Abel Azcona: un cuestionario que se convirtió en entrevista
Esto debía ser un cuestionario, pero de la misma forma que resulta imposible resumir la trayectoria del artista Abel Azcona en pocas líneas, de la misma forma que resulta imposible resumir las connotaciones socio-políticas, artísticas y vivenciales de su obra, ha sido imposible encerrar sus respuestas en las preguntas de un cualquier cuestionario. A lo largo de la conversación, el cuestionario se convirtió en una involuntaria entrevista.
Por Anna Maria Iglesia
@AnnaMIglesia
Abel Azcona, ¿un artista que rehúye del arte complaciente?
Rehúyo absolutamente del arte complaciente. Hoy en día el artista que no es incómodo no es artista. El arte implica no sólo una crítica social y política, sino implica radicalidad. El artista debe ser reaccionario, radical, debe tratar de que su arte cambie al espectador, lo sacuda, lo convierta en otro.
El éxito artístico para Abel Azcona reside, entonces, en incomodar al espectador
Para mí el éxito es que sólo una persona cambie al ver una pieza mía. No me considero en muchas cosas una persona afortunada, pero creo que tengo la suerte de que, independientemente de que me quieran, me critiquen y me pongan verde, mi arte provoca una reacción en el espectador. Considero una reacción maravillosa el hecho de que un grupo de personas se horroricen frente a una obra mía y piensen que no es arte; yo prefiero una crítica negativa antes que un elogio porque lo que busco es una reacción, no quiero un fan. Hay gente que se dedica a insultarme, a escribir comentarios en internet en mi contra, y lejos de molestarme, considero que es la mejor reacción posible porque significa que el arte que estoy haciendo no deja indiferente, sino que provoca al espectador. Me gusta que el espectador me grite, me agreda, me gusta que vomite y, por tanto, no me gusta el espectador que solamente alaba la obra. Yo no busco la aprobación del espectador, si la buscara pintaría limoneros, cosas bonitas.
Rehuyendo de limoneros, en tu obra el sexo está muy presente y de forma muy explícita en tu obra ¿Consideras que el sexo sigue siendo un tabú y un espacio con todavía demasiadas restricciones?
Si, efectivamente; además lo más grave es que en España, en estos últimos diez años, ha habido una vuelta atrás, sobre todo en comparación con el grado de libertad que se había conseguido en los ochenta y en los noventa con respecto a este tema. Hoy en día el sexo es un tabú, el desnudo es un tabú como también lo es la sexualidad; incluso a una parte de la juventud más progresista, se siente incómoda ante un desnudo y no comprende la posibilidad de utilizar el sexo como herramienta artística y de crítica. Creo sinceramente que todavía tenemos que recorrer un largo camino en cuestiones vinculadas a la sexualidad, hay un camino entero por hacer, en España estamos tan sólo al principio
¿De ahí que en tu obra la sexualidad, el desnudo y la violencia sean elementos para incomodar al espectador?
Sí, desde luego. Para mí el desnudo no debería incomodar, al contrario, debería ser considerado como lo que realmente es, algo normal y habitual, pero evidentemente no es así, Vivimos en un país que todavía se encuentra en un estado post-franquista, en el sentido en que todavía estamos inmersos en una atmósfera post-dictatorial, el desnudo sigue siendo un tabú, el desnudo incomoda como también incomoda el sexo, y precisamente por esto, porque incomodan, se convierten en un arma reivindicativa. En este contexto social, el sexo en el arte debe servir para crear controversia y sobre todo para armar un discurso político capaz de romper con la asepsia mental dominante. El sexo, la violencia y el desnudo son tres elementos que en el arte despiertan, al menos en España, una pronta respuesta y digo en España porque, por lo contrario, en otros países, quizás más avanzados artística y políticamente, estos elementos no sorprenden tanto, puesto que son elementos frecuentes en la creación artística. En España, sin embargo, estamos lejos de esta situación.
¿Crees que el arte debe tener siempre un compromiso político?
