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G.K.Chesterton: Alarmas y digresiones

chestertonAlarmas y digresiones

G.K. Chesterton

Acantilado, Barcelona, 2015

Por Ricardo Martínez

Si, de ofrecer un símil, hubiese nombres dignos de ser escritos en letra de material duradero en la literatura europea, uno de ellos, a no dudar, sería el de Chesterton.

Su inteligencia casi instintiva para el planteamiento de situaciones originales a la vez que estrictamente humanas, su agraciado y sutil  sentido del humor, su capacidad de observación constituyen una referencia para cualquier lector que haya hecho del libro un interlocutor digno

Lo que nos ofrece ahora la editorial Acantilado, como siempre en cuidada edición (y, para el caso, traducción) es un conjunto de artículos publicados en el periódico inglés Daily News, aparecidos entre los años 1908 y 1910. Una muestra si bien no muy extensa, exquisita como provocación dialéctica, como definición atinada de una realidad a veces equívoca, a veces disfrazada, pero que el autor disecciona con afilada pluma mojada en un envidiable sentido del humor.

A sabiendas de que la alusión más o menos velada a las creencias y el sentido-necesidad de la religión nunca ha estado relegado del todo en su obra, tomemos como ejemplo el artículo ‘El apetito de la tierra’. Allí leemos: “El otro día estuve paseando por un huerto, que en cierto modo forma parte de mi casa, y me pregunté por qué me gustaba. Tras un largo análisis espiritual llegué a la conclusión de que me gustan los huertos porque contienen cosas de comer” Y matiza: “La col es un sólido; puede observarse y aprehenderse a la vez con todos los sentidos. Comparado con ella, el girasol, que sólo puede verse, es como un dibujo, algo pintado en la pared. Pues bien, esa percepción de la solidez de las cosas únicamente puede describirse con la metáfora de comer” (…) “He creído desde la infancia que la luna está hecha de queso y que, a lo largo del mes, un gigante (además, conocido mío) le va dando bocados. Me parece una doctrina por encima de la razón, pero no opuesta a ella”

Y, al poco, aparece el mensaje, la verdadera intención para hacernos comprender, reflexionar: “Esta idea de expresar la solidez mediante la imagen de la comida es, en realidad, muy antigua. Lejos de ser una perversa paradoja, es uno de los tópicos más antiguos de la religión (…) Una de las características de la mala religión es que siempre intenta expresar los hechos concretos como si fuesen abstractos: llama al sexo afinidad, al vino, alcohol; al hambre, problema económico. La prueba de la religión verdadera es que su energía va justo en la dirección opuesta; intenta que la gente perciba las verdades como hechos; siempre intenta que las cosas abstractas parezcan tan sencillas y sólidas como las cosas concretas; se esfuerza para que la gente no sólo admita la verdad, sino que la vez, la huela, la toque, la oiga y la devore”.

Pues eso: pensemos en el mensaje religioso recibido, en nuestra reacción al mismo… Pensemos en nosotros mismos. A mayores, digamos que los artículos-alusiones titulados ‘Los postes de telégrafos’, ‘Quinientos cincuenta y cinco’ –donde ironiza sobre la importancia del voto- o ‘El sentimental’ no tienen desperdicio.

Buen provecho, lector

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