“El único cuervo que se cree cuervo es Montoro, por eso es tan fascinante”
Por Luis Reguero (quijotesancho78)
La mascletá de las declaraciones de Montoro aún resuenan como una psicofonía. Restallan en el aire como un serrucho. Su río de pus baja por la pendiente inguinal del fin de semana y abre en canal el otoño. En su embate imparable las palabras van encendiendo las luces crispadas de los ministerios. El quinqué de las hemerotecas. La televisión de los kioskos. Todo tiembla a su paso como las uñas largas de un alcohólico.
La autopsia al corazón criogenizado de secretos del ministro Montoro la ha esculpido esta semana en mármol el periodista Jorge Bustos (Madrid, 1982), en una entrevista que hay que llevar doblada en los puños de las camisas o en los bolsillos de atrás del vaquero. Es una entrevista para imantarla a la nevera y repasarla antes del insomnio. Yo si pudiera la hubiera repartido ayer mismo en la cola del Primark o me iría esta tarde a enseñarla a la grada del Bernabéu.
El periodismo de Bustos raja como un chupito de tequila. Su lenguaje es certero. Tiene la precisión de un diamante tallado. De un cuchillazo en el abdomen. Limpia con sus columnas las córneas atrofiadas. Su estilo abate el conformismo, las certezas absolutas, lo gregario, la sociedad felizmente adocenada. Punza en la ortodoxia y traquetea la uniformidad, la postmodernidad, los populismos. El periodismo de Bustos te aclara el amanecer y despeja el área de balones, de dudas, de abstracciones existenciales.
A Bustos hay que leerlo siempre. En el centro de salud o en la puerta de la escuela. Hay que llevar su primer ensayo, La granja humana (Editorial Ariel), en la canasta de la bicicleta. En la guantera del coche o debajo del abrigo. En el bolsillo revuelto entre un par de frases de Pla. La granja humana es una brújula para no tener que ir andando a tientas por España, esa charca de la que hablaba Camba en 1921. Es un ensayo cósmico donde Bustos presenta todo su lúcido itinerario mental. La clarividencia de una musculatura verbal que desnuda a gigantes y a ministros. Una escritura que escarba en lo abisal y abre una cueva de luz en la turbiedad de los placeres y los días.
Su entrevista al ministro Cristóbal Montoro ha convulsionado la actualidad en España esta semana… ¿Qué supone para un periodista que su trabajo tenga esa repercusión y ese impresionante reconocimiento?
Fue el día más redondo que he tenido como periodista. En términos técnicos se llama “marcar agenda”, pero para mí fue una sensación muy parecida a estar todo el día borracho. Con la dificultad que aporta eso a la hora de agradecer los mensajes de los amigos y las envidias de los enemigos. Al día siguiente, se vuelve a trabajar muy tranquilo.
Julio Camba, en un artículo publicado en 1923, decía con ironía que la pereza era un vicio mucho más caro que los langostinos. ¿Seguimos derrochando demasiado en pereza?
No he conocido a columnistas diligentes, es verdad. Debe de ser algo connatural al oficio. El columnista se acostumbra al texto corto y a la caña larga.
El maestro Emilio Lledó afirma que la indecencia es la que lleva a un país a la miseria, a la auténtica ruina. ¿Adónde se fue nuestra decencia?
Admiro a Lledó por su conocimiento de Platón, pero no desde luego por su tardía conversión al pontificado de progreso, y mucho menos por el uso comercial de una palabra tan etérea como indecencia. El filósofo ha de ser preciso.
En el segundo capítulo dedicado a la corrupción podemos leer: “Nunca se vigiló como hoy la originalidad del pensamiento”. En Hambre de realidad (Círculo de Tiza), David Shields cita a Goethe señalando: “La gente siempre habla de originalidad pero ¿Qué quiere decir con ello?”. ¿Hay algo hoy verdaderamente original o solo nos dedicamos a repetir ideas?
Hoy, desde luego, con los omnímodos ojos de la corrección política patrullando Twitter, la originalidad consiste en volver al siglo XIX y XVIII. Incluso al XVII. Reivindicar a los clásicos y a la gran tradición del humanismo occidental es un acto de vanguardia delicioso.
Savater, en Ética para Amador, señala que con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales o con otros seres naturales sí. Sin embargo, ¿hay muchos lobos con piel de cordero por ahí que no dan mucha seguridad?
Hay muchos lobos con cerebro de mosquito, más bien, que hacen que uno se suba a un Volkswagen con la misma vergüenza con que empuñaría una lanza en Tordesillas el día del toro de la Vega. La estupidez humana tiene una facultad preciosa: previsible en su constancia, imprevisible en sus efectos, no aburre jamás.
¿Y muchos cuervos que se creen águilas?
El único cuervo que se cree cuervo es Montoro. Por eso es tan fascinante.
En el pensamiento clásico había una cierta obsesión por el equilibrio. Las fábulas que introducen sus textos, ¿son en verdad una invitación a llevar una vida equilibrada desde la moderación y la prudencia?
Las fábulas clásicas suelen ser portadoras de la antiquísima ética de la resignación, sí. Que es muy anterior al cristianismo, por cierto. Nada en demasía es un frase de Solón de Atenas. La virtud es el justo medio, una máxima de Aristóteles. Las fábulas suelen ser dramatizaciones de estas tesis.
