Cuestionario literario: Raquel Martos
No bastan ni uno, ni dos ni tres adjetivos para definir a esta licenciada de Ciencias de la información, que bien podría definirse como una profesional total capaz de exprimir con habilitad y talento todas las connotaciones semánticas escondidas tras los términos de información y de comunicación. Raquel Martos, en efecto, ha tocado todos los palos de la baraja dentro del mundo de la comunicación y del periodismo: locutora de radio (actualmente colabora con Julia Otero en el programa Julia en la Onda, sin duda uno de los programas más destacables de la parrilla radiofónica actual), guionista, humorista, columnista en InfoLibre (No dejen de leer su columna semanal Muy Fan de…) y autora de dos novelas –Los besos no se gastan y No pasa nada y si pasa se le saluda– publicadas en Espasa. Por todo ello, destacar una sola de las facetas de Martos resultaría injusto, pues sería es imposible, al menos para quien aquí escribe, jerarquizar las vertientes profesionales de Martos destacando una sobre las demás. Sin embargo, huyendo de toda jerarquización y de todo injusto reduccionismo, si hay algo que puede resumir toda la carrera de Martos, un concepto que resume su extenso currículum a la vez que engloba todas y cada una de las facetas profesionales que lo configuran: la escritura. “No entiendo la radio ni la tele sin escribir, soy guionista, es mi oficio y escribo desde pequeña”, afirmaba, de hecho, la propia Raquel Martos en una entrevista de hace algunos meses; la escritura define a esta profesional de los medios, la escritura en sus más amplias variedades genéricas: del guion a la novela, pasando por la columna periodística. Y si algo comparten todas estas variantes escriturales es el humorismo: el humorismo de Martos escapa de la simple y llana explicitación en tanto que se erige, como todo buen humorismo, sobre la fina ironía y la acérrima crítica. Como diría José Luis Cuerda, se trata de un humorismo que nace de lo que ocurre cotidianamente a nivel social y, sobre todo, político. Martos no deja títere sin cabeza –y no sólo al ex-monarca descabezado por el consistorio de Barcelona-, nadie se salva de la mirada de esta plurifacética periodista que ha encontrado en el humor la más sutil, la más contundente y afilada expresión crítica: “creo firmemente en el humor para hacer la crítica más descarnada y más profunda” decía la propia Martos. Si los negros cuarenta años de dictadura enseñan algo es que el humor no sólo es la más feroz de las críticas –¿hay acaso alguna película más crítica con la pena de muerte que El Verdugo de Berlanga?-, sino la manera más hábil para rehuir de la censura – de la que, en verdad, nunca nos hemos desprendido del todo, y que en estos días vive un revival extremadamente preocupante- puesto que si algo define el humor inteligente es la sutileza y la profundidad reflexiva que esconde. Como bien decía el dramaturgo italiano Pirandello, el humorismo es aquello que tras dibujar una sonrisa deja un poso de melancolía y de desazón, un poso para la reflexión y, evidentemente para la crítica. Raquel Martos, sin duda, responde a todo ello.
Sin embargo, si bien se ha dicho que la vertiente humorística define toda su producción, es necesario matiza dicha afirmación puesto que Martos suaviza su vertiente irónica en sus dos novelas, concretamente en la primera, Los besos no se gastan, a través de la cual retrocede hasta los años setenta para reconstruir la infancia de una generación que ha visto, en el presente, el desmontarse de muchas de las promesas y de los mitos que impregnaban aquellos primeros años de democracia. En No pasa nada y si pasa se saluda, Martos explora el tema de la comunicación, ¿cómo expresarnos? ¿Cómo intercomunicarnos con los demás y con el mundo que nos rodea? La ausencia temporal de voz de la protagonista es la excusa y el motivo para reflexionar acerca de una comunicación venida a menos y de un lenguaje, el de las palabras, que no siempre implica interacción. Como se observa, si bien las tonalidades del humorismo se vuelven más débiles, la mirada crítica y el cuestionamiento de la realidad circundante, una realidad que obliga ante todo a la interrogación del propio yo, impregna también la narrativa de Raquel Martos, una profesional para la cual todo adjetivo resulta reductivo.
¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?
Tener cerca a aquellos a los que quiero y me quieren, trabajar en lo que me gusta, comer cosas ricas, beber buen vino, reírme. Y, por supuesto tener salud y que los míos también la tengan.
¿Cuál es su gran miedo?
Son dos: perder a las personas importantes y traicionar mis convicciones.
¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
La sinceridad, cuando hace daño a otros se convierte en defecto.
¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso que confiese mentir)
Cuando quiero evitar dañar a otros y, en ocasiones, para librarme de alguna bronca…
¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas opiniones por temor al qué dirán?
