La indeleble Charlotte, de David Foenkinos
Por Telmo Avalle @Telmoavalle.
Las obsesiones suelen inducir a un cierto desasosiego que no siempre resulta perjudicial. Hay incluso formas de obsesión cuyos empeños permiten ignorar la inherente perturbación anímica y translucir una fascinación idólatra. La de David Foenkinos por la pintora judía Charlotte Salomon es una de ésas. Descubrió su obra ‘¿Vida? ¿O teatro?’ de forma accidental hace más de diez años en una exposición itinerante en París, y lo que experimentó fue algo parecido a un enamoramiento repentino.
«Y fue algo inmediato.
La sensación de haber encontrado por fin lo que andaba buscando.
El desenlace inesperado de mis atracciones.
Mis vagabundeos me habían conducido al lugar adecuado.
Lo supe en el preciso instante en que descubrí ¿Vida? ¿O teatro?»
Foenkinos queda conmovido por la fuerza y la emotividad de los gouaches autobiográficos de Charlotte. Pero también por el trágico relato de su propia vida; el de una joven alemana de origen judío que logra escapar de la maldición suicida que persigue a las mujeres de su familia gracias a la extática de su obra artística. De lo que no consiguió huir Charlotte fue del hostigamiento nazi, ni tampoco de Auschwitz, donde murió a la edad de 26 años y embarazada. El descubrimiento de esta biografía actúa como un embrujo desazonador sobre el escritor, que desde el primer momento se brinda a recuperar su historia y contarla. Una historia que hasta entonces parecía sumida en un olvido quedo, como si hubiera sido raspada de la lápida de la memoria.
Para la consecución de su empeño, Foenkinos se pasa años tomando notas sobre la vida de Charlotte Salomon, recorriendo su obra una y otra vez y buscando testigos que pudieran ayudarle a recobrar la experiencia íntima de la artista. Reescribe la novela una y otra vez, la abandona y retoma continuamente, incapaz de dar forma al objeto de su obsesión, varado en un relato de frases incontinuas.
«No conseguía escribir dos frases seguidas.
Me quedaba varado en todos los puntos.
Imposible progresar.
Era una sensación física, una opresión.
Sentía la necesidad de poner punto y aparte para respirar.
Entonces caí en la cuenta de que había que escribirlo así.»
De aquella revelación surge ‘Charlotte’: un ejercicio de escritura delicado, directo y, al mismo tiempo, doloroso. En él, Foenkinos acepta convertirse en un artesano de palabras que escoge con sumo cuidado y precisión, para terminar componiendo un artificio literario que por la fórmula de expresión es, a todos los efectos, único y brillante.
Pero más allá del modo, lo que convierte en magistral a esta obra es la forma en que el autor cuenta la vida de su admirada Charlotte, que resulta una acrobacia suspendida entre la prosa y el verso. El propio Foenkinos se aleja del instrumento del verso y define su trabajo como una novela de ráfagas, una consecución de frases breves que mantienen suspendido al lector tras cada punto. Así es ‘Charlotte’, una cadencia sosegada que a ratos toma resuellos de urgencia.
«Charlotte se sentía fuerte, pero la arrasa.
Le empieza a temblar el cuerpo.
Hay sombras en su rostro.
Es el pasado que huye.
Lo ahuyenta la total hegemonía del ahora.
Ella cede, con más fuerza aún.
Así es como habla su dicha».
En paralelo a la biografía emocional de Charlotte Salomon, Foenkinos se incluye en la narración para desgranar las indagaciones que realiza tras el rastro deleble de la artista. Hace todavía más fuerte su vinculo contando en primera persona la impresión que le causa conocer personalmente los escenarios de su vida, llevando de la mano .al lector
La lectura de ‘Charlotte’ es apenas un suspiro, pero el vértigo continúa incluso después de leer el epílogo. Con la Segunda Guerra Mundial como mero telón de fondo, David Foenkinos consigue su objetivo: rescatar y transmitir el legado de la vida de Charlotte la artista, de Charlotte la persona, de Charlotte la mujer.
Con cerca de medio millón de ejemplares vendidos en Francia, la novela ha sido reconocido con el premio Renaudout y el Gaucourt des lycéens.