Crónica de una Guerra Civil lejos de los bandos
La Guerra Civil contada a los jóvenes
Arturo Pérez-Reverte y Fernando Vicente
Ediciones Alfaguara
Por Telmo Avalle @telmoavalle
Guarda la vida de Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) cierta correspondencia con la guerra. Sabe de primera mano lo que es porque ha estado en muchas, y de poco sirve hacer recuento puesto que ya el horror de una sola resulta desmedido. Fue reportero de guerra durante veintiún años, hasta que el desagrado ante la deslealtad de sus jefes pudo más que su amor al oficio y terminó dimitiendo. Aquella memoria bélica activó en él un resorte contra la impostura de los buenos y los malos y los peligros del olvido. De ahí que no hace mucho, cuando su última novela ‘Hombres buenos’ estaba inacaba o era apenas una galerada, el académico de la T se quedase pasmado al leer en un libro de texto dos definiciones parcas e imprecisas sobre la vida de Antonio Machado y Federico García Lorca. Del primero contaba que falleció en Francia al poco de llegar con su familia y del segundo que murió cerca de su pueblo, sin más. No había más historia ni drama alguno que la muerte como desenlace.
Comienza entonces a pensar que ese ‘escamoteo de la Historia y afán de proteccionismo’ a los jóvenes está diluyendo la Guerra Civil a «unos clichés muy elementales y a una toma de posiciones injustas para unos y otros». Aquel relato simple y partidario que se hace sobre la tragedia que fracturó a España en dos está «volviendo a los jóvenes huérfanos de memoria»; por lo que toma la decisión de hacer una incursión en la Guerra Civil para contarla de «una manera objetiva, limpia y muy sencilla». Será una narración concisa, sin calificativos, para evitar «un desequilibrio en esa balanza que es la forma de ver el pasado y la memoria». Será ‘La Guerra Civil contada a los jóvenes’ (Alfaguara,2015).
El empeño le obliga a la asepsia narrativa para no caer del lado de la indelicadeza, pero también a la precisión y concisión en los textos. «Este libro aparentemente tan sencillo me ha dado un trabajo espantoso, porque resumir es lo más difícil», termina reconociendo Pérez-Reverte. Con todo, no puede por menos que someter al relato a un ayuno de opiniones y bandos; con excepción de la miseria, el latrocinio y la infamia que dominaron la contienda. Claro está que, por otro lado, también tuvo arranques de valor, coraje y dignidad, pero las virtudes fueron menos visibles. Sí están las principales batallas y las atrocidades en un texto que intenta servir como testigo de primera mano de ese momento histórico que entre 1936 y 1939, hace casi ochenta años, enfrentó «al amigo con el amigo, al vecino con el vecino, al hermano contra el hermano».
En paralelo al relato se destaca el trabajo de ilustración. Ilustrar una guerra es un trabajo todavía más difícil que contarla. Parte de la lectura, que tampoco debe ser muy honda, y luego sigue por los vericuetos de la documentación hasta llegar al proceso creativo. Tampoco aquí puede desbocarse libremente la imaginación, que debe apoyarse en los textos para iluminarlos y conciliar la memoria histórica con el imaginario del artista. Fernando Vicente (1963) ha sido el encargado de alumbrar este libro a través del autodidactismo que le es tan propio.
Barriendo primero la feria del libro antiguo en busca de todo lo que pueda servirle en su labor, y leyendo después hasta la congestión, Fernando Vicente ilustra las escenas que relata Pérez-Reverte en treinta breves capítulos. Treintaidos contando el prólogo y el muy esmerado anexo. El ilustrador se autodefinió las líneas que debía seguir: «no quería contar la Guerra Civil en colores y me he ido un poco a mi mundo, lo he visto todo a través de mis ojos». De ahí que abunde el tono azulado en unos dibujos que conservan toda la severidad de la lucha y el estilo cartelista del momento.
Hay entre el destilado relato de Arturo Pérez-Reverte y el detallista trabajo de Fernando Vicente un diálogo fluido. El resultado es impecable: una coordinación ecdótica que referencia aquellos elementos que fueron comunes y singulares en la Guerra Civil, y que va tocando refrescar a los jóvenes. Y a quienes no lo son tanto.