Derretir la institución. Entrevista a Jordi Ferreiro
Por Paloma Rodera
Jordi Ferreiro nace en Barcelona en 1982. Desde hace unos siete años trabaja como artista y educador. Su perfil se concentra en el uso de la performance como herramienta comunicativa con el visitante de museos y exposiciones. Paralelamente, hace cinco años que se encuentra en una residencia dentro del departamento de didáctica del MACBA. Desde dos años coordina la “Oficina de Educación” del Centro de Arte Fabra i Coats.
Paloma Rodera: ¿Cómo concibes la unión entre arte y educación?
Jordi Ferreiro: Para empezar, yo no las concibo como conceptos separados y es lo que intento demostrar en mi práctica como artista. Eso siempre ha sido problemático, porque algunas de mis propuestas no se han considerado arte en contextos artísticos y me ha pasado lo mismo con propuestas educativas en contextos educativos…
Todos los que reside en un contexto especifico se suele etiquetar y empaquetar según referentes anteriores y ya conocidos. Por suerte, cada vez surgen más referentes de prácticas que operan entre el contexto artístico y el educativo, como por ejemplo Luis Camnitzer, Nicolás Paris, iiii association, La Fundició, Pedagogías Invisibles, etc… El trabajo de todas estas personas y colectivos va generando un nuevo contexto entre el arte y la educación que me parece super interesante y al que me siento muy afín.
P.R: ¿Cuál crees que es el papel de la cultura en la sociedad contemporánea?
J.F: La verdad es que es sintomático que a estas alturas aún nos estemos preguntando para que sirve la cultura en nuestra sociedad…pero parece ser un debate aún necesario y más visible en los medios. Yo pienso que la cultura es una especie de aglutinante de todo lo que hacemos, es la forma en la que los seres humanos damos sentido a nuestras vidas de forma simbólica pero, una vez más, debemos de desarrollar una visión critica tanto de nuestra propia cultura como de las culturas que nos rodean y esta visión crítica solo la podremos desarrollar si alguien nos enseña a ser críticos, por lo que de nuevo, la educación cumple un rol fundamental en relación con la cultura».
P.R: ¿Dónde debería situarse la educación no formal en el aprendizaje?
J.F: El título de “educación no formal” siempre me ha resultado incómodo. Al usarlo, estamos dividiendo el conocimiento en dos. Por un lado el formal, serio, importante y riguroso, y por el otro, el informal, no necesariamente útil, superfluo o incluso de risa. Por mi parte, yo no creo que eso sea así, de hecho el conocimiento informal, ha sido el de más utilidad en mi vida y mi trabajo.
En mi opinión, los estudios reglados fallan al dejar poco espacio al aprendizaje propio, básicamente por falta de tiempo y espacio y sería muy importante que se crearan dinámicas y estructuras que permitan a los alumnos aprender de una manera autodidacta y colectiva, a diferencia de lo que pasa en situaciones educativas que no son regladas.
Uno de los proyectos que he desarrollado este año, “Departamento Exotérico” intenta dar una solución a esta problemática, formando un grupo de trabajo con estudiantes de seis universidades diferentes trabajando conjuntamente de una manera colectiva y horizontal.
P.R: ¿Cómo se desarrolla la faceta lúdica en la educación?
J.F: A excepción de Infantil y Primaria, lo lúdico siempre es despreciado en el terreno educativo. Los niñxs en la escuela, cantan, bailan y juegan gran parte del día, pero cuando llegan a secundaria las dinámicas son más parecidas a las de un recinto carcelario.
Lo lúdico tiene un gran potencial para generar conocimiento y eso es algo que yo uso mucho en mi trabajo. Donde aparece lo lúdico, aparece también la experiencia personal, la participación, la motivación, el humor y muchas cosas más, que acercan el conocimiento de una manera que quizás a simple vista es menos directa, pero que perdura más en el tiempo y para mí eso tendría que ser fundamental en la educación reglada, donde el conocimiento se pierde por el camino nada más salir del aula. Creo que el conocimiento de verdad nos lo hemos de llevar a casa, dormir con él y traerlo transformado al día siguiente a clase.
P.R: ¿Qué acogida tienen en las instituciones este tipo de propuestas?
J.F: Al principio siempre tenía problemas con este tipo de propuestas y algunas de ellas las tuve que hacer en secreto, contando con la complicidad del personal del museo y de los participantes. Poco a poco y en buena parte debido a la crisis, las instituciones están derritiendo haciéndose más y más blandas y intentan usar estas propuestas para atraer al público desesperadamente.
Es paradójico que ahora, si no me invitan a desarrollar algún proyecto en esa línea, me invitan a impartir conferencias sobre esos mismos proyectos… la institución siempre canibaliza todo lo que ocurre en su interior, como pasó con la práctica de los artistas de “crítica institucional” (Haacke, Broodthaers etc…). Pese a criticar el museo, este lo transformaba en su beneficio. Así pues, me gusta pensar que los artistas que estamos trabajando sobre mediación, no estamos mediando con el público sino con la institución, alimentando a esa máquina caníbal, con un tipo de proyectos que intentan derretirla y transformar su estado en lo más líquido posible.
P.R: ¿Cuáles son los próximos proyectos que tienes en mente?
J.F: Para finales de este año participo en tres exposiciones. Una en Matadero llamada “Ni arte, ni educación”, otra en el MAC de Mataró “El desig de creure” y la última en La Casa Encendida con el nombre de “S’Wonderful”.