«La flaqueza del bolchevique»: teatro de alta tensión y fascinante sensualidad
Por Horacio Otheguy Riveira
Susana Abaitua y Adolfo Fernández en impecable versión teatral de la novela de Lorenzo Silva, La flaqueza del bolchevique. Crónica negra española en un escenario dinámico, con personajes en el límite de una rara lujuria empapada de ternura.
La belleza de la jovencita de instituto es una caricia lanzada a la penuria de un hombre derrumbado. Una caricia impensada que llega de pronto en medio de una alharaca provocada por él mismo, un pobre tipo convertido de pronto en un niño-grande, en un patoso protestón que, sin embargo, está secretamente atrapado por un rayo luminoso: el misterioso amor por una joven mitificada, repentinamente convertida en realidad.
La única foto que lleva en su cartera es la de la princesa Olga: aquella hermosa adolescente con ojos de mujer fatal y a la vez niña con aires de superioridad, la hija mayor del zar Nicolás II, destronado con la gran revolución del siglo XX…
… y luego, la fantasía de imaginarse a un bolchevique destinado a ejecutarla, aunque irremediablemente enamorado de semejante belleza aristocrática, con la altivez de quien cree que nada ni nadie será capaz de alterar su vida intachable, sobrevolando la miseria de un enorme país regido por el tirano de papá.
Y en su flaqueza, quién sabe si el bolchevique, antes de matarla tuvo la ocasión de «arrancarle la ropa a mordiscos» o de contenerse derretido por un amor sublime, o reprimirse porque no era el momento ni el lugar adecuados.
Sea como sea, allí está grabado en el corazón de un ciudadano español de a pie, que deambula por la ciudad como alma en pena, fatalmente solitario, atrapado sin quererlo por la extraordinaria belleza de una chica muchos años más joven y mucho más electrizante y madura que él.
Esta Flaqueza del bolchevique es una versión teatral que avanza por caminos sumamente peligrosos, todos salvados con gran talento. Aquí se une una específica dinámica teatral, hecha de verbos imperiosos y de situaciones imaginativas, con la vibrante riqueza de la novela, dejando fuera los farragosos discursos del protagonista masculino.
Aquí hay esencia de teatro en constante ebullición. Todo está al servicio de una acción interior-exterior en la que los paneles que sirven de objetos imprescindibles se convierten en automóviles, partes de una piscina, bancos de un parque, pantallas donde se proyecta el amado cuerpo de una joven cuya elegancia y deliciosa prestancia son el caldo de cultivo de unas emociones que nunca podrán existir del todo.
Un viaje sensorial de una sensualidad envolvente guiados por Adolfo Fernández, actor-director que esta vez ha encontrado a su medida un riquísimo personaje que le permite montar la cuerda tensa de la que parece caer en cualquier momento, asumiendo el monólogo del hombre que se confiesa entre risas y en el marco de una tragedia; entre bromas macabras o burdas y con la delicadísima prestancia de jugar un juego que no sabe hasta dónde le puede llevar…
Susana Abaitua es una Rosana que colma todas las expectativas, desde la sonrisa fascinada y fascinante al intento de seducción absoluta de un hombre mayor al que convierte en su objeto de deseo, con tiempo para pasos de comedia, de seducción de manual, y de conquista espontánea… y luego el pánico, el terror impensado en el final de un cuento de hadas con la brisa helada de un frustrado deseo sexual.
Tantos matices en la tercera aparición teatral de una actriz con un talento sobrecogedor: Naturaleza muerta en una cuneta, complejo debut en la piel de una universitaria del Este, prostituta en España, y otros dos personajes menores; y un inquietante personaje secundario en Ejecución hipotecaria.
Su talento —en todos los casos dirigida por un hombre de teatro como Adolfo Fernández (actor, director, productor)— va a más, y en este caso asume plenamente la flaqueza del título, metáfora profunda, trascendente, del hombre perdido que se ensueña con la posibilidad de un amor más allá de lo posible y lo imposible, un amor que roza el delirio y le arranca de la mediocridad en que vive. Ese hombre, cuando se encuentra con Rosana (nombre, por otra parte, que recuerda al del personaje romántico por excelencia del teatro francés, el inalcanzable amor de Cyrano de Bergerac) descubre su infinita capacidad para los más nobles actos, aunque se espere de él a un sátiro inmisericorde.
En el otro extremo del juego, Adolfo Fernández se revela una vez más con capacidades calidoscópicas, presentando un fresco de comportamientos sumamente divertidos. Es aquí un bufón sin cortapisas, capaz de todo con tal de vengarse de pequeñas frustraciones, canallesco y ruin como él solo, aunque en mera apariencia, pues con la sola aparición de la hermosa adolescente con su uniforme de instituto, irá desenvolviendo las diversas capas de un hombre íntegro cuya nobleza le llega a destiempo.
Un espléndido ejercicio teatral con arrolladora dinámica desde el principio, pues el texto del adaptador de la novela, David Álvarez, allana el camino al recrear todos los registros posibles.
Adolfo Fernández invade el escenario con un monólogo que se estructura como confesiones de un amiguete para expandirse como las alas de un halcón y encarnar otros soliloquios, situaciones imaginarias y momentos sublimes al encontrarse por azar con la fascinante jovencita, versión actualizada de la gran duquesa cuya belleza y trascendencia ignora los caprichos de un fatídico destino.
La flaqueza del bolchevique
Autor: David Álvarez (adaptación de la novela de Lorenzo Silva)
Dirección: Adolfo Fernández y David Álvarez
Intérpretes: Susana Abaitua y Adolfo Fernández
Iluminación: Pedro Yagüe
Sonido y música original: Mariano Marín
Diseño de escenografía: José Ibarrola
Audiovisuales: Emilio Valenzuela
Fotografías: Sergio Parra
Producción ejecutiva: Cristina Elso
Teatro Lara. Sala Off. Los martes de noviembre de 2015 a las 22,15 horas, hasta el 8 de diciembre.
Y DEL 11 DE ENERO AL 29 DE FEBRERO 2016: LUNES a las 22,15 horas.
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I don’t understand this kind of art. I don’t feel comfortable when seeing this collection.