El castillo de Cagliostro

 

Por Owen L. Black.

El-Castillo-de-CagliostroHace más de 100 años, un escritor francés llamado Maurice Leblanc creó uno de los personajes más recordados de la literatura francesa, Arséne Lupin. Un ladrón de guante blanco que sin ser un modelo a seguir y estando al otro lado de la ley, consiguió millones de fieles lectores de sus aventuras, porque pese a todo tenía buen corazón.

Hasta aquí poca relación parece existir entre este personaje y una película de animación japonesa. Pero la hay y mucha, fue a finales de los 60 cuando el mangaka Kazuhiko Kato conocido por el pseudónimo de Monkey Punch rescató al personaje, o más bien a su nieto, Arséne Lupin III y comenzó a contar sus aventuras por medio mundo.

De aquella mítica serie terminada en 1972 comenzaron a surgir películas hasta casi la actualidad. Pero si hay alguna que destaque entre todas es la segunda, El Castillo de Cagliostro (1979), y es que este largometraje tiene el honor de ser la película que hizo despegar la carrera del hoy mundialmente famoso Hayao Miyazaki. Si no hubiera dirigido esta película, quizás su estudio Ghibli y toda su obra no existirían.

Aunque este pueda ser un argumento de peso para verla, no es su única virtud. Cualquiera puede acercarse a ella y disfrutarla, incluso aunque no haya visto la serie, porque  aunque los personajes se conocen desde hace tiempo, no se cuenta nada, ni se hace referencia a ningún hecho que dificulte la comprensión de la misma si uno no conoce la historia.

Todo comienza cuando Lupin III y su inseparable socio Jigen dan un golpe en el casino de Mónaco, lo que en un primer momento es todo euforia por su reciente fortuna se convierte rápidamente en decepción al comprobar que los billetes son falsos. Lupin quiere llegar al fondo de la cuestión y saber el origen de ese dinero. Sus investigaciones les llevarán al ficticio país de Cagliostro, que por las referencias se situaría en algún punto del Mediteráneo y más en concreto, Italia. En esta minúscula nación hay un castillo de cuento en manos de un poderoso duque que quiere casarse a toda costa con la bella princesa heredera. Todo se tuerce cuando aparece Lupin con ganas de investigar y tras sus pasos como siempre le sigue el incansable inspector de la Interpol, Koichi Zenigata.

Quien busque al Miyazaki más clásico o reconocible, aquí no lo encontrará, todavía le faltan unos años hasta que desarrolle algo suyo como Nausicaä del Valle del Viento (1984). Durante los años 70 participará en trabajos de otros artistas y diferentes encargos, pero ya se pueden apreciar ciertas bases que desarrollará posteriormente.

Respeta el diseño de personajes de Monkey Punch pero los habituales de su obra observarán  rasgos faciales característicos de su trabajo en personajes como el conde y la princesa. Hombres de caras casi rectangulares que con los años tendrán cada vez más líneas de dibujo, marcando las expresiones hasta reflejar casi muecas y mujeres de rasgos sencillos y apenas dibujados que desarrollarán una gran personalidad y acabarán siendo las protagonistas de casi todas sus películas.

También aparece otra constante, los aviones, en esta ocasión de forma sutil en el helicóptero del conde, pero ese amor por la aviación que le recuerda a su infancia estará unos años después presente.

Y por último, una de las características más conocidas de su obra, la gran capacidad de crear paisajes y escenarios prácticamente oníricos, sacados del mejor sueño surrealista y ubicados casi siempre en una Europa idealizada y de mundo paralelo. Donde el mayor ejemplo lo encontramos en el propio castillo de Cagliostro.

Todo esto la convierte en un clásico muy apetecible por el que no pasan los años.

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