Laura Muñoz Hermida interroga a José Luis Muñoz
Por Laura Muñoz Hermida.
Roberto Artl mantiene en “Los siete locos” la angustia de su personaje principal de forma constante y a cada página. Obsesiona, apasiona y destruye a partes iguales. Sin descanso.
Es común considerar la novela negra como germen de la maldad y cuna de lo monstruoso, no sólo en su contenido sino en el interior de sus personajes y la sordidez de los escenarios.
Te voy a interrogar y someter a un tercer grado de siete preguntas. Siete como los locos de Roberto Artl. Como los días de la semana. Creación y creatividad. Modo y forma. La intensidad y vehemencia que los escritores vierten en sus textos.
- Estados de conciencia
“Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Este es el problema.” (George Orwell)
LMH ¿Consideras necesaria cierta rebeldía en la escritura para ser considerada fuerte y de calidad? ¿La utilizas en tus textos?
JLM Es que si no hay rebeldía, para mí, no hay escritura posible. Seguir pautas precedentes no me sirven de nada, me aburren, así es que ante cada nueva novela, o ante cada nuevo relato, me reinvento literariamente para desafiarme. Por esa razón no soy muy dado a personajes fijos y, si he tenido alguno, lo he matado rápidamente para que no me lleve por un camino adocenado. Un texto debe alterar al lector, y al escritor; si no es así no tiene por qué ser escrito. No hay cosa peor que la indiferencia, o el que te lean bien y te olviden. Procuro herir con mis novelas, que el lector no salga indemne de ellas.
- Los sueños del inventor
“En las cajas de lápices guardan sus sueños los niños.” (Ramón Gómez de la Serna)
LMH ¿Cuáles fueron tus sueños de niño y dónde los guardaste? ¿Cómo se traducen o reconocen en tus obras?
JLM Para seguir viviendo no hay que dejar de ser nunca niños. Concepto niño como ilusión. De niño jugaba en mi cabeza; de mayor, sigo. Una historia es siempre un juego impredecible. De niño soñaba mujeres hermosas, las que veía en cuadros y esculturas, las que soñaba a través de unos cromos que salían en los paquetes de detergente sobre islas exóticas. Hubo una tahitiana de un cromo que me tuvo el seso comido durante años. Lo que daría por tener en mis manos ese cromo y todas las fantasías que generó. De mujeres hermosas están llenas mis fantasías literarias. De niño soñaba con perderme en paisajes exóticos. Cumplí el sueño. Conozco casi todo Extremo Oriente, pero me faltan los Mares del Sur. De niño mi ilusión era pisar Alaska siguiendo el itinerario de Jack London. El niño cumple su sueño cincuenta y cinco años después y está dos meses en el Oeste americano y un mes en Alaska. El viaje está en todos mis libros. Un libro es un viaje siempre.
- Capas de oscuridad
“Sentía que ya no era un hombre, sino una llaga cubierta de piel, que se pasmaba y gritaba a cada latido de sus venas. Y sin embargo, vivía.” (Roberto Arlt)
LMH ¿Crees, al igual que Arlt hace con su personaje, importante crear a los tuyos con alto grado de monstruosidad? ¿Son siempre los protagonistas o puede una víctima soportar el peso de un texto completo?
JLM Me gustan los monstruos precisamente por no serlo. Me gustan los ambientes sórdidos por no ser los míos, aunque viví en alguno en una etapa de mi vida que he borrado a conciencia, mi zona oscura. Me atrae lo opuesto. No hay personajes positivos en mis novelas, o contados con los dedos de una mano en toda mi producción novelística. Un nazi, un asesino en serie, un violador, un terrorista, un poli corrupto… El héroe más limpio, el de “La pérdida del paraíso”, era un traidor a los suyos. Caín es siempre mucho más interesante que Abel. Las novelas se escriben sobre Caín. La víctima no decide. El verdugo, sí. La novela en la que estoy va precisamente de Caín y Abel, en el Oeste, en un viaje hasta Alaska, para cerrar el círculo de mi infancia.
- La bofetada
“Hasta hoy, la literatura exaltó a inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso ligero, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.” (Filippo Tommaso Marinetti)
LMH ¿Dónde y bajo qué forma vamos a encontrar los golpes en tu escritura? ¿Predominan los golpes bajos o prefieres los de efecto?
Me gusta el boxeo. Es un ballet elegante de gladiadores. Aunque nunca lo practiqué por ser poco agresivo. Hasta el año pasado, fortuitamente, parando un par de puñetazos que me lanzó un taxista checo. El mundo del boxeo es negrura, juguete roto, instinto primario, hombre bestia. Ocupa algún relato de “Marero”, el libro con el que viajé a Gijón y ahora a toda España. Disparo golpes al lector. Hay en mis páginas mucha aridez. No pretendo agradar, sino conmocionar. Un buen golpe en la boca del estómago al lector, para dejarlo sin habla. Suelo noquearlo al final. Lo bueno es que no soy dueño de mis finales, así es que noqueando al lector me noqueo yo mismo. Quizá el final más redondo fue el de “La caraqueña del Maní”. ETA, Caracas, cerros, y un pistolero del terror político que va buscando su expiación sin saberlo él, el lector o yo mismo. En las tres últimas líneas del libro hago una pirueta inexplicable, de la que sólo fui capaz en ese momento. Pero, por otra parte, odio las trampas, los desenlaces sorpresa, porque el desenlace sorpresa es lo trillado. Los relatos que hay en “Marero” son imprevisibles, alguno tan salvaje que estuve a un paso de eliminarlo. Pero también hay humor, ternura, misterio, juego, romanticismo bien entendido en “El último inquilino”, historia de fantasmas.
