Materia Oscura, o la subversión del lenguaje
Por Anna María Iglesia
@AnnaMIglesia
En las cartas escritas durante la composición de Bouvard y Pécuche, Gustave Flaubert expresaba su deseo, atormentado ante la dificultad del reto, de escribir una obra que se sustentara sólo sobre el lenguaje: dejar de lado la trama, convertir la “nada” en centro gravitacional de la obra y hacer del lenguaje el único perno sobre el cual se sustentara la novela. Los surrealistas, Joyce y, sobre todo, Samuel Beckett heredaron la clase magistral de Flaubert que, sin necesidad de las teorizaciones psicoanalíticas en torno al lenguaje y a la naturaleza lingüística del ser, afirmó la naturaleza lingüística del todo: Bouvard y Pécuche, en verdad, no es una novela acerca de la nada, sino una novela acerca del vaciamiento del lenguaje, acerca de la sobreproducción de códigos y de conductas, acerca el desvanecimiento de la subjetividad. En este sentido, Flaubert sabía, como bien decía hace algunos meses Patricio Pron en una entrevista, que “actuar en el lenguaje es actuar en la realidad” y es precisamente a través del lenguaje y, por tanto, a través de la literatura que el escritor está llamado a intervenir, sin complacencia alguna, en la realidad en la que está inmerso. A esta llamada a la intervención literaria o, mejor dicho, a la intervención a través de la literatura, como campo de batalla lingüístico, responde Ángel Zapata con Materia Oscura (Páginas de espuma), una obra que parece querer contradecir el propio género en el que se inscribe, el del libro de relatos, apareciendo como texto que juega entre el ensayismo poético y lo aforístico, un texto que bien podría decirse, tomando prestado el concepto a Manuel Astur, un ensayo sentimental. Materia Oscura tiene como centro el yo, un yo anónimo y a la vez colectivo, un yo singular pero también plural en tanto que, a lo largo de las páginas, va adoptando distintas máscaras y distintos roles, un yo polifónico que sirve a Zapata para plantear, desde tonalidades oscuras y algo desasosegantes, la problemática dialéctica entre el sujeto y el entorno social. En efecto, el propio autor pone en cuestión la catalogación de Materia Oscura como libro de relatos a la vez que duda de la posibilidad de inscribir determinadas obras en géneros cerrados que poco o nada responden a las exigencias de los textos. “¿No es, por ejemplo, un texto narrativo –y de los más interesantes- “El libro del desasosiego” de Pessoa? Lo que nos puede desconcertar en él es eso, que no tiene un desarrollo argumental. Pero creo que caben muy pocas dudas de que es un libro que cuenta” señala al respecto Ángel Zapata que, de inmediato, añade en referencia a su última obra: “Materia oscura contiene muchos pasajes cercanos al pensamiento poético, sí. Y la filosofía es una dedicación constante en mi vida, lo que creo que se transparenta en todos mis libros de cuentos. No obstante, si tuviera que adoptar un punto de vista formal diría que el libro sigue estando en el territorio de la narrativa, si bien parte en este sentido de un rechazo fundamental: el que equipara la operación de contar al procedimiento –hegemónico y fuertemente normativizado- de contar una historia. Es posible contar sin contar historias. Y aun diría más: aspectos fundamentales de la experiencia humana se pierden, o resultan deformados y falseados, cuando los hacemos entrar con fórceps en el módulo de una “historia”.
