Subsuelo, de Marcelo Luján
Por Ariadna G. García.
Subsuelo, Marcelo Luján.
Salto de Página. 2015.
18 euros. 240 páginas.
Hay cosas en la vida que escapan a nuestro control, que obedecen a fuerzas telúricas sobre las que no tenemos dominio; hay otras, sin embargo, que pueden evitarse gracias a la educación, a la tupida red de ideas y valores que nos trasmiten la familia y la sociedad. De ahí la importancia de la escuela. De ahí la relevancia de que los padres tengan tiempo para sus hijos. Porque cuando un niño se cría en un entorno frío, cuando se forma en un ambiente de desconfianza, cuando no siente la cálida manta de la familia y sus amigos arropando sus dudas, puede pasar que navegue en su sangre el buque del rencor y el odio. No es tecnología lo que necesitan nuestros hijos (móviles de última generación con los que inundar la otra realidad de videos y fotos de alto voltaje), sino dedicación y estímulos deportivos e intelectuales. Pero así nos hemos diseñado nuestro modo de vida. La última novela de Marcelo Luján, Subsuelo, aborda estos asuntos revistiéndolos de intriga y terror psicológico.
La obra se articula en dos tiempos, en dos veranos sucesivos; y se localiza en una parcela con piscina y cerezos, en el fondo de un valle. Los protagonistas son dos adolescentes y dos jóvenes, además de sus padres. El narrador –omnisciente– recurre a una modalización multiselectiva (narra desde las coordenadas de distintos personajes), y lo hace, en ocasiones, para relatarnos el mismo episodio desde un ángulo nuevo. ComoTarantino en Jackie Brown. Además, gusta de romper el orden cronológico con una temporalización prospectiva, cuando no simultánea. El estilo es cadencioso, envolvente, como una sinfonía de notas que se repiten; la resonancia interna de imágenes y motivos tejen una red de la que no es posible sustraerse, de la que no hay salida.
El argumento es simple: se trata de una historia de humillaciones y venganza; donde todo el mundo tiene su parte de culpa, su responsabilidad. Fabián –el mellizo acaínado de la novela (tema unamuniano donde los haya)–, es uno de esos edolescentes que, de un tiempo a esta parte, abren los informativos porque su carácter violento –sociópata– los ha llevado al asesinato (recuerden el homicidio en abril de Abel: un profesor interino del IES Joan Fuster, Barcelona, a manos de un estudiante armado con ballesta y cuchillo) o al bullying (recuerden a la estudiante del IES Ciudad de Jaén, Madrid, que se suicidó en mayo porque ya no aguantaba más el acoso de sus compañeros).
Subsuelo, no sólo es una meritoria novela de género, sino un libro que señala las costuras rotas de nuestra sociedad. A ver si las cerramos.