Lo que vio el mayordomo: escándalos de ayer, sonrisas de hoy
Por Horacio Otheguy Riveira
Ni hay mayordomo ni otra visión que la que el público quiera dar, pero, eso sí, alejadas las provocativas situaciones de 1969 queda un ritmo frenético, un delirio de muy buen fuste, y unas ganas irresistibles de seguir riéndonos de los hipócritas burgueses, las instituciones, los psiquiatras… y los políticos, con una parodia fantástica que llega al sacrosanto conservador Sir Winston Churchill en el tramo final.
Las cosas como son, cuando a reírse tocan entre una mujer que viviría desnuda y seduciendo, con un marido que es el director del psiquiátrico y no ve la hora de desnudar a otras; y otra, más joven, que no quiere despojarse de ropa alguna, más un inspector de manicomios completamente loco, y un muchacho guapo al que no le importa entregarse al mejor postor o impostor, del sexo femenino o cualquiera sea el que le toque…
Y tras ellos, o debajo, un enorme sofá, objeto surrealista por completo al que el director Joe O´Curneen (Yllana) le saca muy buen partido, contando en el reparto con profesionales de distintas generaciones, todos perfectamente adaptados a la trepidante serie de secuencias, a cual más estrafalaria.
Primera hora de la mañana, en su despacho de una clínica mental el doctor Prentice realiza una entrevista de trabajo a Geraldine, joven candidata a secretaria. En seguida vemos que el prestigioso psiquiatra se interesa por algo más que por las capacidades laborales de la encantadora muchacha, a la que pretende someter a unas extravagantes pruebas físicas. Cuando ya ha iniciado el disparatado test entra súbitamente en la consulta la señora Prentice que viene de pasar un fin de semana con un colectivo de lesbianas.
Este es el inicio de Lo que vio el mayordomo, en él ya encontramos el tono de lo que iremos presenciando durante dos horas. A partir aquí, en un único espacio y a lo largo de un solo día, seis personajes: el doctor, su voluptuosa esposa, la ingenua candidata a secretaria, el crápula botones de hotel, el irracional inspector de salud mental y el inepto policía nos conducirán por una escalada de absurdas situaciones, no exentas de crítica social, motivadas por el infalible recurso cómico del quid pro quo. Al final de la obra seremos conscientes de haber presenciado una autentica y enloquecida ceremonia de la confusión.
Es una función escrita por Joe Orton, un inglés que sólo durante cinco años escribió una novela, varios radioteatros, guiones de cine y unas pocas funciones teatrales entre las que destaca esta: una comedia de enredos que se burla de las comedias de enredos a las que estaba acostumbrado en los años 60 el arrogante público burgués de Londres.
Orton fue un entusiasta y promiscuo vividor, sin importarle regla social alguna, que aprovechó muy bien la apertura de finales de los 60 en una sociedad muy puritana.
Finalmente, su pareja masculina estable (el también escritor Kenneth Halliwell) no aguantó más su exceso de energía, su optimismo alocado e insolente, y sus permanentes deseos de lograr placer sexual con la mayor cantidad de gente posible… y le mató con nueve martillazos en la cabeza; luego se suicidó con un frasco de barbitúricos. Una historia que tiene película propia realizada en 1987: Ábrete de orejas, de Stephen Frears con Gary Oldman, Alfred Molina y Vanessa Redgrave como manager del escritor.
De todas las obras «ortonianas», Lo que vio el mayordomo es la más desenfadada, con la osadía de crear una farsa que parodia las farsas habituales. Se estrenó en Londres dos años después de la muerte del autor; en España se estrenó en 1979 con el gran Ismael Merlo (1918-1984) en el papel del psiquiatra, con José María Caffarel, Carmen Bernardos, Yolanda Ríos…; dirección del también cineasta Ventura Pons.
La actual Compañía española cuenta con un reparto formidable: por un lado veteranos como Pep Munné (bienvenido a Madrid, ya que trabaja más intensamente en Barcelona; cuánto lamento no haberle visto en el vaudeville Boeing, Boeing, con Ángel Pavlovsky, aunque sí le vi en una formidable Casa de muñecas con Roberto Álvarez y Silvia Marsó), y Luis Fernando Alvés (Deshacer la casa, Testigo de cargo), en compañía de jóvenes intrépidos como Raúl Mérida —que viene al teatro por primera vez después de éxitos en cine y televisión, y se mueve con admirable desparpajo, de botones, de mujer de rompe y rasga o semidesnudo…—.
Otro veterano muy bien integrado, también con toque de travestismo, Mundo Prieto, en el papel de un inspector de policía muy especial, contando con el estilazo profesional de Marta Belenguer (Tengo tantas personalidades…) y Carmen Barrantes (Las sicalípticas).
Versión: Julio Escalada y Tomás Gayo Bautista
Dirección: Joe O´Curneen (Yllana)
Con agradecimientos a El Corte Inglés y Emidio Tucci
Escenografía: Raimundo Prieto
Vestuario: Anna Tusell
Iluminación: Ion Anibal López
Fotografía: Antonio Castro/ Julio Moya