The Assassin (2015), de Hou Hsiao-Hsien
Por Miguel Martín Maestro.
Una caminante vestida de negro aparece en el paisaje, surge de la nada y hacia la nada se encamina. Igual que aparece, desaparece. Letal y, al tiempo, imprevisible. Su aparición podría simbolizar la llegada de la muerte, pero también el recuerdo del pasado, una presencia que te enfrenta a tus culpas o que hace recaer sobre ti las culpas de los demás. Yinniang (Qui Shu) parece programada y cualquier misión de venganza le es posible con independencia del número de oponentes o la solidez de su protección. Naturaleza y destreza, producto del entrenamiento físico y mental, consiguen hacer de Yinniang un ser temible cuya presencia aterroriza a quien la ve frente a frente si es que tiene tiempo de darse cuenta. Dos escenas, en blanco y negro y con formato casi cuadrado, nos presentan al personaje y su escala de valores, la primera reprimenda de la maestra equivale a que Yinniang no es un ser totalmente desprovisto de valores.
Con esta presentación parecería que nos encontramos ante una película de acción, de incontables duelos a muerte, con acrobacias incluidas. Un ejemplo de wuxia a cargo de uno de esos poetas de la imagen procedentes de Asia que habrían desertado del cine de autor para caer en manos de la industria del gigante continental, cambiando tesis por dólares. Si Hou Hsiao-Hsien hubiera hecho de The Assassin la película que quisiera el jerarca chino de turno algo se habría torcido definitivamente en los creadores de imágenes e historias sutiles, hubiera sido un nuevo ejemplo de que los resistentes no son imbatibles, pero afortunadamente, Ang Lee o Zhang Yimou pueden seguir arrastrando su nombre si así lo prefieren al servicio de efectismo sin fondo, Hou Hsiao-Hsien resiste.
Porque la película de Hou es hermética, llena de aristas, dura como el pedernal, difícilmente asumible, con una diabólica trama que a los 20 minutos puede tenerte completamente aturdido sin saber quién es quién en esta historia de alianzas, traiciones, luchas entre dinastías y forja de un imperio en manos de un único rey como ocurrió en la antigua China. Yinniang y su maestra, negro y blanco, la luz y la oscuridad, el ying y el yang, encarnan la venganza en búsqueda de la recuperación del honor perdido. The Assassin se convierte en una película femenina y feminista donde toda la acción gira alrededor de cuatro mujeres y una ausente. Los hombres pasan a ser los detentadores del poder, pero a su fuerza física y arranques de ira les falta la calma del pensamiento, el control de la ira y de la venganza para que se desate en el momento justo e inesperado.
No está de más advertir al espectador, no es una película para mayorías, las escenas de acción son rápidas, fugaces, exentas de pasión o heroísmo. Son misiones que jalonan el camino de una especie de samurái a punto de quedarse sin amo, de un espíritu aparentemente indomable en el que la sensibilidad femenina va quebrando lo que parece una voluntad determinista de eliminación. Yinniang pasa de ser una amenaza a una especie de protectora de su objetivo. Tian Jian y Yinniang tienen un pasado en común que se irá revelando, poco a poco, de manera morosa y calculada, dejando transcurrir las imágenes con una apariencia de desconexión hasta que las piezas comienzan a encajar. En ese discurrir parsimonioso el goce se encuentra en el disfrute de la imagen, planos muchas veces estáticos que no dejan de ser concentraciones de color, composiciones milimétricamente calculadas de planos excelentes en los que el movimiento no es lo importante por sí mismo sino para dotar a la imagen de la plasticidad necesaria en cada momento. La violencia es el sustrato del que se alimenta la historia de la película, pero lo trascendente es su propia poesía interna, su palabra justa y enigmática, su discurso pretendidamente abstracto.
En el desconcierto del espectador al carecer de algo a lo que agarrarse mientras ve y contempla, Hsiao-Hsien comprende la niebla que está aportando a su historia y la cubre de velos, de cortinas, de espejos tamizados, vemos (apasionante escena de alrededor de 10 minutos) a los personajes sin llegar a apreciarlos con claridad, la pareja se vuelve nítida por momentos para volver a pasar a unos perfiles indefinidos, o en otro punto visual se aparece la presencia de la vengadora sin llegar a acercarse. Los velos, las cortinas, se mueven conforme el aliento de la propia habitación juega con los tejidos. El director se divierte al tiempo que intentamos ir sabiendo cuántas historias hay dentro de una tan compleja, la del pasado, la que la instructora de esta perfecta máquina de matar guarda en su interior para haberse convertido en lo que ahora es, la de los familiares del pequeño gobernante que aspira a convertirse en rey, los tres reinos cuyas alianzas y fidelidades son tan fiables como perecederas, la esposa humillada por la falta de amor y la concubina en peligro, el mago hechicero y las maldades humanas.
Pero más allá de todo lo dicho, The Assassin es puro deleite visual, un abigarrado conjunto de planos llenos de objetos cuya composición no parece haber sido dejada al azar, una búsqueda de belleza allá donde la cámara se posa, ya sea en la habitación del rey como en la más humilde de las dependencias de palacio, ya sea en una audiencia o en los pasillos que conducen a las habitaciones de las concubinas, belleza que se traslada al exterior, cuando la acción tiene lugar al aire libre también la naturaleza es buscada con sentido estético, sea un monte o un bosque, un promontorio colgado del vacío, una flor o un cauce de agua, el primor del director al reflejar la historia en imágenes hace olvidar cualquier laguna en nuestro entendimiento de lo que hemos visto. Cuando concluye la película uno se queda esperando más historias, más de esa mujer permanentemente de negro que adopta el exilio como respuesta a su desamor, de ese hermano que tiene que huir y refugiarse por decir la verdad, de esa esposa descubierta en sus planes traicioneros, de esa concubina que oculta su verdadero estado para no llamar la atención de sus enemigos en la corte, de ese rey llamado a ser asesinado en cualquier momento por exceso de ambición y equivocado cálculo de sus fuerzas.
En The Assassin se enfrentan corazón y cabeza, las pulsiones humanas que no pueden ser erradicadas por perfecto que sea el entrenamiento, lo difícil no es odiar a quien has querido, lo difícil es vencer esa reserva moral que todos tenemos para no llevar a cabo las venganzas más absolutas con aquellos a los que hemos amado. El destino de Yinniang es el de vagar sin rumbo, reconstruir sus pedazos conocedora de sus limitaciones, la asesina implacable tiene un punto débil que implica perder toda referencia futura porque ni podrá permanecer en su tierra ni puede volver al monasterio donde ha sido entrenada. Es posible que nos crucemos con ella en algún punto del camino, pero como no nos conoce de nada, lo mejor que puede pasar es que el encuentro sea casual y nadie la haya enviado para ajustar sus cuentas personales, ahí es donde ella es implacable, donde no hay sentimiento hacia la víctima porque ningún recuerdo del pasado la ata a nosotros.