Objetos malditos: Guía de juguetes del mal y lugares condenados
«Puede que muchos crean que las maldiciones son algo del pasado, algo condenado a desaparecer en medio de un mundo racional y tecnológico. Pero la creencia en maldiciones, como todo lo que tiene que ver con los sustratos más profundos de nuestra psique, toma nuevas y proteicas formas, e incluso se vincula a nuestra aséptica tecnología».
Actualidad editorial:
¿A qué llamamos “maldición”? ¿Es cierto que hay objetos que contienen una fuerza negativa y perniciosa que atrae la desgracia? Los objetos malditos forman parte de la historia y han tenido un importante papel en determinados momentos y situaciones. Javier Arries ha ahondado en esta original temática, que recoge en Objetos malditos (Editorial Luciérnaga), un libro guía por el que desfilan todo tipo de objetos y lugares condenados por una maldición. Hay muñecas malditas, joyas que parecen transmitir la desgracia, lugares que inducen al suicidio… Esta obra no es sólo una mera enumeración de objetos nefastos, sino que se investiga de dónde vienen las ideas, los motivos, las emociones profundas que esos objetos despiertan en nosotros. En definitiva, nos ayuda a entender la naturaleza de eso que llamamos “maldición”.
Los objetos malditos tienen naturalezas y formas muy diversas (desde una piedra preciosa hasta una silla y desde una muñeca de trapo a un sarcófago) pero todos tienen algo en común: dicen que atraen la desgracia, la ruina y toda suerte de infortunios a los que se relacionan con ellos. De algunos se afirma incluso que son instrumentos del diablo, o de la mismísima muerte. Son objetos de fama siniestra que arrastran una historia funesta. Se les atribuyen toda clase de desórdenes, desde simples rachas de mala suerte hasta las más terribles desgracias. Son objetos que se miran con miedo, que parecen poseer vida propia, que tienen un historial cuajado de muertes y accidentes.
Javier Arries nos guía por este oscuro mundo en un viaje a través del tiempo que investiga los instrumentos de maldición más antiguos hallados hasta la fecha, desde los textos de execración egipcios y grecolatinos hasta las muñecas vudú. Nos presenta también una serie de objetos malditos actuales, algunos con una larga y truculenta historia detrás: utensilios que despiertan nuestros miedos más ancestrales; joyas mortales para sus propietarios; muñecas y juguetes poseídos por extrañas fuerzas; cuadros que parecen actuar como una puerta a una realidad de pesadilla; sillas en las que nadie debería sentarse; edificios que matan; lugares que inducen al suicidio… Malditos son por ejemplo la muñeca Annabelle o el muñeco Robert, inspiradores de famosas películas de terror; el diamante Koh-i-Noor (montaña de luz) del que se dice que solo pueden llevar las mujeres y Dios sin temor al maléfico poder que contiene; el misterioso sillón del diablo que se expone en el palacio de Fabio Nelli en Valladolid, del que se dice que el diablo se sentaba en él e inspiraba al licenciado Andrés de Proaza, detenido por diseccionar a un niño vivo. Hay maldiciones especialmente célebres como la de la tumba de Tutankamon y lugares malditos como el bosque de Aokigara, en Japón, donde casi un centenar de personas se suicidan cada año, o la isla maldita de Poveglia, en la laguna veneciana, la caja dybbuk, donde habita un demonio y tantos otros casos, curiosos y apasionantes que nos hacen ver que lo maldito está mucho más presente en nuestras vidas y en nuestra historia de lo que pensamos.