Asegura que la historia se repite, que lo único que evoluciona es la tecnología, que todo está ya dicho y que nada nuevo ocurre nunca bajo el sol. ¿En qué punto de la partida nos encontramos?
En uno que, consecuentemente con mi creencia en el ritmo repetitivo de la historia, volverá a reproducirse en unos instantes como farsa para los leídos y como novedad grandiosa para los analfabetos.
¿Un país que no se escandaliza, que no se echa todos los días las manos a la cabeza, es un país conformista que camina en mala dirección?
Este país se escandaliza demasiado: somos grandes rasgadores de vestiduras. Ese ruidito de desgarro ha llegado a causar cierto hartazgo: el escándalo perpetuo a que obligan las gallinas cluecas de la sociedad de la información no se puede mantener. Decae el interés. Se nos dan de sí los músculos de la indignación. Pero luego pasa algo realmente gordo y se monta un pollo bueno. Hay que racionar el cabreo porque si no lo vamos despilfarrando por cualquier minucia.
Escribía Leopoldo María Panero: “Me autodestruyo para saber que soy yo y no todos los demás”. El poeta reivindica aquí su individualidad, su negación a ser como el resto. ¿Hemos renunciado a ser quiénes podríamos llegar a ser por la simple comodidad de pertenencia a la masa?
Madurar es individualizarse. Ser libre es responsabilizarse de lo que hacemos o decimos. Ambas actitudes son más exigentes que el infantilismo perpetuo de los derechos sin deberes. Si uno se deja ir se pone fofo como la masa: ¡tensión, hay que estar siempre en tensión! Madrugar, comer poco, leer. Así se forja un carácter.
En este primer ensayo insiste en la necesidad de la formación individual y el autodidactismo como único camino de desarrollo del ciudadano para detectar y combatir con garantías la demagogia y el engaño de nuestra democracia televisiva. ¿Al poder no le interesa nada que el pueblo se culturice?
Eso es una chorrada que usa la izquierda apocalíptica, como si en ella abundaran los ilustrados. Hoy en día, a no ser que viva uno en Corea del Norte, el que quiere formarse y enterarse puede hacerlo. Pero claro, hay que estar dispuesto a chapar el Facebook de vez en cuando y a leer tochos de autores muertos, claro.
¿La epistocracia no parece una solución de garantías para mejorar nuestro sistema democrático, sobre todo por ser demasiado elitista?
Es una tentación que nace cuando descubrimos que baja el nivel de la política para emparejarlo con el de las audiencias masivas de televisión, que es donde se libra hoy la batalla política. Pero quizá devaluar el voto de Leticia Sabater y encarecer el de Fernando Savater sería aún más peligroso.
Los datos educativos de fracaso escolar en España son desalentadores: un tercio de los alumnos de Primaria a Bachillerato repite curso y más de la mitad de sus profesores padece ansiedad o depresión. ¿Cómo cree que podemos invertir esta situación?
Ojalá veamos en la próxima legislatura, mande quien mande, el gran pacto por la educación que merecen nuestros hijos, antes de que queden definitivamente varados en la competencia global. Un pacto hacia el aumento de la exigencia en las aulas, claro, porque aprender exige sufrimiento. La otra opción es aprender jugando hasta los 25 y luego encadenar varios ciclos de bachillerato antiguo en forma de máster privado hasta que el niño cuarentón pueda salir al mercado laboral.
¿Al saltamontes catalán lo terminará engullendo el búho del Gobierno español?
Me temo que el búho no comparece y que el saltamontes ha mutado en Godzilla.
El 20 de diciembre habrá Elecciones Generales con un panorama político inusual en nuestro país. ¿Qué espera de estos comicios donde concurren nuevos elementos hasta ahora desconocidos en nuestra democracia?
Espero que nuestros representantes se comporten como señores adultos y pacten un programa de gobierno, no un reparto de puestos. O el fin del bipartidismo no habrá servido de nada.
¿Cuáles son las principales amenazas que se ciernen sobre el periodismo actual y que ponen en peligro su función de contrapoder?
El parné. Siempre fue el parné.
Estamos asistiendo a un claro cambio generacional en los columnistas de opinión. ¿Qué papel juega el columnismo en el nuevo orden mediático que estamos viviendo, donde conviven el papel y lo digital?
Está jugando uno preponderante, quizá porque Twitter y Facebook consumen mucho columnismo. Pero siempre fue así: los columnistas eran buscados en papel cuando Larra y hoy lo son en la web. Ahora, donde esté Montoro rajando, que se quite una columna.
¿Qué es lo que más le paraliza de lo que observa cuando ejerce desde el Congreso de los Diputados su labor de cronista político?
El sueño, básicamente. El sueño paraliza lo suyo. Pero la próxima legislatura será movidita, para fortuna de cronistas.
¿El fútbol es sólo una excusa para hablar de otra cosa?
El fútbol es fútbol. Y además lo que uno quiera. Eso es lo maravilloso.
¿Sin Mourinho no hay paraíso?
Mira, a mí Mourinho ya me aburre que me mata. Fue bonito mientras ganó.