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«Los Buitres»: un íntimo ritual de maldad y perversión

Por Horacio Otheguy Riveira

Una jornada en penumbras. En el salón de una casa venida a menos entre dos que mal se quieren, entre dos que se odian colmados de placer: el público rodeándoles, casi encima de ellos, sintiendo sus heridas verbales, sus golpes físicos, sus intentos patéticos de seducción. Con un visitante desesperado, y la criada dulcemente sumisa, desolada. Una experiencia teatral gozosamente escalofriante. [Estrenada en 2015, vuelve a Madrid, Teatro Lara en abril 2017].

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En un tiempo impreciso de comienzos de siglo, en el interior de un caserón con huerta y jardín secos, como el alma corrompida de la pareja que festeja 10 años de matrimonio en un elegante salón donde quizás alguna vez fueron felices.

Entramos guiados por una sirvienta uniformada que evita mirarnos a los ojos, cuya palidez podría ser la de un cadáver y cuyas pisadas no se escuchan, pero su voz es acariciante.

Lo primero que vemos es a un matrimonio de época, bajo una luz muy pobre surgiendo de una araña de caireles. Comen alimentos imaginarios en vajilla auténtica. El primer sonido: la respiración asmática de un hombre prematuramente envejecido. Las primeras palabras: «Te odio. No sabes cómo te odio», que se repiten al final forjando un círculo que, sin embargo, para el espectador está cargado de información enriquecedora, que rompe la monotonía del odio aparente, y le introduce en un despliegue de regocijo en el amor, la locura y la muerte… a través de la aparición de un visitante con el que se suceden una serie de situaciones de creciente angustia, alarma, sensualidad y violencia.

Todo ello, perfectamente medido en el reducido espacio, donde la agresividad física siempre está a punto de volcarse en nosotros, los espectadores temerosos, mudos partícipes del infierno de unos seres degradados, pero con la densidad poética de un buen drama, de una tragedia en la que son devorados por sí mismos… mientras destruyen lo que tocan.

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La pareja protagonista está diseñada a partir de arquetipos por dos intérpretes de gran aliento, dueños de admirables matices: Mario Zorrilla es el viejo esposo revolcado en oscuros resentimientos, regocijado en el desprecio y la maldad desde hace mucho tiempo. Le encanta el discurso, aunque le falla el aire de sus pulmones, y le entusiasma imponerse agresivamente. El hallazgo del texto reside en que el arquetipo del mal —propio del gótico en literatura— se resquebraja para dar paso a un ser que de pronto nos sorprende desvalido, exponiendo sus males físicos como un chico bueno que abraza con raro deseo al joven visitante… Carmen Mayordomo como su esposa, una actriz que vive su decadencia con plenitud de diva enloquecida, que va y viene entre ribetes de otras mujeres que podrían habitarla. Ambos se mueven en la espesa tiniebla del veneno que destilan hasta que la llegada de un joven médico retrotrae viejas historias propias de Buitres coléricos, afanados en lograr su placer a costa del dolor ajeno.

Este personaje (interpretado por Xabier Murúa con una conmovedora transparencia, poética ingenuidad) es el revulsivo de la función y lo que permite que la puesta en escena del propio autor adquiera su mayor logro: un pequeño espacio donde menos es más y el viaje por esta reunión de víctimas y verdugos se convierte en una sesión de espléndido hallazgo, capaz de suscitar en el espectador lo mismo que le sucede al joven y apuesto médico que lo tiene todo; felizmente adaptado a la sociedad, en un pispás puede convertirse en el desaforado amante de la esposa de su amigo, y a punto de calzar la personalidad de un asesino.

El visitante grita: «Yo no soy así. Yo no soy ese». Pero el mal estuvo a punto de atraparle para siempre, deglutiéndole en la boca del lobo.

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Violencia, pasiones descontroladas, y un ansia fiera de destrucción en una pequeña obra maestra difícil de imaginar en otro ámbito pues resulta imprescindible estar cerca de estos personajes, todos sumergidos en la penumbra en que viven, la distancia de otra época y la desolación de una voz dulce y cautivante de la criada buena que parte el corazón: «Estaba en la estación esperando el tren para irme y me di cuenta que sólo les tengo a ustedes». De comienzos del siglo XX al tiempo presente: juego de emociones enfrentadas, tormentos sadomasoquistas, letanía de penas legendarias, soledades infranqueables… y esa rara ambición humana por destruir lo que más ama.

Nueva etapa con Carlos Sánchez sustituyendo a Mario Zorrilla.

 

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Josi Cortés, espléndida interpretación, con una voz envolvente en breves apariciones claves en el drama.

Los Buitres

(o La muerte de los amantes)

Texto y dirección: Carles Harillo Magnet

Ayudante de dirección: Zoilo Carrillo

Dirección artística y vestuario: Pier Paolo Alvaro

Asesoramiento estético: Roger Portal

Espacio Sonoro: Boby Lauren

Maquillaje y peluquería: Yuraima Morcillo

 

REPOSICIÓN: Teatro Lara. Del 3 de abril al 29 de mayo de 2017. Lunes a las 22,15.

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