Gran trabajo de Antonio Dechent en “La voz humana”, de Cocteau
Por Horacio Otheguy Riveira
La voz humana es un monólogo escrito para una mujer en los años 20, y estrenado en 1930 con gran éxito, a tal punto que ha sido interpretado por Sophia Loren, Ingrid Bergman, Anna Magnani, Amparo Rivelles, China Zorrilla, Cecilia Roth…, y que entre sus muchas versiones cuenta con una ópera de Francis Poulenc (Renata Scotto, Felicity Lott…). Ahora lleva dos años representándose por España en la piel de un hombre cuya vida se ha paralizado en la nostalgia del amor perdido. Antonio Dechent es quien asume el difícil papel, encerrado en una habitación donde la depresión lleva tiempo hundiendo sus garras.
La amistad entre Edith Piaf (1915-1963) y Jean Cocteau (1889-1963) fue impresionante. A tal punto que él muere de un infarto dos horas después de enterarse de la muerte de la mujer a la que adoró y en cuyo nombre escribió dos obras: La voz humana, 1930 y El bello indiferente, 1953:
Cuando escribí la primera, Edith sólo tenía 15 años, pero yo ya soñaba con ella; más adelante, ya grandes amigos, no se atrevió a llevarla a escena, no se veía ella sola, el teléfono, la soledad de la habitación abandonada, y entonces le escribí El bello indiferente, que es en realidad otra versión de la misma tragedia: la de ser abandonado por el ser que amas.
Desde entonces hasta aquí numerosos estilos de interpretación femeninos se han visto en cine, teatro y televisión para reflejar la insoportable angustia de la mujer abandonada por alguien a quien ama “más que a su vida”, y ante el cual, a través del teléfono intenta disimular su desesperación, adornar su tristeza con un espíritu vitalista y de combate a todo dar, atravesando las noches de insomnio, el deseo de morir, la soledad en esa habitación de sábanas deshechas donde ya nunca más se instalará el deseo para rendirse tributo con ansiedad, desparpajo, capacidad de ensueño y felicidad con todos los sentidos.
Alrededor de la cama sin hacer, impregnada aún del olor del ser amado, Antonio Dechent incorpora a un nuevo personaje, a un hombre que da vueltas, disimula, sonríe, reprime el lamento y gime cuando ya nadie le escucha. Su interpretación tiene una gran carga de audacia, con una interesantísima dirección de Antonio Campos: audacia de asumir el dolor masculino ante la incapacidad de retener a una mujer que le ha dejado por otro (algo rara vez desarrollado en el teatro de esta forma).
Es un monólogo con mucha riqueza teatral, a tal punto que logra ser un teatro a dos voces porque es tan intenso el clímax conseguido que a través de la imaginación seguimos la desolación y la ansiedad del personaje; creemos escuchar y sentir las voces de las mujeres del otro lado de la línea: la de la amante que se despide irremediablemente y que busca hacerlo de la manera más suave posible, y por un instante, la de María, la asistenta que da un golpe bajo: “La señora no está en casa, le ha llamado de otra parte”.
Mentiras, medias verdades y una certeza que agudiza el dolor: “Siempre sabemos engañarnos cuando nos necesitamos”. Y los matices de las cosas que les pasan, de las cartas que van a ser quemadas… y hasta el retrato oral de un perro arisco que parece reprocharle la fuga de la mujer amada, que le gruñe, que, igual que él, no come ni vive. Un perro al que hay que sacar de esa casa cuanto antes, una casa en la que difícilmente será posible la continuidad de la existencia…
He visto a cuatro actrices representar esta función, cada una con su peculiar carga emocional y su talento. Los primeros minutos de Antonio Dechent se me hicieron cuesta arriba hasta que logró hacer desaparecer de mi recuerdo a la preciosas señoras que asumieron este papel, y de pronto me encontré cómodo con el cambio, identificado con el hombre en pijama que no sabe cómo romper el círculo de su abandono, interesado en el proceso de dramatismo muy contenido, a ratos distante, frío, con el que Dechent torna más dramática su situación: no hay alarde melodramático, sino muy notable economía de recursos, una gran contención emocional en un personaje que cuando empieza la obra está fuera de la cama, en el suelo, asomando un pie descalzo, a cierta distancia de un cenicero lleno de colillas…
La voz humana
Autor: Jean Cocteau
Director: Antonio Campos
Intérprete: Antonio Dechent
Escenografía: José María Sánchez Rey
Diseño de luces: Dani Abad
Fotografías: Julio Vergne
Teatro Lara. Sala Off. Miércoles de julio y agosto a las 20,15 horas.
Pingback: Un monólogo que cumple 86 años: ‘La voz humana’, de Jean Cocteau | Culturamas, la revista de información cultural