Más que famosos. Auge y caída de la fascinación por el rock
«El rock es seducción, atracción, pasión, amour fou y no, no puede convertirse en un matrimonio tranquilo, en un cómplice, en alguien conocido».
Silvia Grijalba desvela con su nuevo libro, Más que famosos. Auge y caída de la fascinación por el rock (Fundación José Manuel Lara, 2015), todo lo que siempre quiso saber del rock y nunca se atrevió a preguntar. Esta es una crónica personal, íntima, reveladora, literaria, a veces desgarrada y controvertida de las experiencias de una escritora que desempeñó el oficio de crítica musical de rock de uno de los diarios más importantes de nuestro país. Grijalba, premio Fernando Lara por su novela Contigo aprendí, abre ahora el baúl de los recuerdos y repasa unos años frenéticos y únicos para desvelar secretos y descubrir la cara oculta de las estrellas. Es un relato en primera persona sobre las experiencias de una joven reportera en el mundo del rock de los noventa, vistas con humor y tono crítico. Un buen momento para sorprenderse al conocer más a fondo algunos de los artitas famosos del género.
Este repaso crítico y con cierto sentido del humor al mundo de la música, es también un recorrido que sirve para hablar del pulso social de la España de los noventa, de las transformaciones dentro de la industria musical y cultural que empezaba a caer en un estado de inanición. Silvia Grijalba es una joven que entra fascinada por los neones del rock, empieza a madurar y acaba desenamorada, aunque luche para mantener esa fascinación que la lleva a ser lo que es y ver el mundo de una manera determinada.
La autora desvela historias calladas, cuenta ahora lo que no se podía narrar en las crónicas y descubre la cara oculta –unas veces más tierna de lo imaginado, otras más terrible– de las estrellas de rock que tuvo el privilegio de conocer. “En el libro también se hace un análisis de los posibles motivos que hicieron explotar la burbuja de la industrial cultural, concretamente la del disco”, comenta Grijalba. “Nos movemos básicamente en los años noventa, cuando la industria musical era más boyante y cuando tuve acceso a artistas relevantes del rock and roll que tienen más que jugosas y secretas anécdotas, como David Bowie, Loquillo, Bumbury, Bryan Ferry, Depeche Mode o Leonard Cohen. En general todos son recuerdos agradables pues fui una privilegiada que con 21 años pudo entrevistar a algunos de sus ídolos; incluso las experiencias que podrían considerarse malas, con el tiempo se han vuelto fascinantes”.
Sorpresas, detalles, anécdotas y personajes que pueden llegar tanto a fascinar como a desilusionar: “No es un libro a la contra. Las cosas que cuento más teóricamente negativas no las destapo en contra de los artistas. Quizá la crítica más fuerte que hago es al movimiento indie español. Pero siempre con humor, me río de muchas situaciones, y sobre todo de mí misma… detalles de una entrevista con Dave Gaham a la que llegó completamente drogado, la experiencia de entrevistar al maestro de la música experimental John Cage, el tropezón de Ferry con un periodista, y muchas historias más. Aunque creo que ya no veo al rock con los mismos ojos –por cercanía, experiencias vividas o por edad–, también creo que el rock, si realmente es rock, siempre tiene los mismos parámetros, desde Elvis a los grupos actuales. El libro no es nostálgico en absoluto, simplemente habla de cómo la costumbre puede apagar el brillo de algo que en esencia es deslumbrante”.
Silvia Grijalba es autora de novelas como Contigo aprendí o Tú me acostumbraste, aunque también ha sido redactora de cultura y crítica musical en el diario El Mundo. Ha sido DJ y ejercido su faceta de periodista como columnista y corresponsal en la India. Ha colaborado en numerosas revistas y programas de radio y televisión. Ha publicado el ensayo Dios salve a la movida, la antología poética Palabra de rock y una biografía de Depeche Mode. Actualmente dirige la Casa Gerald Brenan de Málaga.
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Más que famosos. Silvia Grijalba. Fundación JML, 2015. 160 páginas.
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Uno siempre se siente un poco extraño al leer cosas como estas. Cualquier incursión en el territorio rockero del mundo cultural «serio» termina siendo raro y descafeinado. Siempre los mismos nombres, todos repetidos una y mil veces hasta que la industria se ha acostumbrado a ellos, los considera parte de ella y cualquier referencia proporciona automáticamente un aura de prestigio incuestionable: David Bowie, Loquillo, Bumbury, Bryan Ferry, Depeche Mode o Leonard Cohen.
Eso no es Rock, son grandes artistas… pero no forman parte del rock. Y no se trata de «ser autentico» ni una cuestión de edad, de estilo, de cuanta gente les sigue o si son o no millonarios: Iron Maiden son rock, como lo son Rush. Rock son Slipknot o Tool. Lo son esas bandas de Hardcore o Metalcore que tanto odio, Napalm Death, Motley Crue, Slayer, todos los desquiciados seguidores del blackmetal, el death, los rockabilly, las bandas de sleazy suecas que tanto se empeñan en resultar «vendibles», los barbudos tatuados que tocan Stoner, toda esa gente empeñada en revivir el blues-rock de los setenta… los tipos como Gammaray, NIN o The White Buffalo son rockeros, como lo son The Winery Dogs, Blackberry Smoke, Carcass, Airborne, Anthrax, Billy Idol, Alice Cooper, Scorpions con su gira de despedida de diez años, Judas Priest, la pléyade de chavales hiperenergéticos de dieciséis años adictos al Thrash. Baron Rojo y Medina Azahara, Leo Jiménez, Slash… incluso los vendidos Mago de OZ son Rock’n’ Roll.
Motorhead es Rock’n’Roll.
Es cuestión de como se enfocan las cosas, de resistencia, de tozudez, de pose. Tiene que ver con el peligro y lo incómodo, lo raro, lo agresivo e incluso algunas veces hasta con lo ridículo. El rock es infantil. Te reafirma, te fortalece al menos durante los cuatro minutos que dura la canción o las dos horas que dura el concierto, por eso está tan ligado a las drogas legales e ilegales. Supersubmarina está muy bien pero no son rock. No me pregunten que son, pero si le gustan a un candidato a presidente del gobierno no pueden ser rockeros.