Qué es una maldición: “Imprecación que se dirige contra alguien o contra algo, manifestando enojo y aversión hacia él o hacia ello, y muy particularmente deseo de que le venga algún daño” (Real Academia Española de la Lengua). Para el que cree en su poder, la maldición es una fuerza lanzada con el único objeto de destruir al maldecido. La maldición es el deseo expreso y contundente de que la adversidad y la desgracia se peguen literalmente a un ser vivo, a un objeto, a un lugar; como si se tratara de una sustancia invisible pero real capaz de adherirse a la víctima, y tan eficaz para el que cree en ella como el hacha de un verdugo. La maldición es tan antigua como el hombre. Los brujos, los magos, los hechiceros han formado parte de la humanidad desde la prehistoria y en cualquier civilización del planeta. Son ellos los encargados de dominar el pensamiento mágico que acompaña al hombre y obtener resultados concretos. Hasta los propios dioses maldicen. En el Antiguo Testamento, Jehová bendice, pero también maldice. Las maldiciones se suceden en los libros del Antiguo Testamento e incluso en el Nuevo, pero las encontramos también en otras grandes civilizaciones, en particular en tierras egipcias. Es aquí donde nos aparecen imprecaciones escritas pero también objetos para maldecir de forma más eficaz, objetos de maldición. Y es que la maldición se hace aún más poderosa, se formaliza, si se escribe sobre algo creado con ese fin. Pero también los pueblos mediterráneos saben mucho de maldiciones. Los etruscos, los romanos y los griegos usaban las llamadas tablas de maldición, tablillas o soportes de diferentes materiales sobre los que se escribía el nombre de la persona que quería que resultara dañada y a veces también los motivos por los que se la maldecía.
Javier Arries (Madrid, 1963) es licenciado en Ciencias Físicas por la Complutense de Madrid y en la actualidad trabaja como profesor de informática. Desde 1995 publica libros y artículos y colabora en distintas publicaciones, como Año Cero o Más Allá de la Ciencia. Es autor de varios libros y tras más de veinte años investigando el lado más oculto de la Historia, de la antropología y del pensamiento mágico, ahora nos sumerge en el tenebroso mundo de las cosas malditas.
Para muestra… Annabelle, la muñeca diabólica: Nada da más pavor que sospechar que algo infantil y cándido oculta algo maligno. Los amantes del cine de terror probablemente conocerán la película Annabelle. Es la historia de una muñeca de inquietante aspecto que alberga el espíritu de una joven satanista que tiempo atrás se había suicidado mientras sostenía el juguete. Está basada en una muñeca real, una muñeca encerrada en una urna de madera con cristal a través del cual se la puede contemplar en el Museo Familiar de los Warren, célebre matrimonio de parapsicólogos que se encontraron con ella en 1970 en el transcurso de una investigación que ha llenado páginas de libros, periódicos y revistas. Los Warren fueron llamados en 1970 a investigar sobre una experiencia anómala y terrorífica que estaban viviendo dos estudiantes de enfermería Donna y Angie, que compartían piso. Cuando Donna cumplió 28 años, su madre le regaló una muñeca de trapo que compró en una tienda de segunda mano. Era una «Raggedy Ann», uno de los personajes infantiles más populares en los años treinta en Estados Unidos. Pero pronto descubrieron que la muñeca parecía tener vida propia: aparecía en lugares diferentes a las que había sido dejada e incluso dejaba mensajes con la caligrafía de un niño pequeño pidiendo ayuda. Pero el novio de Donna sentía que escondía algo maligno y así fue. La historia de Annabelle está llena de incidentes terroríficos que demostraron a los Warren que la muñeca estaba embrujada y que una entidad diabólica que habitaba la casa donde vivían utilizaba la muñeca. Los Warren se llevaron la muñeca a su casa, donde siguió haciendo de las suyas, hasta que el matrimonio decidió encerrar a Annabelle en la urna que los visitantes de su Museo pueden contemplar hoy en una visita guiada que atrae anualmente a miles de curiosos de todas las nacionalidades. Está encerrada con llave, pero parece que próximamente saldrá de su prisión de vidrio para ser expuesta en un lugar secreto, en exclusiva para los que quieran pagar por la experiencia. Se anuncian medidas extremas de seguridad.
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Objetos malditos. Javier Arries. Editorial Luciérnaga, 2015. 304 páginas. 17,00 €
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