronteras políticas tienen poco peso porque se diluyen en una geografía que no entiende de delimitaciones, en la confluencia entre Argentina, Paraguay y Brasil, cuando ya ha comprobado la difícil tarea que tiene por delante, con chicos poco dispuestos al estudio y al respeto, es violada. Sabiendo quiénes son los jóvenes que participan en el crimen, la mayoría sus propios alumnos, opta por callar y actuar de manera individual y con una máxima de justicia social en su horizonte. Su comportamiento no es comprendido por nadie, ni casi nadie le deja optar a que ella encuentre la solución a su problema, si es que lo tiene.

“Cuando hay pobres de por medio, la justicia no busca la verdad, busca culpables”. Esta frase que Paulina dice a su padre cuando éste la acorrala para que siga el camino de la ley, la justicia y el castigo a los delincuentes, incapaz de comprender, como casi todos los espectadores, que Paulina opte por evitar la justicia oficial, define a la perfección el carácter, ideología y pensamiento de Paulina. Sacrificadas las comodidades de una vida fácil en la capital, con un prometedor futuro económico por delante, ha optado por redistribuir la riqueza mediante el trabajo personal, dando parte de lo que ella ha recibido y de lo que a ella le sobra intentando participar en un programa solidario de integración de comunidades desfavorecidas. Para Paulina acudir a la policía, al juzgado, identificar a los culpables, es emitir un juicio basado en un comportamiento objetivo pero abstracto, y ella busca, por un lado obtener respuestas, si es que eso es posible, saber los porqués de ese ataque, y por otro no renunciar a su labor humanitaria. Si Paulina acude al sistema está reconociendo que su labor no sirve para nada, que no hay no redención ni aproximación al problema sino un agravamiento, pero si deja de acudir somos nosotros los que no entendemos la opción de Paulina.

paulina mitreEl personaje de Paulina cuenta con el contrapunto esencial del padre, la figura del padre representa aquello en lo que Paulina se convertiría con el paso de los años, una persona que ha tenido los mismos ideales de justicia social y reparto de la riqueza que la hija y que en su juventud los ha llevado a cabo haciendo justo aquello que ahora reprocha a su hija, una persona que ha alcanzado un puesto poderoso, una posición económica envidiable, que dispone de “vida y hacienda” ajena bajo el imperio de la ley, pero no siempre la aplicación de la ley supone la aplicación de la solución más justa, sino solamente de la más legal. Nadie le reprochará que aplique la ley, pero en ese camino la pregunta de Paulina es la real, ¿para qué sirve esa justicia? Cuando Fernando responde abrumado y molesto si es que su trabajo no cambia la vida de ninguno de los que pasan por su juzgado, Paulina reconoce haberse excedido, sí, es verdad, cambia su vida, lo que no significa que Paulina reconozca que cambia a mejor. Por eso la opción de Paulina choca con el modelo de vida del padre, de progresista a burgués canónico y conservador, como la respuesta a la violación choca con el castillo en el aire que sostiene el trabajo de Fernando. Hablando en primera persona, no somos pocos los juristas desencantados, desencanto producto de la necesaria aplicación de una ley que soslaya las soluciones de fondo y que sólo da una respuesta para un problema concreto, y dentro de la jurisdicción penal, normalmente para reprimir al más desafortunado. Mitre utiliza el ejemplo más extremo, una violación no cuenta con parabienes de ningún tipo, casi nadie buscaría excusas o atenuantes decentes, por eso la película roza la incomodidad, se entendería mejor, o empatizaríamos con Paulina, si en vez de una violación hubiera sido víctima de un robo, pero la fuerza de la película se diluiría exponencialmente ante la levedad del delito, es necesario que se contraponga un crimen grave para que analicemos los porqués, o lo intentemos.

