La mandrágora, de Jean Lorrain
Por Pedro Pujante.
REINO DE CORDELIA, 2015
Los clásicos tienen la cualidad proteica de erigirse precursores de otros clásicos menos antiguos por el efecto de la mirada retroactiva de sus lecturas. Y si Borges no consideró a Jean Lorrain (1855-1906) como precursor de Kafka, seguramente sería porque no leyó este relato, entre gótico y grotesco, que comienza –al más puro estilo (inaudito, sorprendente) de La metamorfosis -con el nacimiento de un sapo en el seno de una familia real. Por supuesto, aquí no ha habido transformación sino en un sentido simbólico. Según Bruno Bettelheim -leemos en su ya famoso Psicoanálisis del cuento de hadas– el sapo simboliza ese ente repulsivo, viscoso que es el sexo, un símbolo fálico al que se suelen enfrentar las princesas púberes de los cuentos. Pero a diferencia de los tradicionales relatos de los hermanos Grimm o Perrault, aquí la transformación no es ulterior y agradable, sino imprevista y marca el inicio de esta nouvelle de un modo trágico y terrorífico. Además, esa connotación sexual parece ser desplazada por otras pulsiones más oscuras; elucubraciones de índole demoníaca que el autor parece sondar, mediante una urdimbre de sueños que de algún modo nos anticipan los estudios sobre el inconsciente de Freud o los trabajos de los surrealistas, en los que se trata de buscar mediante los episodios oníricos una explicación de nuestra naturaleza mental.
Este anticuento de hadas es una fábula que relata el derrumbamiento de una familia real tras el nacimiento de un príncipe convertido en asqueroso batracio. Tras el el monstruoso parto suceso, la reina es desterrada y apartada de la vida en palacio; comenzará a sumergirse en una vorágine de pesadillas siniestras y premonitorias, y oscuros mundos de brujería de los que difícilmente será capaz de escapar.
En el prólogo la traductora –junto a Luis Alberto de Cuenca- Alicia Mariño nos introduce de un modo personal y apasionado en el universo de este peculiar y excesivo autor, y cómo llegó a él. Jean Lorrain fue un escritor decadentista y maldito, que incluso se batió en duelo con Marcel Proust.
Este libro, como objeto, es además una delicia, una edición exquisitamente cuidada y digna de coleccionistas. Tapas duras con sobrecubierta, profusamente ilustrado con los dibujos originales de Marcel Pille para la edición de 1899 y con una más que notable traducción, que por cierto, goza de ser la primera en nuestro idioma.
Un cuento extraño, con personajes malvados, brujería, inexplicables personajes que aparecen envueltos por la bruma onírica de una fascinante irrealidad. La mandrágora, que da título al relato, aparecerá primero en los sueños de la reina para acabar configurando su atroz destino.
En definitiva, una pequeña joya para los amantes del relato fantástico que sirve como puerta de acceso a uno de los escritores simbolistas más carismáticos del fin de siecle.