Yo no soy nadie: Deja de soñar conmigo
Por @oscar_mora_.
Como saben si asistieron con diligencia a sus clases de catecismo, al principio fue el verbo, luego el verbo se hizo carne, y a partir de ahí se lio todo. En lo que respecta a la literatura, el camino de la oralidad al papel lo han recorrido centenares de obras, pero ninguna cumple esta semana 150 años, ni ha sido tan mal ni tan bien leída como Las aventuras de Alicia. Si usted pertenece al grupo de personas que cree que se trata de una historia infantil, yo no soy nadie para decirle que se equivoca, pero sin duda lo está. Tanto “Alicia en el país de las maravillas” como “A través del espejo, y lo que Alicia encontró allí” son libros para adultos, y se pueden convertir en peligrosos artefactos en manos de niños bien educados en la lectura.
La primera parte, “Alicia en el país de las maravillas” es un cuento que Lewis Carroll contaba a tres hermanas improvisando sobre la marcha. Lo puso negro sobre blanco ante la insistencia de la protagonista, una niña de diez años a la que el propio autor tenía la costumbre de fotografiar. Lo publicó cuando todo su entorno le insistía en que lo hiciera. En el país de las maravillas (“el país subterráneo” en las primeras versiones de la historia) todos están locos. No es una situación de cuento de hadas, y la propia protagonista entra en la pesadilla cuando el gato de Cheshire le dice que ella también está loca:
“- Pero es que a mí no me gusta estar entre locos –dijo Alicia.
– Eso sí que no lo puedes evitar –repuso el Gato -; todos estamos locos por aquí. Yo estoy loco; tú también lo estás.
– Y ¿cómo sabes tú si yo estoy loca? –le preguntó Alicia.
– Has de estarlo a la fuerza –le contestó el Gato -; de lo contrario no habrías venido aquí.”
La personalidad de una niña que se estira y encoge, habla con los animales y organiza carreras de pájaros desaparece. En el capítulo V llega el punto de inflexión en su conversación con la oruga:
“-¿Quién eres tú? -dijo la oruga (…)-. ¡Explícate!
– Me temo, señor, que no puedo explicarme a mí misma, porque yo ya no soy yo, como podrá ver.”
Poco después, cae en brazos de Alicia un bebé que se transforma en un cerdo:
“Si es que estás volviéndote un cerdo –dijo Alicia muy seria- te advierto que no quiero saber nada de ti”.
Se puede añadir poco más a esa escena que nos escamoteó Disney, pero cuando el bebé-cerdo escapa, sigue el hilo de sus pensamientos:
“Si hubiera crecido, se habría convertido en un chico terriblemente feo, pero como cerdo, creo que será un cerdo precioso”.
El segundo libro, “A través del espejo”, es mucho más desconocido e interesante. Sin tener que seguir la estructura oral, Carroll construyó una fábula en la que la niña se adentra, como se prevé en el título, en un mundo especular donde todo está del revés. Siguiendo los movimientos de una partida de ajedrez, Alicia pasa de ser un simple peón a coronar y convertirse en reina blanca. Aparecen personajes archiconocidos como Humpty Dumpty, y otros más sombríos como la Reina Roja. Podría seguir poniéndoles citas de momentos asombrosos del libro, pero prefiero invitarles a que relean este libro deteniéndose en cada detalle, y les dejo con el que sin duda es mi momento favorito de ambos libros, cuando Alicia está acompañada de Tweedledum y Tweedledee (Tararí y Tarará) y se encuentran con el rey rojo durmiendo.
“ -Por casualidad, ¿hay leones o tigres por aquí cerca? -preguntó tímidamente.
-No es más que el Rey rojo que está roncando -explicó Tweedledee (…) ¿Con qué crees que sueña?
-Eso no se puede adivinar.
-Claro que sí. ¡Contigo! Si dejara de soñar contigo, ¿dónde crees que estarías?
-Donde estoy ahora, desde luego.
– Ni hablar.No estarías en ninguna parte, porque tú no eres más que una especie de cosa que aparece en su sueño.”
Las maravillosas ilustraciones que acompañan este artículo son de Arthur Rackham, reflejando mucho mejor y más fielmente el espíritu del libro que las clásicas de Tenniel.