Cuestionario literario: Marta Fernández
I
Apaguen la televisión, entren en la web de Jot Down y lean El hombre del aro en la oreja: historia del pecador verdadero. A través de este excepcional artículo en torno a la figura autorial de William Shakespeare descubrirán verdaderamente a Marta Fernández, una rara avis del periodismo televisivo, una mujer que desbarata todos los tópicos –algunos ciertos, algunos, evidentemente, falsos- que rodea el mundo de la televisión. El hombre del arto en la oreja es solo un ejemplo, pero seguramente uno de los ejemplos más locuaces, del espesor cultural, intelectual y crítico de esta periodista cuya formación trasciende toda posible categorización. La crítica filológica, el análisis narrativo, tan defendido por Harold Bloom, la consideración de aspectos semiológicos y de sociología de la cultural –Umberto Eco es lectura de referencia para Fernández-, todos estos elementos aparecen apuntados en esta lectura de Shakespeare, elementos que revelan la formación de esta periodista que dejó a medio camino un doctorado en letras, un doctorado que debía llevarla a realizar una tesis acerca de la recreación literaria de la escenografía teatral en la obra de Lope de Vega. Sin embargo, Shakespeare y el teatro no resumen los intereses de esta periodista, conocida por su entusiasta pasión por Thomas Pynchon, un autor que, como demostró en las Conversaciones de Formentor hace apenas unas semanas, no sólo ha leído y releído, sino que ha estudiado desde la más seria vocación crítico-teórica. No acaso su intervención en aquellas jornadas fue una de las más celebradas, sea por los asistentes sea por la prensa cultural que cubría el evento. Si ya hace algunos años, en los cenáculos literarios se sabía y se reconocía el extraordinario gusto literario de Fernández –bastaba recorrer las casetas de la feria del libro de Madrid-, actualmente, y afortunadamente, la presencia de Marta Fernández se ha hecho mucho más notable, ya sea a través de artículos de prensa escrita ya sea a través de su participación en conferencias y charlas, de la Fundación Telefónica, donde compartió cartel con Rodrigo Fresán hasta las ya mencionadas Conversaciones de Formentor. Si por un lado la extensa y plural cultura de Fernández, más propia de aquel humanismo que no distinguía entre ciencias y letras, explica el merecido reconocimiento público, por otro lado su salto al ámbito de la literatura con Te regalaré el mundo refuerza y consolida su calado intelectual. Si bien el lastre de los tópicos es un lastre demasiado pesado del que liberarse, todavía más cuando la propia editorial se apoya, injustamente (imponiendo un título y una portada edulcorada que poco tiene que ver con el complejo contenido de la obra) en su carácter de “presentadora televisiva” para promocionar su obra, la novela de Marta Fernández consigue y ha conseguido convencer a los lectores más exigentes, entre los cuales se encuentra precisamente Fresán, quien no ha dudado en expresar su aprecio por esta primera novela que tan poco tiene de primeriza y tanto de madurez literaria. Como Fresán, autor de referencia para Fernández, la periodista elige como protagonista para su novela a un escritor o, por lo menos, a un joven en plena elaboración de la que debe ser su primera novela: el proceso de escritura, equiparado con acierto a un proceso de investigación y de introspección, es el liet motiv de Te regalaré el mundo, una obra en la que la trama esconde, casi como el iceberg de Hemingway, un subtexto de cadencia ensayística donde la autora reflexiona acerca de la escritura y de la lectura, como dos procesos complementarios e, incluso, como dos expresiones sinónimas del acto creativo. En diálogo con la tradición, de los clásicos a lo más contemporáneo, reconociendo, verdaderamente y sin recorte alguno, el legado de Cervantes e introduciendo la música clásica, de la que la autora es una experimentada conocedora, como fondo musical y discursivo, Marta Fernández propone una novela que bien merece más aplausos de los recibidos. Asimismo, dejando de lado la novela, de lo que no cabe duda es de la valía intelectual de Fernández, “una de las mujeres más cultas que he conocido”, se comentaba hace unos días en una presentación en Barcelona, una valía que, además, se refuerza por la transversalidad de su cultura, de letras a ciencias, de literatura a música, de pintura a cine. Que decir más de esta rara avis de las cámaras, de esta intelectual por fin descubierta…. Solamente añadir: ¡Quién pudiera ser como Marta Fernández!
¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?
Esa plenitud que parece inalcanzable. Ese sentimiento elusivo y fugaz pero existente. Como la biblioteca de Borges: infinita, imposible de abarcar, que contiene toda la sabiduría y todas las preguntas.
¿Cuál es su gran miedo?
No tengo demasiados –además de las alturas. Pero es posible que esto quiera decir que me los niego.
¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
La verdad como una de las bellas artes.
¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso que confiese mentir)
En la Literatura. El único terreno en el que la mentira puede ser la puerta a verdades más sutiles.
¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas opiniones por temor al qué dirán?
No acostumbro. Así que luego me tengo que retorcer los dedos.
¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún comentario en las redes sociales con plena libertad?
Siempre lo hago. También soy deslenguada en 140 caracteres. Lo que nunca he hecho lo contrario, publicar bajo presión.
¿Qué es para usted la libertad?
Lo mismo que para la RAE. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.
¿Siente el ser una persona reconocida públicamente le resta libertad con respecto a la persona anónima?
Me molesta especialmente el giro “persona anónima” así que me voy a tomar la libertad de decirlo. No hay personas anónimas. Todos tenemos un nombre. Todos tenemos voz. No creo que haya relación entre la libertad y la exposición pública –y digo exposición pública porque el reconocimiento es otra cosa.
¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o silenciarlas?
Expresarlas en los foros adecuados. Un periodista que escribe una información no debería filtrar sus opiniones, pero puede hacerlo si está escribiendo una columna, un editorial. Ya sabe… Los límites de los géneros. Y creo que eso también se puede aplicar a las redes sociales.
¿Activismo público o compromiso privado?
No tienen por qué ser excluyentes.
¿Informarse o ser informado?
Tampoco han de ser excluyentes. Es más, para informar primero hay que estar informado.
¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?
Como el aire que respiro.
La cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento transversal?
Ni una cosa ni la otra. Es mucho más. Forma parte de nosotros. De la materia con la que nos construimos, con la que levantamos nuestras sociedades. Es el credo del que no tiene credo al uso y el placer del verdadero hedonista. Es lo que nos hace mejores y, sobre todo, más felices.
¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura para usted?
Pues hay manifestaciones que no lo parecen… pero no veo por qué hay que ser reduccionista. Ya se sabe que el canon es variable.
¿Sus referentes culturales son literarios, musicales, artísticos, cinematográficos…?
¿En un cuestionario? ¿Lo dice en serio? Para abreviar diré uno que lo resume todo: Shakespeare.
¿Un autor para releer?
Herman Melville. Vladimir Nabokov.
¿Un autor recién descubierto?
J.R. Moehringer, el autor de El Bar de las grandes esperanzas.
¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo recientemente visto y que no olvidará?
Alcina, de Haendel en el montaje de Katie Mitchell para el Festival de Aix en Provence. Jamás he visto algo igual. Habría deseado quedarme allí, frente a aquel escenario, para siempre.
La creación, ¿un arte, una pasión o un oficio que se puede aprender?
Hay herramientas, por supuesto. No llegaría a decir que es un “oficio” pero sí que la creación requiere trabajo, dedicación, horas… Ya sabe lo que decía Picasso sobre la inspiración. Mejor que te pille en el taller.
¿Todos podemos escribir un libro?
Claro. Otra cosa es el resultado.
¿Todos podemos publicar?
Eso depende de los editores, no del talento del autor.
¿Todos podemos ser artistas?
No.
El éxito, ¿personal o profesional?
Mejor que el éxito, la felicidad. Y eso que se llama éxito no siempre va aparejado.
El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no necesariamente?
La felicidad, insisto. Volvemos al principio del cuestionario en un eterno retorno sisifesco.
¿Cuál considera que es su gran logro?
A los diez años inventé un personaje llamado “Las orejas de pana”. Sí. Es lo que parece: unas orejas de pana que volaban independientes de cabeza alguna y concedían iluminaciones epifánicas a quien les preguntaba. No creo que vuelva a parir un personaje igual de sorprendente.
¿Cuál es su lema?
No lo había pensado. Pero lo colaré una frase de Shakespeare. I’m fortune’s fool.