No, me la muerdo cuando creo que puedo herir a otros o por sentido de la responsabilidad.
¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún comentario en las redes sociales con plena libertad?
Trato de ser libre siempre en lo que tuiteo, pero “la plenitud” me parece utópica, siempre hay algún elemento que condiciona, caracteres que se quedan en el pensamiento y que no llego a teclear.
¿Qué es para usted la libertad?
El eterno deseo. Todos queremos ser libres desde que echamos a andar, la vida se empeña en colocarte vallas, para protegerte, para limitarte o para poder manejarte. Saltarlas es un reto difícil, pero ese intento incesante le da sentido a nuestro paso por el mundo
¿Siente el ser una persona reconocida públicamente le resta libertad con respecto a la persona anónima?
Sin duda. Estar expuesto en el escaparate público me obliga a un autocontrol que no sería tan rígido de ser anónima. Aunque a veces me planteo si vale la pena ejercerlo porque, finalmente, quienes te observan desde fuera, sacan sus propias conclusiones, aunque su idea de ti tenga poco que ver con el ser humano que eres en realidad. Todos prejuzgamos cuando somos espectadores, supongo.
¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o silenciarlas?
Yo las expreso porque en parte mi trabajo consiste en eso. Hago una columna semanal de opinión en Infolibre y repaso con Juan Gómez Jurado la actualidad política en la sección “Personas Físicas” del programa de Julia Otero en Onda Cero. Pero creo que, aunque me dedicara a otras labores, seguiría expresándome. La política nos afecta a todos, gestiona y dirige nuestras vidas. Hay cierto complejo en nuestro país con expresarse públicamente en este sentido, supongo que tiene que ver con nuestra triste Historia. Hablar de política es sinónimo de crearse enemigos y exponerse temerariamente porque no hemos alcanzado la madurez democrática. Nuestra democracia es bastante adolescente en este sentido.
¿Activismo público o compromiso privado?
Yo no soy activista pero lo respeto y me parece muy necesario que haya quien elija ese camino, los que no lo somos, nos beneficiamos de quienes sí lo son (cuando los objetivos son justos, claro). Mi compromiso pasa por manifestar lo que pienso, me siento afortunada porque otros no tienen un micrófono o una columna para hacerlo y siento cierta responsabilidad social, cierta obligación de tratar de contribuir, aunque sea en pequeña medida, a que el mundo en el que vivo, en el que vive mi madre, aquel por el que luchó mi padre (muy activo en la lucha por la Ley de la dependencia, por ejemplo, aunque paradójicamente murió sin recibir asistencia por parte del Estado), aquel en el que van a crecer mis sobrinos y el resto de los niños, sea más justo.
¿Informarse o ser informado?
Me informo, es mi obligación desde el punto de vista profesional y mi deber y mi derecho como ciudadana.
¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?
Es la base de toda democracia, la libertad sin información es un oxímoron.
La cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento transversal?
La cultura es un bien de primera necesidad. No es un elemento de entretenimiento para unos pocos, no es un bolso caro que solo pueden permitirse algunos para diferenciarse de los que no. Democratizarla, apoyar su difusión, facilitar el acceso de todos es indispensable para el desarrollo individual y colectivo. Una sociedad que no le da importancia a la cultura es una sociedad enferma. En lo personal, la cultura me hace feliz, me ayuda, me sana, a veces se convierte en el único modo de escapar de la realidad y también de aprender a entenderla.
¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura para usted?
No me siento legitimada para decir qué es cultura y qué no lo es. Creo que cualquier creación ha de tener posibilidad de salir a la luz, el criterio del público después premia con el aplauso o castiga con el abucheo. Sí tengo claro que la cultura no se limita al teatro, la pintura, la literatura, el cine o la música… Conocer el mundo, el alma de las ciudades, de los pueblos, las jergas, las costumbres, la barra del bar, es también cultura. No es más culto el que se encierra en una biblioteca y no pisa la calle.
¿Sus referentes culturales son literarios, musicales, artísticos, cinematográficos…?
De todo un poco. Supongo que todos forjamos nuestra personalidad cultural con aquello que leímos, que escuchamos, que contemplamos de pequeños y continuamos llenando nuestra mochila a lo largo del camino. Los ojos de un artista a veces te ayudan a abrir los tuyos, la cultura abre puertas.
¿Un autor para releer?
García Márquez, siempre. Aunque tengo cierta obsesión por releer a Ibsen y su Casa de muñecas, de vez en cuando vuelvo a mi librito que está manoseado y me reencuentro con Nora en diferentes etapas de mi vida.
¿Un autor recién descubierto?