No creo que deba tenerlo forzosamente, pero creo que el arte de hoy día es forzosamente político. Como decía antes, el arte contemporáneo se define por su carácter crítico, es decir, por ser expresión de una crítica social y política: la expresión crítica, incluso revolucionaria, del arte se manifiesta en el intento y la voluntad de hacer reaccionar al espectador; el arte debe tratar siempre de romper con la asepsia mental. Además, un arte crítico, como es el arte contemporáneo, es necesariamente político, más sobre todo en el siglo XXI en el que lo político ha penetrado en todos los ámbitos, incluso en las más pequeñas y comunes acciones de la vida cotidiana. Considero que el arte es una herramienta extraordinaria para conformar un discurso, para proponer cambios y mostrar alternativas y creo que en estos momentos en los que la política está más decaída que nunca el arte resulta imprescindible: con el arte y con el discurso crítico que a través de él se vehicula se pueden cambiar bastantes cosas.
Entonces te opones al famoso lema del arte por el arte
Hace poco, en una entrevista, el señor Carlos Urroz, el director de ARCO, afirmaba que el arte que valía más de 15000€ no debía ser político, sino que debía ser solamente arte bonito. Personalmente, esta afirmación me parece una solemne tontería; me parece que justamente ahora, en el siglo XXI, si hemos creado nuevos términos y nuevas disciplinas como arte gráfico, diseño gráfico o artes decorativas es para conseguir que el arte contemporáneo continúe siendo lo que siempre ha sido: un arte crítico, un arte social y un arte político. Yo puedo entender e incluso defender las artes decorativas, pero no son arte en el sentido de un arte realizado para cambiar cosas; una de mis luchas es que dentro de cien años, el arte que más presencia tenga en los museo, con más circulación y que más debate cree sea un arte con discurso.
¿Tiene más protagonismo el arte “sin discurso”?
Personalmente, artistas como Damien Hirst o Jeff Koon terminan por cansarme, puesto que considero que muchas de sus obras son arte sin discurso, son obras meramente “bonitas” estéticamente. Creo que la labor de los artistas es la de empoderarnos, hacer arte político y llenar las galerías y los espacios; los artistas no podemos desaprovechar la oportunidad que nos ofrece el hecho de que nuestras obras pueden ser vistas por una gran público; no podemos permitir que un espectador entre en una sala de un museo y tras contemplar las obras salga solamente con la sensación de haber visto algo estéticamente bonito. El espectador, tras ver la obra, debe volver a su casa siendo una persona diferente y, para ello, el arte debe ser una provocación continua, el arte tiene que provocar al espectador, tiene que provocarle sentimientos y reacciones que, independientemente de si son buenas o malas, susciten un cambio en él.
Tu biografía impregna tu obra, pero ¿la impregna como un lastre que se lleva a cuestas o como un intento de desprenderse de ella?
No hay que desprenderse de la biografía, pero tampoco hay que llevarla a cuestas, a la biografía hay que llevarla entre los brazos. Yo utilizo el arte como una herramienta de autoconocimiento: a mis espaldas tengo un pasado problemático que ha dejado muchas heridas, a través del arte he encontrado el modo de poder convivir con este pasado, he aprendido a llevarlo conmigo, quizás en una mochila que siempre me acompaña, pero que no llevo a cuestas. Creo que, en la medida de lo posible, hay que intentar convivir con las heridas fruto de la propia biografía, y lo que yo he tratado de hacer a través del arte ha sido precisamente aprender a convivir con ellas a la vez que conocerme mejor a mí mismo. El arte me ha servido como arma de empoderamiento, como forma de catarsis personal que, además, pueda implicar al espectador de mis obras: la performance nace de la búsqueda de una catarsis personal, consiguiendo una catarsis colectiva
Por tanto, ¿consideras que no es posible una creación artística no biográfica?
Creo que ahora mismo si hablamos de arte contemporáneo, tenemos que hacer énfasis y dar importancia ya sea a la palabra arte como a la palabra contemporáneo, porque es precisamente el ser contemporáneo lo que define al arte. Para que el arte se defina como contemporáneo debe ser un arte crítico, un arte político y para que el arte pueda ser expresión crítica y expresión política requiere de un yo y sobre todo de una experiencia desde la cual partir. De una manera u otra, la expresión artística parte de nuestra experiencia personal; hablamos y configuramos el discurso crítico desde nuestra propia vivencia; el arte crítico es, a la vez un arte vivencial. A esto se añade que hoy día en cualquier expresión artística, ya sea arte, cine o teatro, el espectador busca lo real.
Por tanto, la performance, ¿realidad o ficción?
