300 historias de palabras
«Las palabras viajan en el tiempo y en el espacio y cambian su forma, su significado, sus usos… ¿De dónde viene la palabra ‘adefesio’? ¿Por qué los hablantes admitieron en su momento ‘infanta’ pero no hemos aceptado ‘jóvena’? Si ‘patético’ en griego equivalía a ‘impresionante’, ¿Por qué ha pasado a significar ‘penoso’? ¿Cómo la palabra «chusma» puede venir del griego, donde significaba «orden»? ¿Por qué «hortera»se ha convertido en un insulto?».
Dirigido por Juan Gil, llega un libro, 300 historias de palabras (Editorial Espasa), que nos explica cómo nacen y llegan hasta nosotros las palabras que usamos. Las palabras encierran una curiosa historia que narra su viaje en el tiempo y en el espacio, y el español es especialmente rico en historias de palabras. La historia de nuestra lenga está llena de préstamos del latín, el griego, el árabe, el vasco, el francés o el inglés, que se han adaptado en su forma y muchas veces también en su significado.
El léxico es un volcán que está en constante ebullición y su continua renovación se debe a infinidad de causas: evoluciona la mentalidad del hablante, sus circunstancias, sus costumbres y modas; las formas vulgares alternan y conviven con las cultas; se crean nuevas palabras, ya sea por interpretación equivocada o de manera deliberada, cuyo éxito dependerá de la aceptación que tengan entre los hablantes. Por otra parte, la expansión del español en el mundo, especialmente en América, ha hecho que muchas palabras cobren significados propios en otros países.
300 historias de palabras está dedicado a relatar de manera sencilla y amena algunos de los lances y avatares que han sufrido las palabras, a través de 300 ejemplos curiosos y sorprendentes con los que recorrer el viaje de las palabras desde su origen hasta sus usos actuales. Y como para valorar lo mejor posible una muestra, solo hace falta un botón, veamos dos de esos ejemplos tomados del libro:
* El sustantivo adefesio (‘persona o cosa ridícula o de gran fealdad’) tiene, sin duda, uno de los orígenes más sorprendentes del léxico español, ya que proviene del latín ad Ephesios, ‘a los efesios’, título de la célebre epístola de san Pablo, por alusión a las penalidades que pasó el santo en Éfeso durante su predicación en Asia Menor a mediados del siglo I, donde estuvo a punto de sufrir martirio a manos del pueblo. Al menos desde el siglo XVI, se empleó ad Efesios como locución adverbial con verbos de habla (hablar ad Efesios), con el significado de ‘inútilmente, disparatadamente’, haciendo referencia a lo improductivo de la predicación de san Pablo o, según Unamuno, porque a los novios les entran por un oído y les salen por otro las recomendaciones que se dan sobre el matrimonio en el capítulo quinto de esa carta. Pronto, sin embargo, comenzó a utilizarse en este mismo contexto el sustantivo adefesio en el sentido de ‘despropósito, disparate, extravagancia’, que hoy ha caído en franca decadencia. Solo tardíamente, en la segunda mitad del siglo XVIII, tomó adefesio su significado mayoritario actual, aplicado sobre todo a personas.
* Merecido o inmerecidamente, pocas palabras castellanas han alcanzado mayor difusión internacional e identificación con lo genuinamente español que siesta. El término se documenta ya en nuestra lengua en el siglo XIII y proviene del latín sexta (hora), ‘(hora) sexta’. Los romanos fraccionaban el día en dos partes: las horas de sol y las de oscuridad. Las horas de sol se dividían, a su vez, en doce, con independencia de la época del año, de modo que su duración era variable. La hora prima era siempre la del amanecer, y la hora sexta, la del mediodía, hora en que se acerca el máximo calor y, por tanto, adecuada para empezar a descabezar un sueño. Ahora bien, como es sabido, la siesta, en rigor, se hace solo después de comer; otras alternativas requieren, al menos, algún tipo de especificación. Así ocurre con el sueño breve que precede a la comida del mediodía, para el que se han utilizado dos expresiones, con algunas variantes: siesta del carnero (o del borrego) y, seguramente no de forma inocente, siesta del cura (o del canónigo), ninguna de las cuales parece haber traspasado nuestras fronteras. El mediodía es una hora crítica, pues es el instante en el que acecha al hombre el demonio llamado precisamente meridiano, una expresión que aparece por primera vez en la traducción griega y latina del Salmo 90 (91), 6; por eso, en el siglo XU se introdujo la costumbre de rezar entonces el ángelus, una plegaria que antes se hacía al atardecer, otro momento de extremo peligro, pues es cuando salen los demonios de la noche.
Juan Gil Fernández, es académico de número de la Real Academia Española desde 2011. Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Sevilla (1971-2006), obtuvo su licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido pionero de los estudios del latín medieval en España, con trabajos sobre el latín de los visigodos y los mozárabes. Ha dedicado especial atención a la historia de Cristóbal Colón. Varios de su libros han sido traducidos al italiano, francés o japonés.
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300 historias de palabras. Dirigido por Juan Gil. Espasa, 2015. 350 páginas. 22,90 €
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