Hitchcock, del thriller psicológico al hito adolescente

 

Por Elena Rodríguez.

Es incuestionable que Alfred Hitchcock es y será, siempre, el maestro del suspense por excelencia, su manera de hacer cine continúa dejando rastro aún en nuestros días. Ha sido versionado en multitud formas, como en películas, fotografías y series de televisión, y tenemos muchas de sus escenas grabadas en la retina. Muchas de ellas se han convertido en símbolo y lenguaje internacional, ¿quién no recuerda el grito de Marion (Janet Leigh) en la ducha? o ¿a L.B. Jefferies (James Stewart) mirando por la ventana con la pierna escayolada? Son muchas las series que evocan al gran genio, pero nunca imaginé que Pretty Little Liars (Pequeñas mentirosas) sería una de ellas.

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Los fieles seguidores de esta serie americana nacida en 2010, sabrán de sobra que la historia gira en torno al asesinato de Alison DiLaurentis. Tras este suceso, un desconocido, A, manda misteriosos mensajes a las 4 protagonistas: Aria, Spencer, Hannah y Emily, amigas de Alison. El fin último de la serie es saber quién mató a la joven, quién se esconde detrás de A. En este relato encriptado e intrigante aparecen no una ni dos alusiones, sino numerosos detalles que hacen referencia directa a las películas de Hitchcock. El primero de ellos no podía ser otro que la cafetería en Rosewood donde, a menudo, se reúnen las chicas: Rear Window Brews (Ventana indiscreta cervezas) que rinde homenaje a Rear Window (1954). Otras referencias las encontramos en los capítulos finales de las temporadas 1 y 2.

Comencemos por la primera temporada, último capítulo, For Whom the Bell Tolls (Por quién doblan las campanas): el inicio del episodio ya nos vaticina algo, “sonidos de campanas repicando”. La música, intrigante, como nos tiene acostumbrados la serie, se pasea por la trama llevándonos lentamente hasta la escena final. Aparece en un entorno mitad bosque mitad urbano, una torre blanca, es la torre del campanario de la iglesia donde Spencer forcejeará con Ian Thomas. Encontramos una similitud enorme con Vértigo (1958): la apariencia del edificio, las escaleras de madera que suben a lo alto de la torre, el poste al que se amarran tanto Spencer como Scottie Ferguson, el plano contrapicado de la campana, el que en ambas películas se quiera simular un suicidio, la existencia de una tercera persona “desconocida” a priori, que coge a Spencer de la misma manera que es sujetada la presunta Madeleine…

La campana comienza a sonar con fuerza, asistimos a dos muertes: la de Ian Thomas en Pretty Little Liars y la de Madeleine en Vértigo. El cuerpo de Ian aparece boca abajo, en plano picado, enredado en las cuerdas de la campana, mientras que el cuerpo de Madeleine queda inerte sobre el tejado de la iglesia. Mismos planos, escenario común y muertes similares. Finalmente, en ambos casos, la tercera persona desaparece del lugar y la cámara nos muestra, alejándose, un plano general del campanario.

Firmes a esta idea, en el episodio último de la segunda temporada se hace una mención especial a Psicosis (1960). UnmAsked (DesenmAscarada) rinde homenaje a este clásico con elementos como el hotel Lost Woods Resort, que nos recuerda al motel Bates, y personajes como el extraño y siniestro encargado del hotel que decora su recepción con animales disecados, con los que a veces habla, y cuyas habitaciones parecen haber sido diseñadas por una abuela con mal gusto. Además de la peculiar decoración, el retrato de una mujer, que bien podría ser la madre del dueño del hotel, cuelga expectante de la pared. Por último, no podía faltar, la mítica escena del grito de Marion en Psicosis. En este caso, es Hanna la que se está duchando y tras la cortina una sombra misteriosa se deja ver, es la silueta de una persona, que a diferencia del film de los 60, donde “una mujer mayor” acaba con la vida de Marion, en Pretty Little Liars, el encapuchado desaparece al oír sonar un teléfono. La tensión es máxima y se palpa en cada fotograma.

La música es muy similar a la banda sonora de Hitchcock cuando Spencer y Mona por fin descubren lo que se esconde tras la puerta de la habitación nº 2. Mona resulta ser A (o al menos eso creen) y va a ser encerrada en un psiquiátrico por tener un trastorno de doble personalidad. Mientras está en la celda de comisaría, en forma de monólogo, de la misma forma que ocurre con Norman, tenemos acceso a todo lo que pasa por su cabeza. Ambos, envueltos en una manta, sentados en una silla sin nada más alrededor, seguros de que les están observando, quieren parecer inofensivos. Espeluznante y amenazadora escena a partes iguales.

Hitchcock perdura en el tiempo, su cine permanece tan fresco como el primer día. Por eso, no es de extrañar que Pretty Little Liars, esta exitosa serie que traspasa fronteras y bate records de audiencia en cada temporada, acuda a la recreación de estas inmortales escenas que nos devuelven esa mezcla entre terror y suspense que sólo él parecía ser capaz de conseguir. Regresan con aire renovado y al más puro estilo siglo XXI, pero sin dejar atrás a los clásicos y siguiendo el juego de Hitchcock entre los muertos y los vivos.

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