Fauna, desplamientos, de Mario Levrero
Por Pedro Pujante.
Literatura Random House, 2015.
Leer a Mario Levrero es como releer un poso de escritura vieja y nueva, que se adentra con lentitud en las cavernas de tu subconsciente y te descoloca. Levrero no es un escritor que busque el agrado del lector, ni siquiera lo tiene muy presente; y si bien tiene relatos más amables, que tienden a la distensión, el disparate y la mera mueca humorística, también hay ocasiones en las que escribe con el ceño fruncido, y acomete una suerte de pesadilla diurna en forma de novela, de internación en el subconsciente.
Levrero nació en Montevideo y vivió entre los años 1940 y 2004. Es uno de esos autores inclasificables, no solo por la originalidad de su propuesta literaria, sino también por la heterogeneidad de su obra, por la amplitud de subgéneros a los que ha dedicado páginas. En su Trilogía Involuntaria –La ciudad, París y El lugar- escribió una suerte de novelas kafkianas, surrealistas y oscuras. En Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo, emulando la novela negra, escribió aventuras detectivescas y disparatadas que bailaban entre lo pulp y lo fantástico.
En estas dos nouvelles, Fauna y Desplazamientos, hay de ambos universos. El kafkiano-psicológico y el negro bufo. (Las acepciones son mías)
En Desplazamientos –la segunda de las piezas- nos cuenta la historia de una obsesión. El narrador, tras la muerte de su padre, se dedica a ir a cobrar los alquileres a los arrendatarios que este tenía, en una casa de huéspedes de su propiedad. En el rol de su progenitor, regresa al edificio en el que además vivió de niño. Este retorno, junto a la usurpación del rol del padre, le servirá como viaje de descubrimiento de sus fantasmas, de sus deseos, de sus oscuridades.
En forma de pesadilla, el narrador conocerá a dos hermanas, Nadia y Blanca. Sentirá un deseo irrefrenable por Nadia. Una especie de obsesión, acuñada por la urgencia sexual y el odio, una intensa compulsión que sumirán a nuestro antihéroe en una espiral de erotismo desbocado, de sexualidad
abrumadora. Además, para reforzar esta sensación de neblina onírica y de imposibilidad de escabullirse a su fantasmagórica pesadilla de deseos, Levrero hace que la narración no avance de forma lineal. El narrador, por varias veces, regresa a un punto anterior, enfatizando así la sensación de lenta angustia y circularidad envolvente. ‘Por momentos’, dice en algún momento el narrador, ‘me parecía estar persiguiendo a un fantasma.’
En la primera de las novelas, Fauna, encontramos al Levrero más gamberro. Aquí también aparecen dos mujeres paralelas, enfrentándonos a un sugerente planteamiento de dobles identidades. Otra vez, una de ellas ejerce sobre el narrador un deseo incontrolable. No obstante, el tono es diferente, más ácido y veloz, más alegre y cómico. Aquí, adopta la forma de aquellas prototípicas novelas negras –a la que Levrero era muy afín- de argumentos previsibles, femme fatales y extraños casos rodeados de criminales estereotipados y perversos.
En la línea de su Nick Carter, con similitudes al César Aira de Las aventuras de Barbaverde, el Levrero de Fauna hace a su protagonista-narrador meterse en un lío desproporcionado, con una rubia despampanante.
Al principio el mediocre investigador no sabrá a qué atenerse. Igualmente le ocurrirá al lector. Pero a medida que la trama avanza, a través de suposiciones más o menos descabelladas, todo comenzará a tener sentido.
Parasicología, hipnosis, maldiciones o sugestión. Desdoblamiento de la personalidad debido a traumas infantiles… ¿Quién es Fauna, quién es Flora? ¿Son estas dos hermanas quienes dicen ser? ¿Está la rubia que le ha encargado el caso tratando de engañarlo? ¿Quién es Monsieur Victor?
Tratando de resolver el único caso que ha tenido en su vida, este aficcionado a la parapsicología, propietario de un quiosco y adicto a los juegos recreativos, se verá envuelto en una trama rocambolesca. Una aventura más mental que real, que acabará… con una revelación inesperada.
Dos novelas distintas, unidas por la rara mano de Levrero, un autor del que todavía quedan por publicar en España una gran cantidad de obras, la cuales, sus devotos lectores esperamos ya con ansiedad.
Muy buena nota, faltaría corregir el título: Desplazamientos (dice «desplamientos».