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Genial creación de Héctor Alterio «En el estanque dorado», a sala llena

Por Horacio Otheguy Riveira

No más levantarse el telón, Héctor Alterio entra en escena y recorre a paso lento el salón de la casa de veraneo de su enigmático personaje. Su manera de andar es reflexiva, con un aire serenamente triste en un ambiente claramente bucólico. En este largo silencio hay una emoción que irá desglosándose a ritmo de comedia, porque el drama de envejecer adquiere inusitada vida. Más que en el texto, en la vibrante interpretación de este extraordinario actor, maravillosamente seguido de cerca por Lola Herrera.

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Un comienzo cautivante basado sólo en la manera de andar de Héctor Alterio y en lo que calla su personaje, eficazmente acompañado por la música original de David San José.

 

En el estanque dorado fue un gran éxito cuando se adaptó al cine en 1981, con Katharine Hepburn, Henry Fonda, Jane Fonda, ganadora de varios Oscar, y desde entonces va recorriendo mundo por los teatros. Ha sido traducida a treinta idiomas, producida en más de cuarenta países, uno de los raros fenómenos del teatro que vigoriza un texto plano que en ninguna clase de dramaturgia serviría como modelo, en sí mismo muy poco interesante, al servicio exclusivo de grandes actores… y una dirección que vaya más allá de la superficie.

La película sobrecarga en los factores dramáticos porque tiene el interés extra de la vida real sumergida en la ficción: el encuentro entre Henry Fonda —su última película con 76 años muy machacados; murió meses después— y su hija, con quien, como en la obra, nunca se había entendido. El gran abrazo de ellos es la clave, aunque relativamente ajeno a la pieza teatral en sí: el día a día en la ficción realista de dos grandes actores.

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La versión teatral que nos ocupa ahora es muy superior, tanto en el trabajo de los actores como de la puesta en escena.

Y es que la dirección de Magüi Mira imprime un carácter que hace partícipe al público de  un universo más próximo, cualquiera sea la peculiaridad que esté viviendo; hay aquí desde el comienzo un modo insólito de representar esta función, aportando humor, poesía y trascendencia teatral sin estridencias, con una atmósfera llena de detalles enriquecedores, a fuerza de urdir pequeñas situaciones de la vida cotidiana en el contexto del misterio de una comedia dramática con un solo personaje rodeado de sus seres más queridos o más conflictivos.

Magüi Mira ha visto tras el texto una segunda obra y la ha compuesto con un talento sobrecogedor. A ella, que tanto y tan bien le van las representaciones de teatro dentro del teatro (El perro del hortelano, Kathy y el hipopótamo, El discurso del rey), encuentra esta vez un esquema singular donde exponer con realismo poético una historia cotidiana, pero con una visión escénica al servicio de aquello que no se dice. Y si la obra original es muy poco interesante, lo que sucede en escena se convierte en una obra maestra, felizmente acompañada por el vestuario (su comodidad y colorido), su iluminación (permanente juego de estados de ánimo ligados al bosque que rodea la casa), su música (atemporal y encantadora).

Gran clímax en la tragicomedia de un hombre de 80 años obsesionado con la muertejunto a una mujer diez años más joven obsesionada con la vida.

Es una función escrita para un solo personaje, el de un profesor cascarrabias que espera la muerte desde hace muchos años, resistiéndose a la omnipresente vitalidad de su mujer, viendo cómo un intelectual como él, gran lector, va perdiendo memoria, mientras al mismo tiempo busca todos los días un trabajo: de chófer, de acompañante, de cualquier cosa…

Huye de sí mismo, de sus angustias, y a la vez se comunica con el exterior con arrogante sentido del humor. Un gran personaje que encuentra en Héctor Alterio al actor capaz de convertir los mínimos detalles en una lección magistral, realmente genial. Y no exagero nada. Le he visto en más de 20 obras, pero nunca con un ejercicio de comedia como esta vez, a cargo de un personaje de 80 al que él le lleva 5: cuánta vitalidad al renacer de la mano de un muchacho con el que jugar, con el que aprender enseñando, con el que descubrir que todavía puede dar a alguien no su sabiduría ni sus lecciones de viejo sabelotodo, sino su capacidad de compartir el éxtasis de sentirse joven otra vez.

Es obra de un solo personaje y de un solo actor con muchos recursos, pero su partenaire ha de ser tan hermosa como Lola Herrera, a cargo de un personaje muy enfundado al servicio «de este viejo que quiero mucho», pero que otorga espléndidos acentos del dinamismo que el protagonista necesita y la obra reclama. Luego está la hija angustiada, el novio, luego marido inquieto ante el suegro-ogro, y el joven al principio bruto y algo idiota que se transforma de la mano del viejo profesor, todos formidables bajo una dirección estricta que ha sabido lograr el punto justo de comunicación.

La maravilla termina con un baile. La armonía está completa. El público aplaude con ganas. Se pone de pie la sala llena. Abundan las lágrimas en hombres y mujeres, felizmente conjuntadas con sonrisas.

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Protagonistas y directora con el autor de la obra, de visita en Madrid.

En la cola para entrar se escuchan voces de quienes ya la vieron varias veces. Fue un éxito desde su estreno en el Teatro Principal de Zaragoza el 2 de octubre de 2013. Después de su paso por Madrid de marzo a junio de 2014, y tras más de un año de gira a sus espaldas, aquí está otra vez en un acontecimiento teatral lleno de sutilezas, de inquietudes y hallazgos que ningún amante del teatro puede dejar pasar.

Prog-Dorado_MaquetaciÛn 1En el estanque dorado

Autor: Ernest Thompson

Versión: Emilio Hernández

Dirección: Magüi Mira

Ayudante de dirección: Hugo Nieto

Intérpretes: Héctor Alterio, Lola Herrera, Luz Valdenebro, Camilo Rodríguez, Adrián Lamana

Música original: David San José

Diseño de escenografía: Gabriel Carrascal

Diseño de iluminación: José Manuel Guerra

Diseño de vestuario: Rodrigo Claro, Cuca Ansaldo

Lugar: Teatro Bellas Artes de Madrid

Fechas: Desde el 18 de agosto al 1 de noviembre de 2015

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