Estoy poeta (o diferentes maneras de estar sobre la Tierra)
Estoy poeta (o diferentes maneras de estar sobre la Tierra)
Begoña Abad
132 págs
Pregunta Ed., 2015
Por Alberto García-Teresa
Begoña Abad prosigue explorando la reafirmación de un modo de vida distinto éticamente al hegemónico, al mismo tiempo que levanta una crítica a la ideología y a los valores dominantes en su poesía. En esta última entrega, en la que, a pesar del título, no tiene una excesiva presencia lo metapoético, continúa las líneas formales y conceptuales de su trayectoria.
Con tono cercano, lenguaje sencillo y dicción clara, mayoritariamente mediante poemas breves, Abad busca la fluidez del verso remarcando los aspectos comunicativos del poema. De ahí la ausencia de disonancias o encabalgamientos. Abundan, sin embargo, en estas páginas los juegos de palabras con el intercambio de campos semánticos, y continúa empleando la metáfora clásica del vuelo como superación que marca toda su obra (recordemos ese explícito Cómo aprender a volar). Sobre ese soporte, lanza una propuesta coherente con dicha forma, en la que prima el canto a lo humilde, a los vínculos emocionales y a la fraternidad sincera. Reivindica, entonces, lo llano en un orgulloso reconocimiento de pertenencia a la clase popular. En ese sentido, apuesta por un vitalismo radical, austero y generoso, que se desgrana en una exaltación del gozo por y de lo sencillo. Consciente, a pesar de todo, de la tragedia, queda esta anclada con la celebración y con la alegría para convertirse en resistencia. Desde la desobediencia, en la reafirmación que construyen sus versos subyace un valiente proceso de resignificación personal enlazada con unas condiciones colectivas: mujer, trabajadora y sexagenaria, en una sociedad patriarcal. Así, no debe entenderse como un planteamiento individualista el que manifiesta Abad, dado que, precisamente, se abre a una dimensión comunitaria que es donde se realiza.
Ese posicionamiento (ese “estar en el mundo” del título) conlleva una ubicación política y ética que se choca con el simulacro de aspiraciones mediante el consumo, el delegacionismo, la sumisión y la jerarquía. Frente a ello, la autora exalta la búsqueda de la plenitud en lo sencillo, en lo auténtico, a través de una mirada inquieta e inconformista, que rompe las inercias y la reproducción inconsciente de modos de pensar y de vivir (“aprendo cada día a desaprenderme”). Reconociendo las contradicciones, los obstáculos, el dolor y las limitaciones, con una conciencia crítica de la sociedad y de la existencia, cuestiona lo establecido reivindicando la memoria. Así, Begoña Abad plantea relaciones (consigo misma y con los demás) basadas en el respeto, en el amor, en la autodeterminación y en la honestidad. De hecho, como cenit de todo ese proceso y de todo ese planteamiento, coloca al amor, que constituye culmen del vitalismo y del placer físico.
Pues el vuelo de Abad, aunque recorra el firmamento, como las cometas, sigue bien anclado al suelo.