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El escritor de ciencia ficción que fundó una de las religiones más poderosas del mundo

L. Ron Hubbard
L. Ron Hubbard

Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)

De todos los nuevos movimientos religiosos surgidos en el siglo XX la Cienciología es al mismo tiempo uno de los más polémicos y de los más poderosos. Acusada de lavado de cerebro o de estafa, en muchas ocasiones se la ha tachado de secta e incluso ha sido llevada ante numerosos procesos judiciales, de los que no siempre ha salido airosa. Su estatus legal depende en gran medida del país en el que nos encontremos: mientras que en países como España, Estados Unidos, Reino Unido o Italia se la considera una religión, en Noruega se trata como si fuera una ONG, en Suiza como una empresa con ánimo de lucro y en otros países, como en Francia, se llega más lejos tachándola directamente como secta pura y dura. Lo que sí está más allá de toda duda es el creciente poder que ha ido reuniendo desde su fundación en 1953, sobre todo gracias a la estratégica captación de estrellas de Hollywood y de personajes con indudable influencia social, política y económica.

Sin embargo, de entre todos los misterios, curiosidades y extravagancias que rodean a la cienciología, el haber sido fundada por un escritor ‒eminentemente‒ de ciencia ficción es uno de los más singulares. Si digo eminentemente es porque su fundador, L. Ron Hubbard, escribió sobre todo ciencia ficción, aunque se atrevió con casi todos los géneros, desde las aventuras o la fantasía al terror o el western, pasando el misterio, libros de viajes o de amor. De hecho, es uno de los escritores más prolíficos de la historia de la literatura.

Desde que en febrero de 1934 publicara un relato en la revista Astounding Science Fiction, Hubbard comenzó a publicar sus cuentos en revistas pulp, con frecuencia bajo seudónimo, lo que le llevó a codearse con grandes escritores de ciencia ficción como Isaac Asimov o Robert A. Heinlein. Sus historias cosechaban muy buenas críticas y tan bien le fueron las cosas que incluso se atrevió a redactar unos cuantos guiones para la industria de Hollywood.

Se dice que a finales de la década de los 40, una noche, Hubbard apostó con Heinlein para ver quién podría crear una religión primero, aunque esta leyenda no está documentada y el principio de la Cienciología podría ser algo más prosaico. Del mismo modo, parece que Hubbard ya había comunicado a algunas personas de su círculo más cercano su intención de fundar una religión, con el único propósito de hacer dinero. Parece que en una reunión de aficionados a la ciencia ficción Hubbard llegó a decir: «Uno no consigue hacerse rico escribiendo ciencia ficción. Si quieres hacerte rico tienes que fundar una religión». Aunque, según parece, la cita original no era de Hubbard sino de George Orwell.

Lo cierto es que después de un batacazo editorial con una novela titulada Excalibur, Hubbard y su familia comenzaron a pasar algunos apuros económicos. En esa misma época el escritor pasó una gran cantidad de tiempo en la biblioteca del Hospital Naval de Oak Knoll, donde entró en contacto con el trabajo de Freud y otros psicoanalistas. A principios de 1949 Hubbard escribió un libro de psicología en el explicaba la causa de la tensión nerviosa y su posible cura a través de la Dianética. La teoría expuesta era tan peculiar que después de presentarlo a distintas organizaciones profesionales ninguna se ofreció a publicarlo, así que se tuvo que conformar con publicarlo en la revista pulp Astounding Science Fiction.

El éxito comercial no tardó en llegar y pilló algo desprevenido a Hubbard. En 1950 se habían vendido más de 50.000 copias, a un ritmo de 4.000 ejemplares semanales, con traducciones al francés, al alemán y al japonés. La comunidad médica criticó la tesis de Hubbard, afirmando que hacía promesas sin fundamentación empírica. Algunos de los antiguos compañeros de Hubbard se volvieron en su contra: Asimov consideró la Dianética un «galimatías», mientras que el escritor Jack Williamson lo tachó de «revisión lunática de la psicología freudiana». Por su parte Hubbard trató de ganarse adeptos entre los intelectuales. Intentó reclutar sin éxito a Hemingway o a Pablo Picasso, aunque consiguió despertar el interés de Aldous Huxley, del poeta Jean Toomer y de los escritores de ciencia ficción Theodore Sturgeon y AE van Vogt.

En 1952 Hubbard dio un paso más y fundó la Cienciología, un controvertido credo que afirmaba que los seres humanos eran espíritus divinos enviados a la Tierra por un tiránico emperador galáctico llamado Xenu y que solo podrían recuperar la inmortalidad a través de su nuevo culto. Por muy absurda que pueda parecer esta creencia, la Cienciología fue creciendo de forma exponencial durante las siguientes décadas, convirtiéndose en un negocio altamente rentable para Hubbard, que era su líder mundial. En 1957, solo cinco años después de haber fundado su religión, obtenía unos ingresos de unos 250.000 dólares anuales, lo que hoy en día equivaldría a más de dos millones de dólares.

A pesar de que Hubbard se había convertido en un multimillonario líder espiritual, no abandonó la literatura por completo. Siguió escribiendo novelas de ciencia ficción, como las de su juventud, pero ahora imbuidas de un fuerte espíritu cienciólogo. Su obra más famosa en esta época es Battlefield Earth, de 1982, donde un grupo de humanos luchan para liberarse de unos invasores extraterrestres llamados Psychlo que conquistaron la Tierra mil años antes. Hubbard declaró que había escrito el libro para mostrar las consecuencias que tenían a largo plazo la forma en la que los psiquiatras y psicólogos juegan con la mente de las personas.

Su última obra, Mission Earth, publicada póstumamente, se compone de diez extensos volúmenes y está considerada como la peor obra de Hubbard y una de las peores novelas de ciencia ficción de la historia. Es como si Hubbard hubiera decidido utilizar toda su imaginación en la Cienciología y a esas alturas ya no le quedara nada para desarrollar su obra literatura. Lo que no le quita para nada el mérito de haber fundado una de las religiones más poderosas del mundo.

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