«Hércules» circense y musical con semidioses y eternas mujeres hermosas
Por Horacio Otheguy Riveira
Un musical que se toma a solfa la mitología, pero despliega suficiente imaginación como para alternar varios géneros teatrales y en todos los casos encantar al respetable con un teatro-circo de primera línea, entre acrobáticas coreografías y canciones que van de la diversión alocada a la necesidad de amar, sin paradas intermedias.
La fanfarria con que el telón se levanta regresa al final de la función para que salgamos tarareando una alegre melodía que se queda grabada como si también pudiéramos cantarnos y bailarnos en el día a día.
Una euforia dulce con acróbatas impecables y deliciosas bailarinas: juntos conforman el encantador mar de fondo de un espectáculo que tiene un brillante estilo de teatro-circo, pero que a su vez se permite fugaces homenajes al musical americano, al teatro canalla de la farsa procaz, y desde luego a la zarzuela y sobre todo a la revista española (que desde los gloriosos días de Celia Gámez fue decayendo hasta desaparecer con el último gran éxito de Lina Morgan, «Vaya par de gemelas» en los 80 —aunque luego lo volvió a intentar con otras dos frustrantes experiencias: «Sí, al amor» y «El último tranvía»—).
De todo hay en esta fiesta que deja andar el aroma triste del tiempo que pasa para un semidiós como Hércules que, siendo inmortal, no puede evitar envejecer y asistir diariamente a la representación cómica y romántica de su propia vida. Hasta que ante una escena en que cree acosada a su enamorada de juventud, irrumpe en la ficción y toda la Compañía desespera, pero luego comprende y le consuela, demostrándole que sólo son artistas… Y aquí un homenaje más del coautor y director Ricard Reguant, al propio mundo de mentiras verdaderas, de lentejuelas, con hombres afanosos en demostrar su destreza, su pasión y su amistad… pero donde de verdad, lo que más cuenta entre tanta testosterona es la eterna belleza de mujeres aguerridas, malas y buenas buenísimas, el eterno devenir de la belleza aterciopelada en jóvenes bailarinas y actrices-cantantes espléndidas.
Brillantes, alegres y emotivas canciones con divertidas coreografías y voces muy cuidadas: todo esto se llevó a cabo con notable esplendor en el último Festival de Mérida 2015, bajo las ruinas espectaculares que luego se convierten en meros telones de un circo representado en teatros normales, como si pudiéramos verles vivir en caravanas antiguas, cansados del traqueteo de la vida y los vaivenes sentimentales, pero revividos por el arte de birlibirloque de cada función, una fanfarria tras otra, impulsada por las composiciones musicales de Ferrán González (Pegados, Mierda de artista), una grata referencia en el nuevo musical español como espléndido actor-cantante, esta vez detrás de escena, responsable de la música y director de todo el entramado musical por donde se filtran las voces de todos los intérpretes.
Intérpretes que cantan canciones de Xenia Reguant (a su vez formidable actriz-cantante-bailarina, compañera de las aventuras teatrales de Ferrán), todos a una en un decidido espectáculo coral, en el que cada integrante resulta indispensable.
En este contexto, todas las elecciones del veterano director Ricard Reguant, con gran experiencia en musicales, resultan eficaces; además de coescribir el guion con otro brillante veterano, Miguel Murillo. El retorno a los escenarios de Pablo Abraira, con una voz potente y un envolvente carisma, tiene el color de la veteranía que se rinde al brío y la hermosura de las mujeres que representan para él la historia de su vida. Sus duetos con Víctor Ullate y Clara Alvarado tienen mucha fuerza e indudable encanto.
Por su parte, Ullate monta un excesivo tono de farsa durante toda la función que se enriquece notablemente cuando canta con Javier Pascual (estupendo Hércules joven) «Más que amigos», un despliegue de energía y diversión «tocados» ambos por la varita mágica de una gran coreografía del musical clásico. Más que amigos: el lugar entrañable donde la amistad se convierte en lo más preciado, con su punto de ambigüedad sexual en determinados momentos. Humor y ternura en un dúo en el que —como otros en diversas escenas— ambos intérpretes demuestran su flexibilidad y talento (en el caso de Víctor Ullate, ampliamente demostrado en muchas funciones, y en el caso de Javier Pascual, para este cronista, una grata novedad de quien defiende un cuerpo escultural con gran sentido del humor y muchas capacidades musicales).
Paco Arrojo es el presentador y es también Zeus: un dios del show en el que luce con buenas armas las tradicionales veleidades del guía de un circo que siempre ha de mantener en pie la alegría de sus gentes, las sonrisas de sus jovencitas escasas de ropa que invitan al ensueño de Hércules joven y maduro, al ensueño de todos los hombres más allá del tiempo y el espacio.
Y así es como, aunque los protagonistas son masculinos, la historia la llevan de calle las mujeres, lo mismo si han de ser una pícara gallega, luego madraza todopoderosa (Nuria Sánchez), madrastra feroz (Elena Gómez) o la diosa Atenea, una rubia muy sensual, inevitable rompecorazones (Clara Alvarado, en la foto).
Hércules ha vuelto en un salpicón de variedades por donde la mitología griega se ríe de sí misma, y las pasiones humanas, que siguen circulando a través del tiempo, descubren un placentero show que convierte la nostalgia en un fresco y dinámico cocktail de bailes y canciones.
Hércules El Musical
Guión: Miguel Murillo y Ricard Reguant
Dirección: Ricard Reguant
Ayudante de dirección: Karmele Aranburu
Intérpretes: Pablo Abraira, Víctor Ullate, Paco Arrojo, Javier Pascual, Clara Alvarado, Nuria Sánchez, Elena Gómez.
Bailarines-acróbatas: Basem Nahnouh, Anais Sancruz, Paula Núñez, Víctor ramos, Alejandro Sánchez, Pep Guillem Picó, Fanny Corral, Tamara Moyo, Elena González, Carolina Corvillo, Arnay Eygee, Elena Suárez, Pascual Ortí.
Dirección y composición musical: Ferrán González
Letrista: Xenia Reguant
Coreografía: Nuria García
Diseño escenografía: Pablo Almeida
Diseño vestuario: Maite Álvarez
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