Ángela Vallvey a propósito de ‘El arte de amar la vida’, su nuevo trabajo
«La intención de este libro es que el estado de ánimo de sus lectores mejore y sientan que el mundo merece la pena, pues quien sabe leer puede aprender a vivir bien utilizando los mismos recursos, claves y misterios del lenguaje».
Los libros de Ángela Vallvey se han traducido y publicado en prestigiosas editoriales europeas. Con Los estados carenciales ganó el premio Nadal 2002, y Muerte entre poetas fue finalista del Premio Planeta de novela 2008. En 2006 recibió el premio de poesía Ateneo de Sevilla por Nacida en cautividad, y en 2010 el prestigioso Premio de Periodismo Julio Camba.
El arte de amar la vida. Ángela Vallvey. Editorial Kailas, 2015. 208 páginas. 15,90 €
Este es un libro de autoayuda al que no estamos normalmente acostumbrados, que instruye sobre cómo forjar una conciencia preciosa y sabia, una sensibilidad divertida, elegante y original que nos ayude a vivir mejor, enriqueciendo nuestro carácter. Con expresiones siempre escogidas con sumo cuidado, la autora transforma su peculiar arte poética en todo un arte de vivir y educar el espíritu. Pero El arte de amar la vida no promete la felicidad, no impone la “obligación de ser feliz”, sino que enseña cómo ser un artista existencial, un poeta cuya mejor obra sea la propia vida. A lo largo de estas páginas, la autora revela de manera fácil, delicada y sincera, cómo apreciar la existencia con ayuda de las claves de la creación literaria y la lectura para, a través de un necesario filtro de amor, aprender a vivir de manera sencilla y plena.
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P.- Conocemos muy bien tu faceta como novelista y poeta, pero no la de ensayista. ¿Cómo surgió y por qué este paso de la novela al libro de autoayuda?
Quería contar cosas que requerían el formato de la no-ficción, mediante el cual poder hablarle al lector de tú a tú, con mi propia voz, sin disfrazarme ni ponerme en la piel de un personaje inventado. Este es un libro que contiene la verdad como uno de sus secretos fundamentales, con lo que la impostura de la ficción no era posible. A través del ensayo me dirijo al lector como a un amigo todavía desconocido, un futuro compañero con el que quiero compartir mi fortuna: algunos hallazgos maravillosos…
P.- Si amar la vida es un arte, ¿por qué punto deberíamos comenzar a practicarlo?
Como en todo arte, hemos de comenzar por el acto de la creación, por el hecho comprobado de que todos somos capaces de planear una obra y ejecutarla pasito a paso, con cuidado y con celo, como hace el artista.
P.- Para empezar a conseguir la felicidad y valorar la vida como merece, ¿todo empieza por uno mismo, por nuestro propio carácter y visión?
Por supuesto. Nadie puede cambiar el mundo que le rodea. Pero, al transfigurarnos a nosotros mismos, ese gigantesco, inalterable e inalcanzable mundo se transforma mansamente ante nuestros ojos. Es curioso cómo la impotencia que sentimos frente a la existencia de los demás puede convertirse en creatividad si empleamos toda esa energía en moldear nuestra propia vida.
P.- ¿Qué factores (o carencias) nos pueden llegar a despegar de ese aprecio a la vida diaria, indispensable por otro lado para alcanzar cierta estabilidad?
La contemporaneidad es extraña. Quiero decir que jamás el ser humano había vivido un momento como este. Somos los mismos de hace miles de años, pero las condiciones de nuestro tiempo han dado un giro espectacular, nunca visto en la historia. La tecnología es la causante de esta revolución social, una convulsión en todos los órdenes. Yo no soy tecnófoba, sino todo lo contrario, pero creo que estamos rodeados de “ruido” inútil que nos impide vivir bien, en gran parte debido a esas necesidades artificiales y absurdas que nos generan a diario; en el fondo: para que compremos un montón de aparatos que no precisamos.
P.- Haces mirar al lector hacia célebres escritores y poetas, ¿sus vidas e ideas resultan quizás verdaderamente ejemplares?
En el libro digo que no son ejemplo de nada, pero que sirven de ejemplo para casi todo. Lo mismo que antes se escribían “vidas de santos” que valían de modelo en positivo, yo he querido recordar algunas vidas de poetas que pueden ser guías pero también malos ejemplos. O sea: que pueden enseñar muchas cosas. Porque de lo que se trata es de aprender, en realidad.
P.- Comentas que quien sabe leer puede aprender a vivir bien utilizando las claves del lenguaje. ¿La vida podría verse entonces como un libro por escribir?
Sí, eso es lo que yo creo, y así lo explico en este libro. Todos tenemos una enorme tarea, la de vivir, que puede ser contada como una obra literaria. Mucha gente dice “mi vida es una novela”, y lleva razón: lo que no comenta es que podría haber sido una “gran novela” si hubiese sabido cómo escribirla mejor.
P.- En ese camino hacia la felicidad, ¿son muchas las renuncias (o tentaciones) que la persona debe enfrentar para aligerar la carga?
Las tentaciones deberían dejarse para las cosas buenas de la vida, y por eso mismo para caer en ellas, como decía Oscar Wilde. Pero una clave de la buena vida es aligerar el peso que llevamos encima, y no sobrecargar nuestra existencia con cosas inútiles.
P.- En una sociedad tan consumista como la que vivimos, donde la alegría parece contenida en el smartphone, ¿cómo puede llegar el hombre a una efectiva búsqueda espiritual?
Apagando el smartphone, al menos de vez en cuando, como primera condición.
P.- Propones mirar a los demás, a lo que nos rodea, para apreciar en su justa medida nuestra propia existencia.
Sí, porque estamos bastante cegados. Caminamos a tientas, atascados por lo inútil, lo estúpido, lo superfluo… No tenemos conciencia exacta de nuestra vida.
P.- Siempre he pensado que para superar una situación de crisis hace falta una férrea voluntad para hacerlo. Pero la voluntad es una de los puntos más débiles del ser humano…
Una voluntad de hierro es un instrumento muy valioso de la personalidad. Carecer de voluntad es exponerse a padecer debilidad crónica, es jugar con una enorme desventaja respecto a los demás.
P.- ¿Tienes ya algún nuevo proyecto narrativo entre manos?
Tengo un par de planes entre manos que me hacen mucha ilusión. Sólo necesito tiempo, silencio y “voluntad” para poder terminarlos…
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Por Benito Garrido (@benitogarridog).
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