Damas en bicicleta, Cómo vestir y normas de comportamiento, de F.J.Erskine
Por Marta Marne de Leer sin prisa. @Atram_sinprisa
Parece mentira cómo un solo objeto puede llegar a aportar tanto a los cambios de la sociedad como el protagonista de este libro: la bicicleta. La década de 1890 fue revolucionaria en el Reino Unido porque fue cuando nació, y con mucha fuerza, el movimiento sufragista que reivindicaba el derecho de las mujeres al voto. Unida a esta reivindicación iban muchas otras, ya que gracias a la Revolución Industrial muchas mujeres comenzaron a tener un trabajo remunerado fuera de las tareas domésticas, y era necesario asentar los derechos que les correspondían como trabajadoras. Un suma y sigue de situaciones que hicieron que la mujer empezase a ocupar el lugar que le correspondía en el mundo: ni más ni menos que el mismo que el de sus compañeros los hombres.
Como bien se nos indica en el prólogo de Damas en bicicleta, la mujer era poco más que una propiedad más del marido, sin derechos y sin opciones. Y eso resulta aún más llamativo cuando recordamos que quien estaba al cargo del país era precisamente una mujer, la reina Victoria. Afortunadamente, unas cuantas valientes comenzaron a alzar la voz y empezaron a ser escuchadas.
¿Y cómo contribuyó la bicicleta a todo esto? La bicicleta entre otras cosas es un vehículo de transporte. Las mujeres en esa época tenían la movilidad limitada a aquellos lugares donde fuesen con sus maridos o donde pudiesen desplazarse a pie. Pero la bicicleta abrió una puerta a los desplazamientos de corta o media distancia, sin necesidad de depender del marido y sin necesidad de su permiso. Con el uso de la bicicleta, el uso de la vestimenta fue necesariamente modificado. Era imposible montar en bicicleta con pomposos vestidos y ceñidos corsés. Quizá uno de las mayores libertades que proporcionó la bicicleta a la mujer fue la introducción del pantalón a su vestuario. Por supuesto, la adopción de esta prenda fue progresiva, se inició todo con la adaptación de la falda a la falda pantalón, tanto por motivos de comodidad como de seguridad para que la tela de las faldas no se enredase con la cadena de la bicicleta.
Otro aspecto que fue beneficioso para la mujer, aunque no se comente abiertamente en el libro, es la realización de un ejercicio aeróbico gracias a la bicicleta. Aunque sí se destacan las virtudes de la bicicleta como un instrumento con el que hacer ejercicio, no se remarcan los beneficios que tiene sobre la salud el hecho de estar en forma y ejercitar la musculatura. Sí que se recalca el alivio que puede resultar para la mente el hecho de dar un paseo en bicicleta los días de calor sofocante para sentir la brisa y aparcar el sopor que provoca el calor de las ciudades.
Puede que uno de los aspectos que más sorprendan del libro (no olvidemos que se publicó originalmente en 1897) es la autosuficiencia que se trata de inculcar. La dama propietaria de una bicicleta debe ser capaz de montarla adecuadamente, de subir cuestas con ella, de desplazarse cómodamente de un punto a otro y de mantenerla limpia y cuidada. Aporta unas breves nociones de mecánica para que comprendamos cómo limpiarla y arreglarla, cómo detectar fallos según el sonido que haga en un punto determinado y hasta cómo escoger una bicicleta adecuada al uso que vayamos a darle.
Este tratado sobre el uso de la bicicleta no es ni utópico ni idealista. Te advierte de las consecuencias de que un chaparrón te pille montada en bicicleta, de los efectos del barro y los charcos en tu indumentaria y de lo que sucederá si no acostumbras tu cuerpo poco a poco al esfuerzo físico que implica montar en bicicleta. Pero aún así consigue que desees salir corriendo a por una bicicleta para dar un paseo por el campo, disfrutar del paisaje, desplazarte hasta algún bonito lugar para leer bajo un árbol o para descubrir un paraje digno de ser pintado.
Aparte de lo interesante del texto, la edición que ha hecho Impedimenta es una verdadera delicia. No solo por la encuadernación en tapa dura y el uso de un papel con un gramaje más alto que el habitual de sus ediciones, sino también por la introducción de grabados de la época que nos muestran la vestimenta y la compostura que una dama debe adoptar al montar en bicicleta por las calles londinenses. Toda una obra de coleccionista.