Erri de Luca. De Luca consigue pellizcarme con sus palabras y eso es lo que más me enamora de una lectura, me atrapa cuando escribe y admiro lo que hace en su vida pública, su compromiso. Me gustaría irme de cañas con ese señor, creo que me ha seducido irremediablemente… Ah, hablando de seducción, estoy leyendo El Minotauro global de Varoufakis, para que no se diga que solo me fijo en su moto, su chupa de cuero y su voz… (suspiro)
¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo recientemente visto y que no olvidará?
La gran belleza de Sorrentino. Era una cuenta pendiente y la vi en un momento personal bastante desolador, me salvó. Durante dos o tres semanas, al llegar la noche, cuando más triste estaba, regresaba a Roma para pasear con Jep Gambardella. Más reciente aún, un espectáculo delicioso de piano en un cementerio de coches. David Jiménez, el pianista, además de buen músico es divertido y tiene ángel. El entorno era poético, anochecía en medio de un decorado formado por coches vacíos y era inevitable imaginar la cantidad de vidas y de historias que habrían acogido esos trozos de metal en otro momento… Una bonita metáfora sobre el paso del tiempo.
La creación, ¿un arte, una pasión o un ofició que se puede aprender?
Sin pasión me resulta complicado entender la creación, es el motor que me mueve como creativa o creadora. Seguramente es necesaria cierta dosis de talento pero hay mucho, muchísimo de oficio. Creo firmemente en el trabajo, las musas no son la Thermomix, hay que echarle dedicación y esfuerzo a todo lo importante de la vida, a la creación también.
¿Todos podemos escribir un libro?
Yo defiendo que todos tenemos una novela, una historia, ésa que queremos contar. Y creo que todos podemos escribir un libro, otra cosa es que consigamos imprimirle el ritmo y la estructura adecuada, que seamos capaces de dibujar personajes sólidos, que consigamos conmover al lector. Mi madre se ha apuntado en la vejez a un curso de escritura creativa y escribe cosas maravillosas…
¿Todos podemos publicar?
Ahora sí, Internet ha democratizado esa posibilidad. El acceso a una editorial no es tan fácil, hay gente con gran talento que nunca cruzará la puerta de un despacho para que le encarguen una novela o le publiquen algo ya escrito, pero la difusión sí está al alcance de todos. Otra cosa es que sea rentable, pero yo no concibo la literatura como una fuente de ingresos, solo quiero que me lean y creo que hay muchos y muchas que comparten esta idea, los que así piensan, claro que pueden publicar.
¿Todos podemos ser artistas?
Todos lo somos en algún aspecto de la vida. Un zapatero es un artista, un electricista lo es, cualquiera que consiga la excelencia, que sea capaz de dar un paso por delante, que no se conforme con hacer algo simplemente digno o correcto, lo es. Mi madre era una artista de la costura, no sé si Picasso sería capaz de cortar patrones como lo hacía ella, recuerdo que entraba en trance con el jaboncillo en la mano y los alfileres en la boca…
El éxito, ¿personal o profesional?
En mi caso, están bastante unidos. Amo mi profesión, es parte de mi vida, una muy importante. Me siento muy afortunada porque hago lo que me gusta, llevo veinte años sin parar de trabajar en los medios de comunicación y eso era una utopía en mi casa, en mi familia nadie tenía vínculos con este mundo profesional. Lo soñé, lo perseguí, le eché (y le echo) muchas horas, tuve grandes maestros y seguramente la suerte me acompañó. En lo personal el éxito es querer y que te quieran, supongo…
El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no necesariamente?
El éxito, en mi opinión, es poder hacer lo que amas y hacerlo bien. No defraudar a los que te siguen y ser honesto. El dinero hace falta para vivir cómodamente, y hasta ahí su valor (que no es poco) pero en sí mismo, me da bastante igual. En cuanto a la fama… a mí lo que me hace feliz es que otros me digan que les hago felices. Solo por eso vale la pena estar por aquí inventando cositas.
¿Cuál considera que es su gran logro?
Mi primera novela, sin duda. Ni en mis mejores sueños habría podido imaginar que sería capaz de hacerlo, mucho menos que gustaría, que conmovería. Los lectores españoles e italianos me han confesado sensaciones que me han hecho llorar. Es algo realmente mágico y sorprendente, a veces creo que no me ha sucedido, que esto le ha pasado a otra…
¿Cuál es su lema?
Son dos: No pierdas nunca el interés por aprender, cuando creas que lo sabes todo, estarás muerto. Y practica la empatía.
Si yo fui capaz, todos lo seremos…
Estoy de acuerdo con mi profesor de Historia que nos dijo…
todos somos capaces de ser lo que uno se propone