Daniel Samper: «Toda caricatura parte de la realidad, aunque la exagera un poquito»
Por Telmo Avalle @telmoavalle
El periodismo ha sido y es la vida de Daniel Samper Pizano (Bogotá, Colombia, 1945). Esto sería tan sólo desde la torpeza y la distancia, porque de cerca es mucho más, sobre todo hilarante y perspicaz. Y es cierto que su carrera periodística, que se dilata a lo largo de casi cuarenta años, está plagada de influencias como las de Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio o Lucas Caballero Calderón, a quien Samper considera su gran maestro, pero también de varios premios que suponen el reconocimiento a toda una trayectoria y mucha tinta. Ahora más que nunca porque, como reconoce él mismo, «es un periodista sin diario que le publique». Pero no hay que caer en la desesperación, pues siempre quedan los libros.
Hasta la fecha Samper ha escrito decenas de libros de relatos, artículos, antologías y dos novelas, La primera fue ‘Impávido Coloso’ (Alfaguara, 2003), donde narraba el ‘milagro brasileño’ con una mezcla de vis cómica y mordacidad. Ahora es el turno de ‘Jota, caballo y rey’, (Alfaguara, 2015) un entrañable relato de amistad que brota de los nítidos recuerdos de infancia del autor. En él vuelve a punzar al poder, a su vanidad y a su corrupción, mediante una caricatura ácida e inteligente de la ilusa Colombia que encarnó el golpista Gustavo Rojas Pinilla.
Aunque el título del libro posee la musicalidad de un haiku, huye del resto de propiedades de la composición poética y deja entrever a su trío protagonista: el caballo Triguero, el ídolo nacional que desafía al poder; el general Gustavo Rojas Pinilla, un dictador al que la ingenuidad, el orgullo y el afecto por lo ajeno convierte en un títere político; y Jota, un muchacho de clase baja que representa la decepción de los sueños y la dureza de la vida. Las condiciones y las falta de cada uno se trenzan para lograr una novela que, como ya ocurrió en la primera de Samper, cuesta definir con una sola etiqueta. Aceptando de mutuo acuerdo que esta es una conversación entre periodistas en la que impera el humor, la entrevista tuvo lugar en las entrañas de Penguin Random House.
Jota, caballo y rey trenza una historia de amistad, poder y ambición. Cuesta ponerle una etiqueta definitiva. ¿Diría que vuelve a tratarse de una novela dentro del ‘Género de tiranos’?
Sí, se trata de un género que nace en España con ‘Tirano Banderas’ de Valle-Inclán y que luego ha tenido muchos exponentes en América Latina como ‘El Señor Presidente’, la ‘Fiesta del chivo’ o ‘El otoño del patriarca’, que recalan en la zona de Latinoamérica, puede que también en muchos países, pero sobre todo en los dictadores de esta zona. Nosotros hemos tenido un paréntesis de democracias cojas y muchas décadas de dictaduras. Este libro tiene que ver con una de dictadura militar efímera y no excesivamente tiránica que hubo en Colombia. De modo que si hubiera que catalogarla sería una novela de ‘Género dictadores’ pero escrita un poco en clave de humor.
¿Por qué una comedia?
Pues sí, es una comedia, pero también oculta aspectos dramáticos. Bueno, no los oculta sino que más bien los lleva también.
Jota, que se encarga de cuidar las cuadras de los caballos, y Rafael, el hijo del veterinario, forjan una amistad que está unida por una complicidad que salva las diferencias sociales.
Yo pienso que los grandes amigos se hacen a esa edad, que es cuando a uno no le importa mucho si el otro tiene dinero porque es algo que no está de por medio. No hay grandes rivalidades de amores, ni nadie se escapa con la mujer del otro. Lo único que realmente separa les une mucho, y es el fútbol. Y ellos, como todos los chicos, hablan mucho de fútbol. El hecho de que cada uno sea de un equipo hace que hablen de eso y se tomen el pelo, como pasa habitualmente. De modo que es una amistad del género de las que se hacen en esa época. Para que sea una amistad más interesante vemos que Jota es un poco mayor y mucho más avispado que Rafael, que estudia en un colegio bilingüe. Jota está en la calle y ha pasado las duras y las maduras; le lleva además un año o dos, lo cual hace también que haya entrado en la vida sexual con bastante intensidad, e incluso que sea el líder de los dos. Es algo que ya hemos visto en literatura, y de hecho quiere ser un homenaje a Mark Twain. Pero es también lo que se ve en la vida real. Los amigos tan sólo tienen esa época en la que se hacen con gran sincerad, sin intereses, sin ser socios. Porque años después no se tiene casi amigos, sino socios y cómplices.
Jota es el espejo de la clase baja y quien enseña a Rafael.
Porque está mucho más engarzado con la vida. Le ha tocado vivir más duro. Su historia familiar es muy dolorosa, y claro, eso le da mucho más recorrido. Rafael está aprendido de él, y en algunas circunstancias lo que aprende le asusta, como la vida sexual. En todo esto va un poco al paso que marca Jota, quien entra en su mundo como un elefante en una cacharrería, lo que le convierte en un personaje simpático. Es un personaje que por lo menos a mí me era muy simpático.
Parece que Rafael no toma consciencia de los problemas que le rodean hasta la aparición de Jota.