Para mí la performance es realidad plena; en ocasiones se confunde la performance con teatro, pero a diferencia del teatro, que es ficción, la performance es siempre real. La performance nunca debe contaminarse ni de teatro ni de ficción, puesto que si se contamina de estos dos elementos deja por definición de ser performance en su definición original. La verdadera performance art es siempre real en tanto que es experiencial, es expresión de la experiencia de un sujeto y, por tanto, niega toda posible ficción. Lo que sucede es que últimamente el término performance se ha puesto de moda y está siendo utilizado para definir cosas, como por ejemplo una actuación de bailarines, que nada tienen que ver con lo que verdaderamente es y debe ser la performance art. Se identifica normalmente el concepto de performance con el concepto de actuación y precisamente por su carácter experiencial y por su carácter real, la performance act nunca es actuación
Y en la realidad de la performance, ¿qué papel juega el espectador?
Partiendo en parte de la idea de Joseph Beuys de que todo el mundo es artista, para mí el espectador es un creador igual que yo. No comparto plenamente la idea de Beuys en el sentido de que no creo que todos seamos artistas, pero sí que creo que todos creamos arte: el espectador, desde el momento en que entra en una galería u observa una performance mía en la calle, empieza a crear junto a mí y no sólo por su visión y su interpretación de la obra, sino también porque mi obra se caracteriza por las instalaciones vivas, es decir, por performances que buscan contaminarse del espectador que, en algunas ocasiones, se convierte incluso en más artista que yo mismo. En efecto, he creado performances en las que yo sólo soy un sujeto pasivo tendido, por ejemplo, en una cama y el verdadero performencer, quien realiza la acción, es el espectador. Por esto, busco un espectador crítico, un espectador que sepa reaccionar, un espectador no dormido; a la vez, como artista busco aprovechar la situación y transmitir un determinado discurso con mi obra de tal manera que el espectador regrese a casa conmovido, impactado y si es posible con un aprendizaje. Lo ideal sería que entre el espectador el artista surgiera una relación de aprendizaje
Y para que surja esta relación entre artista y espectador, los museos siguen siendo el lugar para el arte en este siglo XXI
El arte debe estar en todas partes. Yo empecé en la calle y creo que es precisamente allí, en la calle, donde debe surgir el arte, desconfío completamente de un arte que nazca directamente en los museos, porque creo que un arte que nace y se realiza únicamente para el museo es muy poco valiente, es un arte incapaz de crear nada. Con esto no niego el valor de los museos, al contrario: el arte debe surgir en la calle para luego entrar en los museos, pero sin nunca abandonar la calle. Artistas como Abramovic, que surgieron en la calle, han cometido el error de entrar en los museos y ya no han vuelto a pisar la calle y creo que si lo que buscamos es hacer un arte reaccionario, un arte reactivo, un arte que rompa con la asepsia mental y cree un eccema en el espectador tenemos que intentar que el arte llegue a todo los espacios: la calle, los museos, las galerías… el arte debe ser como un gas que, una vez que lo sueltas, se expande, se impregna y se contagia a todos y todas partes.
Y este es uno de tus objetivos como artista
Quiero que si en algún momento me vuelvo todavía más loco, entro en la dinámica del museo, olvidándome de la calle y del espectador, alguien me lo diga y me haga rectificar.
El arte contemporáneo ha sido acusado, al menos por los no expertos, de haberse elitizado y de convertirse en un arte de minorías. ARCO podría ser un ejemplo de esta elitización, sobre todo económica
Sí es cierto que hay cosas que sí que se han elitizado, pero creo que precisamente ARCO no es un ejemplo de arte contemporáneo y no creo que sea una referencia en cuanto a la elitización a la que aludes. Para mi ARCO es el Ikea del arte: un lugar para gente con un poder adquisitivo elevado, un showroom experiencial de elementos decorativos caros. La gran parte de las cosas que se exponen en ARCO son piezas decorativas muy caras; de vez en cuando, evidentemente, encuentras alguna pieza interesante, como por ejemplo este año la pieza del medio vaso de agua de Wilfredo Prieto.
