Redescubriendo al Quijote de Avellaneda
Alonso Fernández de Avellaneda en la BNE
La primera parte del Quijote de Cervantes divirtió a miles de españoles y europeos de muy distinta condición social y formación. Muchos estaban deseosos de que apareciera la prometida Segunda parte y tercera salida de Don Quijote, pero pasó un día y otro, un mes y otro mes, un año y seis y nueve y la promesa seguía incumplida. Transcurrieron cinco años hasta que un individuo culto, admirador de la literatura popular que encarnaban tanto el Quijote como las comedias de Lope de Vega, decidió cumplir la promesa. Así debió nacer el Quijote firmado por Alonso Fernández de Avellaneda. Este segundo tomo de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es uno de los enigmas literarios y bibliográficos más debatidos de la literatura española. Contra lo que se ha creído durante siglos, se ha podido constatar la existencia de dos composiciones, realizadas ambas en la imprenta tarraconense de Felipe Roberto en 1614.
Con motivo del cuarto centenario de la publicación de la Segunda parte del Quijote cervantino, la Biblioteca Nacional de España presenta una selección de alrededor de una quincena de ediciones y estudios críticos de otra segunda parte del Quijote: la de Avellaneda. Destacan entre ellas el único ejemplar localizado del texto identificado recientemente como primer impreso original, acompañado del considerado tradicionalmente el primero, junto con algunas muestras de la aventura internacional de la novela (de la mano de Lesage) que se tradujo y adaptó al francés, inglés, neerlandés y alemán, entre otros; y de las últimas ediciones filológicas a partir de la de Martín de Riquer. Gracias a la labor de estos y otros investigadores, hoy disponemos del Quijote de Avellaneda, depurado y rigurosamente editado; una amplia anotación que nos permite entenderlo cabalmente, y podemos considerar con serena objetividad sus pretensiones y resultados estéticos, su sentido social y literario, sus puntos de coincidencia y de divergencia con el modelo imitado, y su decisivo influjo en la creación de la Segunda parte cervantina de 1615.
La aparición de este impreso ha estado rodeada de misterios. Incluso se ha sostenido (con muy poco fundamento) que el libro no se imprimió ni en la ciudad ni en la imprenta que figuran en la portada. Durante casi cuatrocientos años la crítica afirmó que este Segundo tomo del Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha no tuvo éxito alguno y que solo conoció una edición en el siglo XVII. Sin embargo, en 2007 Enrique Suárez Figaredo (en su artículo «La verdadera edición príncipe del Qujote de Avellaneda». Lemir, 11, pp. 79-102) observó que, entre los ejemplares conservados en la Biblioteca Nacional de España, con pie de imprenta de 1614, existían diferencias notables, que solo podían explicarse si el libro se había compuesto y editado dos veces.
El que se hicieran dos ediciones o, cuando menos, se compusieran dos veces la mayor parte de los pliegos del Quijote de Avellaneda en 1614, revela que la obra despertó cierto interés; pero también que el público lector se desentendió de ella en cuanto apareció la Segunda parte cervantina un año más tarde, que revalidó, aunque con menos rotundidad, el éxito de la primera. El relato de Avellaneda quedó en el olvido y tardaría más de un siglo en volverse a editar en español. En 1704 los redactores del Diario de los sabios, en su número del 31 de marzo, al reseñar la adaptación francesa de Lesage, confiesan: «no podemos decir si esta traducción es fiel porque no habemos visto el original español». En 1732 se puso de nuevo al alcance de los lectores, con el título de Vida y hechos del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Curiosamente no se presentó como la continuación del Quijote de 1605, sino como un complemento de las dos entregas cervantinas.
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La exposición estará abierta en la Sala Mínima del Museo BNE hasta el 27 de septiembre de 2015. De martes a sábado de 10 a 20 h. Domingos y festivos de 10 a 14 h. Último pase media hora antes del cierre.
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