- Trabajo de la angustia
“Al luchar contra la angustia uno nunca produce serenidad. La lucha contra la angustia sólo produce nuevas formas de angustia.” (Simone Weil)
LMH ¿Es necesario crear un bucle temporal o circunstancial de desastre alrededor del personaje para que el germen del mal brote y, sobre todo, se sienta?
JLM El mal somos nosotros. Y el bien. La bestia sólo necesita una rendija para asomar el hocico. La Alemania del Holocausto que retrato en “El mal absoluto”. Los personajes “normales” pueden ser más peligrosos: mi Mike Demon de “La Frontera Sur”, un agente de seguros más venenoso que Fred Vargas, el poli mexicano acostumbrado a matar a sus oponentes y hacerlos trocitos literalmente. Mis novelas van de gente normal que tuerce su conducta, para causar esa sensación de desasosiego en el lector que se identifique con el protagonista y tenga miedo de torcerse como él. Un profesor de literatura apacible asesina, de repente, al sicario que contrata para matar a su amante adolescente en “Muerte por muerte”. Todos, en un momento determinado, podemos hacer el mal. Muchos se abstienen por el castigo. Otros por una moral inoculada. Pero cuando se levanta la veda (Alemania de Hitler, exYugoslavia, Ruanda de hutus y tutsis, Camboya de los kmer rojos) emerge el lobo que hay dentro. Tantos siglos de civilización no han conseguido ocultar el animal que llevamos dentro.
- Dos almas
“Las grandes almas siempre se han encontrado con una oposición violenta de las mentes mediocres.” (Albert Einstein)
LMH ¿Necesitas tener al lado un personaje dotado de cierta bondad para hacer más verosímil la situación de maldad?
JLM El maniqueísmo me revienta, lo rechazo frontalmente. En todo. En literatura, más. Mis personajes pueden ir de ser malos a ser pésimos. La habilidad que tengo es hacerlos humanos, a pesar de lo salvajes que llegan a ser. Hay lectores que ven ternura en mis monstruos. Humanidad. Hacerlos débiles ante algo es importante. Casi todos flojean por una mujer. Amor. Más bien pasión, deseo, posesión. El niño mayor que quiere jugar con su muñeca hecha carne, que es lo que le pasa a Gaspar Noriega/ Gary Loriga en “Te arrastrarás sobre tu vientre”. Esa debilidad, aunque sea genital, lo hace humano. Hay algún héroe solitario, a contracorriente: Marín de Urtubia, el de “La pérdida del paraíso”, enamorado de la belleza de un paisaje, una indígena y una forma de vida, traicionando a los conquistadores españoles que descubrían el Nuevo Mundo. El etarra de “Tu corazón, Idoia”, más bueno que Idoia porque prefiere el tiro en la nuca al coche bomba. La bondad resbala en el género negro. Quinlan, el obeso policía encarnado por Orson Welles en “Sed de mal”, ése es la quintaesencia de lo negro.
- La farsa
“La historia se repite, primero como tragedia, después como farsa.” (Karl Marx)
LMH ¿Creas tramas y personajes a través de algo ya leído/visto/vivido o te cruzas con momentos flash que aprovechas para hacerlo? ¿Qué fermenta antes: personaje o situación?
JLM Todo es una mezcla, y de ese magma de lo leído/visto/vivido sale la historia. Lo primero es el protagonista. Y el punto de vista. Y cómo se va a explicar esa historia que no sé hasta que me pongo a ello, y, a veces, ni cuando me pongo. “La Frontera Sur” la escribí en primera persona. Me equivoqué y la volví a redactar en tercera. Así funcionó. El punto de vista es fundamental. La historia sale. Y el escritor, que es un narcisista, siempre está; en “Patpong Road”, mi novela testamento que escribí como exorcismo ante la muerte, al noventa por ciento. Muchas veces la historia no tiene mucha importancia para mí, o no me preocupo por ella porque la encuentro en el proceso de escritura. El estilo surge de forma natural: si va a ser frase corta; si va a haber adjetivos; si voy a jugar con las encadenadas. Toda novela tiene su música. Pero lo fundamental, repito, los personajes y dibujarlos no sólo físicamente, que está bien hacerlo, porque ello da mucho lucimiento, sino a través de sus palabras, la forma de andar, de respirar, de beber, de comer, de follar…Ahí, en ese punto, el escritor es Dios, crea vida, pero no es dueño de ella, porque cuando los personajes viven a su aire, sin seguir tus directrices, la novela funciona, tiene alma, es un ente independiente. Y entonces te sientes como el cantante de rock que sale al escenario y recibe la ovación del público. Dios. Somos dioses.