En el intento de “contar sin contar”, lejos de sistematizar dicha dialéctica en una estructura narrativa través de la cual ilustrar la problemática del yo contemporáneo, Zapata construye una obra que, heredera de esa nada flaubertiana, se sustenta sólo en el lenguaje que, asimismo, huye de la sistematización semántico-referencial para inscribirse en la tradición surrealista: se trata de un lenguaje que se manifiesta desde el inconsciente, es decir, es un lenguaje pulsional, aparentemente no elaborado. “En estricta teoría psicoanalítica es imposible escribir desde lo inconsciente, puesto que escribir es un acto que requiere conciencia y lo inconsciente no escribe. Pero si es cierto, en cambio, que lo inconsciente inscribe cosas en nuestras palabras y en nuestros textos. Y es cierto también que apenas desciende el umbral de conciencia se manifiesta en nosotros un flujo verbal que procede de la actividad psíquica preconsciente, tal como podemos observarlo en las frases que ‘se escuchan’ durante el duermevela”, indica el autor, quien confiesa que “la mayoría de los textos de Materia oscura están escritos en ese estado poroso, crepuscular, receptivo, donde el discurso no es el resultado de una elaboración voluntaria y orientada, sino la transcripción de una escucha”
El estado poroso y crepuscular del yo narrativo y, por las declaraciones del autor, también autorial, coincide asimismo con el estado crepuscular del presente: sin caer en el tono panfletario y sin explicitar realidades ni hechos concretos, Ángel Zapata describe un presente agotado, un presente avasallado y devastado por una crisis que va más allá de lo político y de lo económico. La necesidad de intervenir, la misma que justifica y explica el lenguaje de Materia Oscura, se enfrenta, sin embargo, al descreimiento: “qué emprender cuando cualquier acción se siente fútil, cualquier gesto irrisorio, ahora que la amenaza cubre la luz del día con sus andrajos, y todo intento de desquite es igual que azotar al océano, es pueril” se lee en Materia Oscura. Zapata no duda en reconocer su inscripción en la tradición nihilista: “El nihilismo es mi atmósfera natural, y es ahí donde me conducen la conciencia, la reflexión y el saber. Aun así, los sueños, los mitos, la poesía practicada en todas sus implicaciones abren en mí dimensiones de experiencia donde ‘el sentimiento de la inutilidad trágica y sin alegría de todo’ (por decirlo con Vaché) sencillamente no hace acto de presencia. Por lo común, oscilo ente una posición y otra”. Sin embargo, dicha inscripción no debe interpretarse como la convicción de que el presente es aporético y, por tanto, a pesar de su devastación, el acabamiento es sólo aparente: “no necesito estar convencido de que el mundo está agotado, lo constato cada día. Pero está agotado, están agotados, este mundo y esta sociedad. A mí me deja atónito, y no exagero, el lavado de cerebro masivo al que el capitalismo de las últimas décadas ha sometido a la población, hasta conseguir que todos y todas vivamos convencidos de que “no se puede hacer nada”. Naturalmente que no se puede hacer nada jugando en su tablero, con sus piezas y con su reglamento. Pero como muy bien dijo André Breton, “hay cambiar de juego, y no las reglas del juego’” Y es precisamente a este cambio de las reglas del juego al que apela Ángel Zapata en Materia Oscura, título que describe, poética y filosóficamente, el ocaso contemporáneo pero que, a través de la referencia a la materialidad de este presente y, por tanto, al carácter todavía vivo del mismo, obliga a la continuidad, al no agotamiento, sino a la búsqueda de lo irremediable. Pues, como ilustra la portada, en referencia a una de las metáforas contenidas en el libro, es necesario actuar para que esa muela del dolor que se ha instalado prohibiendo el paso y la vida, se reduzca y desaparezca: “Existe lo irremediable, y de ello han hablado en la literatura todos los grandes trágicos. Pero este territorio de lo irremediable no se extiende a las formas de organización social, y cuando el discurso del Amo dice, por ejemplo: ‘siempre habrá pobres y ricos’, basta con recordarle la evidencia antropológica de las numerosas sociedades donde esa división no ha existido”. Materia Oscura es la expresión de este recuerdo metafórico, es la búsqueda y la expresión de la subversión, de la apelación constante a un cambio de reglas y de cartas, una actuación contundente en el presente. De ahí que, Ángel Zapata no duda, entre la ironía, en afirmar: “viendo el cariz que están tomando las cosas- empiezo a temer que llegue un día en que los poetas seamos detenidos por tenencia ilícita de metáforas”