Rafael se traslada literalmente del barrio del norte, la zona de clase alta donde vive, al centro, que es un mundo donde matan gente y hay disparos. Más que un desplazamiento geográfico, es un desplazamiento emocional. Allí matan a gente, hay disparos, sangre y casas de prostitución. Ese es el mundo donde vive Jota y al que se asoma Rafael por su amistad, la cual se consolida cuando ambos terminan optando por una libertad que todos buscamos y que no dura mucho. Porque cada uno tiene su opresión: Jota la de vivir en la calle pobremente, sin estudiar y ejerciendo un oficio muy humilde; y Rafael tiene la dipsomanía de su madre, que en un rico es una enfermedad y pero si fuera de clase baja sería borracha. Por eso pongo esa palabra que a Rafael le choca tanto. También tiene una abuela que es bastante tiránica, y un padre tan generoso que tampoco lo gobierna. Esas son sus opresiones, y la libertad es ir un día juntos al cine o a remar al lago.
¿Por qué el personaje de Gustavo Rojas Pinilla, con toda su relación de tratamientos, resulta excéntrico?
Sí, e incluso a Fernando Vallejo, que es un tipo durísimo al que nada le gusta, le resultó simpático Dijo que había quedado enamorado del dictador. Era un poco lo que yo quería, porque podría haberlo hecho un personaje odioso, pero buscaba un dictador humanamente amable. A mí me hubiese parecido encantador por almorzar con él, del mismo modo que hubiera odiado conocer a Raúl Pinochet o Jorge Videla, que son monstruos del mal. A Rojas Pinilla lo noté como divertido; véase que hay un momento en el que están echando chistes contra él y se suma sin que sepan quién es, en vez de mandarlos matar. Es un dictador amable, ladrón, porque era ladrón, al que le encantaba que le regalaran cosas y recibía de la corrupción. Pero sobre todo tiene una cara amable y de tipo sencillo al que no se sabe bien por qué lo pusieron de presidente. Él preferiría estar al frente de un destacamento en la selva, bebiendo ron con sus amigos, antes que tener que estar en el palacio. A su mujer sí, y por eso opina que dado que tiene que estar presentable y bien vestido. Quien está interesada verdaderamente en la presidencia es su hija Sagrario, que quiere tener poder, dinero y firmar contratos. Pero son los colaboradores de Rojas Pinilla los que se encargan de hacer todo aquello que él no haría.
Y sus consejos de ministros son una sátira.
Desde luego. Pero el consejo de la piscina es rigurosamente exacto. Rojas Pinilla tenia una finca en una tierra muy caliente donde quiso poner una especie de piscina en el río. Y allí dentro hacia las reuniones con sus ministros barrigones; mientras repartían cerveza y tomaban queso. Esto es una caricatura a partir de la realidad. Toda caricatura parte de la realidad, aunque la exagera un poquito. Yo no tengo la imaginación para ponerlos a debatir los problemas del país en un río. Ellos lo hacían y cuando llegaron las revoluciones estudiantiles es cuando se descubrió su mentira.
Luego está el protagonista, el caballo Triguero, contra quien compite Rojas Pinilla por ser el ídolo nacional.
Pero él no está muy preocupado. A la que le preocupa de verdad es a Sagrario, que quiere todo el poder; no solo el político sino también el jurídico, para el que inventa un congreso donde debe estar el padre. Allí hay en juego prestigio y popularidad y no está dispuesta a que sean para el caballo Triguero. Por eso trata de que le gane en la pista, pero en la pista no hay dictadores. Y hay un momento en el que Rovira Valenzuela, la pareja de Sagrario, tiene un arrebato de dignidad y decide, no por la patria sino por su caballo, que prefiere ganar al poder antes que ser corrupto.
¿Entonces la tirana es Sagrario?
A menudo hay gente detrás de los dictadores que son mucho peores que ellos. Es el caso de Fujimori en el Perú, que fue un gran dictador, pero detrás de él había un tipo mucho peor; o del segundo gobierno de Perón en Argentina, que tenía al conocido como ‘Mago’, que era un brujo realmente. Generalmente por detrás del dictador, por malo que sea, hay gente peor; y Rojas Pinilla no era más que un pobre diablo con una hija inteligente y ambiciosa que sabía calcular las cosas, hacia dónde ir o cómo robar. Es un personaje invisible a los ojos de la gente, pues la que aparece en público es la otra hija, la ‘Nena’, que era la que se dejaba ver en público.
¿Y por qué elegir una historia hípica para narrar la inestabilidad de Colombia en aquellos años?
El caballo es un desafío al poder, un corcel que con su prestigio y su insaciedad desafía a un dictador que quiere recibir todos los elogios que hay en la prensa y que no quiere compartirlos. Quizás por eso se hace con el hermano de Triguero, Tarzán, que también existió, como es totalmente verdad la historia y las carreras que protagonizaron aquellos caballos. Parte de la paradoja y de la comedia es que aquí no se está enfrentando a otra potencia extranjera, ni a una insurrección campesina; Rojas Pinilla se enfrenta a un caballo, que me parece que es una reducción a lo absurdo de los límites a los que llega la ambición del poder, e intenta corromper la imagen del caballo.
¿Triguero es un impávido coloso?
Lo es, y así lo describo en el libro.