Una pieza que ha hecho correr mares de tinta
Es una pieza que ha recibido muchas críticas y, sin embargo, a mí me parece una pieza muy buena, seguramente porque conozco a Wilfredo, conozco como trabaja y la intención que hay detrás de la obra; de hecho, si bien se hizo mucho hincapié en el vaso con agua, lo menos interesante y lo menos relevante de la obra es la pieza en sí. El problema es que se cree que ARCO representa el arte contemporáneo, se cree que la terrible retrospectiva de Jeff Koons en el Gughenhein, un ARCO expandido, representa el arte contemporáneo, y sin embargo ninguno de los dos es representante de nada. Si el arte contemporáneo se define a partir de estos referentes el arte contemporáneo, entiendo que muchos lo consideren como un arte de minorías, sobre todo por las elevadas cifras que se manejan en la valoración de las obras; es normal que la gente se desencante, pero existe otro tipo de arte. Hay un tipo de arte que si conseguimos metérselo al espectador por donde sea, conseguiremos despertar una reacción y acercar al espectador, independientemente de que éste comprenda completamente la obra.
¿Del espectador buscas más una reacción que un entendimiento?
Es verdad que hasta ahora he hablado de la importancia del espectador, pero creo que esta importancia debe ser matizada en el sentido que no creo en estos artistas que hacen cuatro rayas sobre un lienzo y afirman que lo que acaban de hacer no significa nada y que es el espectador quien debe buscar el sentido. En mí, el arte surge como algo egoísta, como algo experiencial, como algo vivencial; para mí hacer arte ha sido coger una maleta con todas mis cosas, abrirla frente a un público y comenzar a explorar todo lo que hay en ella. Yo invito al espectador a rebuscar junto a mí en la maleta o incluso lo invito aporte en esta búsqueda su propia maleta de tal manera que la performance se convierta en una forma de catarsis colectiva. Sin embargo, invitación al margen, la performance tiene como centro mi propia búsqueda y mi propia experiencia, la invitación al espectador parte de mi propia exploración y de mi propia búsqueda. No me vale el artista que considera que el espectador es el que crea y da sentido a la obra; el espectador es un elemento vital, pero no es el único.
El espectador, por tanto, es una pieza más de un gran engranaje
En toda mi obra, el espectador es una pieza esencial, mi arte se enriquece a partir del espectador a la vez que nace de mi propio ser espectador: yo soy espectador de la gente que ha contaminado mi vida, soy espectador de mi madre que me ha dado a luz sin desearlo, espectador de una sociedad que me ha maltratado teniéndome en pisos de acogida y, en definitiva, espectador de una serie de cosas que me han configurado como persona y como artista. Por ello, creo que mi trabajo debe establecer un continuo paralelismo con mi vida y el espectador debe ser el detonante de la obra.
Y en este continuo paralelismo entre vida y obra, ¿la creación artística es un don, una expresión personal, una habilidad que se puede aprender…?
Todos tenemos capacidades de creación, ni que sea por el mero hecho de ir al baño y cagar todos los días. Todos podemos crear, otra cosa es que lo se crea se arte; para mí lo que define la creación artística es la voluntad y la conciencia del acto creativo. El hecho de ir al baño y cagar no puede considerarse arte desde el momento en que no hay una voluntad creativa, pero en cambio sí es arte lo que hizo Piero Manzoni en “Mierda de artista”: Manzoni envasó en latas su propia mierda para luego exponerla; el resultado de esta acción es arte porque es una acción que ha sido sentida, concebida y cuyo resultado ha sido posteriormente vendido como arte por el propio como artista. Yo creo que aquello que define el arte no es tanto la creación en sí misma, sino la consciencia del creador.
Es decir, que la conciencia artística se impone a la técnica
Sí, para mí el valor del arte está en la conciencia creadora antes que en la técnica y sobre todo actualmente: creo, sinceramente, que en el siglo XXI lo menos importante es la técnica, yo en este sentido soy un artista anti-técnica. Si es cierto que todos los artistas tenemos un determinado estilo y seguimos unos determinados patrones que son los que definen nuestra estética; yo, evidentemente, cuido la estética en cada una de mis obras a través de la fotografía o el arte, pero creo que el siglo XXI no es el siglo de la técnica, la técnica es algo que ha quedado obsoleto. A mí el hiperrealismo me huele a chamusquina, no me interesa en absoluto, como tampoco me interesa las performance que introduciendo la ficción dejan de ser performance. Yo lo que busco en el arte es un discurso y no una forma perfecta; ya tenemos los museos llenos de obras estéticamente admirables, el arte ha producido todas las variantes posibles dentro de lo plástico y por ello creo que ahora, antes que repetir esquemas, lo que debe interesar es el concepto.