Paulina ha optado por eliminar la justicia legal de su horizonte, sabe que son culpables, que son delincuentes, que son unos bestias y unos salvajes, pero la justicia y su condena no sirve a ninguno de los implicados, ni a ella como víctima, ni a los señalados como culpables, señalados y ya estigmatizados porque todo el pueblo sabe, y no sirve porque ese castigo es ineficaz, no va a cambiar al individuo ni le va a resocializar. Como espectadores sabemos cuál es el motivo y el origen de la violación, es la mujer equivocada, ello no disminuye la culpa ni la justifica, porque en el ánimo del grupo está vejar a una mujer que termina siendo distinta de lo que se creía. Paulina va encajando piezas en su investigación personal, investigación externa, pero también interna, tratando de responderse las múltiples preguntas que se le plantean. Paulina no pierde el paso, no deja de hacer lo que quiere hacer, no se plantea abandonar y dejar a su suerte a esa comunidad que ampara el silencio, señalar es apartarse del grupo y ejercer su situación de poder, callar es acercarse a lo que quiere salvar aun a pesar de aumentar su carga, y de qué manera. La silueta de cinco jóvenes recibe a Paulina según se acerca a la ciudad, una silueta que amenaza, que perturba, desde la altura de una colina observando la carretera que pasa por debajo, la misma carretera de la que será sacada a la fuerza poco después. Una comunidad en ruinas como ese edificio en armazón que no ha llegado a ser, como no han llegado a ser hombres esos violadores juveniles, mera armazón desnuda y vacía, enfrentados a diario por su propia víctima que nada reprocha ni nada exige.

paulinaPaulina descoloca a sus agresores, a sus amigos, a sus familiares y a los espectadores, sobre todo a estos últimos, acostumbrados al relato con principio y fin, con causas y consecuencias, con comportamientos socialmente aceptados, del delito a un castigo, de un error, una consecuencia. Cuando Paulina declina la compensación de la ley pasa a ser observada en la comunidad y en su entorno como alguien desequilibrado. “Nadie que haya sufrido mi experiencia sabe cómo me siento y lo que quiero”. En ese largo plano final, punteado por los títulos de crédito, y donde se reconoce el precedente de la película argentina de los 60, La patota, no caben dudas, la película termina sin que Paulina realice juicio alguno, determinada a seguir con su plan inicial sin que nada ni nadie le vaya a hacer variar el rumbo ni cambiar de decisión. La pregunta que nos cabe hacer es si alguno de nosotros somos capaces de juzgar el comportamiento de la víctima, de asumir el papel vengador que ella desiste de ejercer. Ausentes del dolor y de las consecuencias, ajenos al compromiso de Paulina, resulta estéril plantearse por qué ella actúa como lo hace y deberíamos preguntarnos qué es lo que haríamos nosotros en una circunstancia similar.

No puedo terminar, porque sería todo un desprecio para la obra, obviar el exquisito tratamiento formal de la película, el uso constante del fuera de campo, las elipsis narrativas, las dobles o triples situaciones convergentes contadas desde diferentes puntos de vista pero que no ofrecen diversas versiones sino el completo cuadro de lo sucedido, unir las piezas desde la fragmentación para colocarnos en el lugar de Paulina, ella tampoco conoce todo hasta que empieza a preguntar, de hecho hay cosas que no sabrá y otras que imaginará. Pero nosotros las veremos, contaremos con más información que nos dejará más estupefactos, llegar a ese conocimiento desde las imágenes o el diálogo, con la cruda sucesión de escenas para que el espectador complete el tiempo o sitúe en orden lo que ve, tampoco nos concede las respuestas que necesitamos, quizás porque Paulina esté buscándolas y no le hayamos dejado el tiempo necesario para encontrarlas, ansiosos por castigar no hemos dejado que la víctima llegue a asumir lo que quiere y lo que necesita tras el crimen, un tiempo fragmentado en sectores que van convergiendo hacia una respuesta que no permitimos que se exprese, anhelantes de castigo nos negamos a oír a la víctima y sus razones, nuestra solidaridad pasa por que Paulina acepte nuestras exigencias, si no nos situaremos al margen, como ese novio que desaparece a las primeras de cambio contrariado y sin voluntad de entender. Una película para pensar, sin duda una película completa, un bofetón a la comodidad de la aplicación estricta de la ley.

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